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Carta del Editor

Lo que se hace no es lo que es necesario hacer

melillahoy.cibeles.net fotos 1281 pagina 3

“Sobran personas necesitadas de ser colocadas en la administración pública porque no han sido capaces de solucionar sus vidas de otra manera, personas cuyos mayores méritos han sido el peloteo al jefe y/o a sus familiares más próximos, personas incapaces de tomar decisiones comprometidas porque comprometerse no entra dentro de sus más íntimos pensamientos, personas que se asustan ante el mínimo riesgo”

"Se tomaba en serio todo menos lo que realmente importaba, una causa a la altura de su talento y ambición". Es lo que pensaba un político norteamericano de otro colega en la novela La Contienda, de Richard North Patterson, una novela sobre lo dura que es la vida, la contienda, política. Realmente lo único que explicaría la razón para someterse a unas contiendas tan largas y tan duras sería la existencia de una causa, a la altura del talento y de la ambición de quien la pretende.
No creo que una causa suficiente para inducir a alguien a luchar tanto sea la de mantener todo como está, especialmente si como está algo, pongamos que Melilla, es más mal que bien. Quiero decir que si, por ejemplo, alguien se presentara como cabeza de una lista electoral con posibilidades ciertas de ganar en Melilla asegurando que su objetivo es que todo siga igual, de mal, me parece que perdería esas posibilidades de triunfo.
Por eso, y como estoy convencido de que Juan José Imbroda en absoluto es un imbécil (como lo fue el político Liarte, por ejemplo, al cual cito al final de esta Carta por las razones que allí explico) no puedo entender cómo puede haber incurrido en el inmenso error de formar un gobierno con tantas personas y con tal falta de capacidad general como el que ha formado. Con el agravante de que, al haber firmado un pacto de gobierno con el PPL y saltarse con su macrogobierno una de las cláusulas de ese contrato, era absolutamente irremediable que dicho partido, repito que en esta ocasión con razón, le amenazara con romper el pacto si no corregía el error. Así que, supongo, Imbroda reducirá al menos en cuatro miembros el poblado arco de viceconsejeros con el que "adornó" el carcaj de su gobierno, lo cual no solucionará el problema de fondo -el dispendio de gasto público- pero sí el aspecto formal del pacto. Y hasta el próximo encontronazo.
Melilla necesita un cambio radical. Eso no es un capricho, es una absoluta necesidad, ahora, además, a corto plazo. Y a ese cambio no se puede llegar aplicando las mismas recetas, con las mismas personas y las mismas actitudes que nos han llevado a esta situación de una ciudad cuya estructura de población ha cambiado mucho, como también lo ha hecho su entorno y hasta la situación general del mundo. Las mismas recetas, ya aplicadas, no van a solucionar los problemas del enfermo, que lo está, y mucho.
Se necesitan personas con talento y ambición para afrontar los retos. Son necesarias personas que no teman el riesgo del fracaso, sino la certeza de la frustración. Sobran personas necesitadas de ser colocadas en la administración pública porque no han sido capaces de solucionar sus vidas de otra manera, personas cuyos mayores méritos han sido el peloteo al jefe y/o a sus familiares más próximos, personas incapaces de tomar decisiones comprometidas porque comprometerse no entra dentro de sus más íntimos pensamientos, personas que se asustan ante el mínimo riesgo. Y como esas personas con talento y ambición que, además, quieran dedicarse a la política, no abundan hoy en nuestra ciudad, es evidente que el gobierno local debería estar formado por pocas personas y no por las mismas personas que antes.
Eso, me consta, Juan José Imbroda lo sabe y lo sabía hace más de quince años, cuando llegó a la presidencia de la ciudad por primera vez. Él conoce bien a la mayoría de los melillenses y, por mucho peloteo que le prodiguen, no deja de saber quién es quién. Entonces, ¿por qué ha hecho lo que ha hecho con su nuevo gobierno? Porque, opino yo, se ha dado ya por vencido o, dicho de otra manera, el sistema y los sentimientos personales (elogiables desde el punto de vista humano, pero injustificables desde la óptica política) le han vencido. Imbroda cree ahora que ya no se puede hacer más de lo que se hace. Y lo que se hace, es evidente, no es lo que es necesario hacer. Ese es el terrible dilema no sólo de la política melillense, sino de la vida entera de nuestra ciudad.

Posdata.

He recurrido a menudo al dicho, cierto, de que cree el ladrón que todos son de su condición. Un dicho que se puede aplicar con toda justicia a un tipo tan nefasto como Julio Liarte, que me llama, en uno de sus patéticos tuiters, "imbécil". Se autocalifica Liarte muy bien, ciertamente. También se autodefine bien Ignacio Suárez, quien tanto me quería cuando le mantuve en su puesto de gerente del Club Campo de Golf de Melilla hasta que su ineficacia y dejadez, unidas al rechazo que provocaba en todos los que dependían de él dada su asombrosa vagancia, me forzaron a destituirle. Él, que trabajaba muy poco y cobraba mucho, me tacha a mí, que trabajé mucho y cobré nada en el Campo, de pesetero. Buena autodescripción la de Suárez, aunque también se podía haber adjudicado la de Liarte.

Otra posdata (seria)
El modelo que propongo para Melilla, como lo hace Daniel Lacalle para España, estaría basado en la meritocracia y la libertad individual, que son las dos cualidades que crean verdadero progreso y riqueza, no el intervencionismo público.

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