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Carta del Editor

El gran cambio

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En lo que a Melilla respecta viene a cuento una agradable conversación que tuve el miércoles con Arturo Esteban, que dio pie a una conferencia que Arturo, presidente de la Autoridad Portuaria (vaya nombre) en Melilla y ex delegado del Gobierno, pronunciará el próximo día 26, organizada por el Foro Melilla, con el título de "Industrializar Melilla ¿posible?". Fernando Trías de Bes es miembro de una familia con la que tuve mucha relación, hace años en Barcelona, cuando yo estaba haciendo el curso de Alta Dirección del IESE, y posteriormente en Madrid, con José María, que fue durante varios años presidente del PP en Cataluña. Fernando acaba de publicar, como reseñaba en mi Carta del domingo pasado, un libro muy interesante y, en mi opinión, muy bueno a la hora de describir lo que nos pasa. "El gran cambio" se titula el libro, cuyo resumen es que no vivimos una crisis económica pasajera, bien que larga, sino la consecuencia de un verdadero tsunami político y social, de manera que no vamos a conseguir salir de la crisis, por muy empeñados que puedan estar nuestros gobernantes en convencernos de lo contrario, si no afrontamos, y pronto, la absoluta necesidad de que ese "gran -e imprescindible- cambio" se produzca.
¿Por qué hemos llegado a esta situación? Trías de Bes analiza algunas razones. Recuerda, por ejemplo, que el euro, moneda única de los europeos a partir del 1 de enero de 2002, conllevó la cesión de responsabilidades monetarias a la Unión Europea, pero no las fiscales. La adopción del euro como moneda única fue buena, especialmente para España, pero tuvo el efecto negativo de "oficializar en Europa la inoperancia, la pasividad y la negligencia como estilos de gobernanza económica", lo que llevó a considerar como inocua "la pasividad diaria y la negligencia oficial", uno de los grandes y muy llamativos males de nuestra actual sociedad. Una segunda consecuencia, muy ligada con la anterior, es que nos hallamos ante "una crisis de liderazgo político total" y que los políticos con sentido de Estado han ido desapareciendo para dar paso a los profesionales de la política. Para el político tradicional, de los que cada vez quedan menos, el sentido común y los ciudadanos son la prioridad, pero para los profesionales, que cada vez son más, "el cortoplacismo y su propia supervivencia van por delante" de forma que la nueva clase dirigente se dedica, en general, a gobernar entendiendo como tal la administración del poder y no de lo público, que es lo que debería ser e incluso lo que justifica que, con nuestros impuestos y nuestros votos, los mantengamos.
Esta actitud, de inoperancia, pasividad y negligencia a la hora de administrar lo público, "nació en los estamentos políticos, pero se extendió a reguladores legales y financieros, gobernantes de bancos centrales, directivos de grandes corporaciones, de la banca, de los sindicatos, patronales e incluso asociaciones privadas y ONG´s". Y la corrupción (que forma ya parte intrínseca del sistema), como era de esperar, es otra consecuencia más de este hecho. La sociedad occidental está anestesiada -por una clase dirigente mediocre- de bienestar y consumo, entrenada en el acceso al dinero y la abundancia. Dijo Galbraith, y es cierto, que el dinero va detrás de la realidad y no la realidad detrás del dinero. Ha pasado el tiempo del dinero y ha llegado el de la realidad. No podemos impedir el gran cambio, pero sí podemos (los ciudadanos), y debemos, ocuparnos de que la destrucción creada destruya lo menos posible y que la sociedad sea lo más creativa que podamos.
Copio a Trías de Bes: "Nos espera una economía de subsistencia, un retorno a la economía de la realidad porque el crecimiento no puede provenir de estímulos monetarios…El ajuste interno al que el neoendeudamiento nos ha llevado nos fuerza a alinearnos con la cultura económica de nuestros acreedores. Los alemanes son austeros. Los chinos son trabajadores. Si España, Portugal, Italia o Grecia hacen lo mismo que Alemania diez años atrás, los países periféricos se convertirían en dos décadas en un lugar de ensueño. Un sitio donde los jóvenes prefieran ser empresarios antes que funcionarios; donde la gente aprende idiomas para poder viajar antes que quedarse en su ciudad; donde cobrar sin IVA ya no forme parte de su cultura; donde apenas hay economía sumergida; donde ya no hay funciones administrativas triplicadas; donde no hay despilfarro de dinero público; donde los partidos políticos han dejado de ser la mayor agencia de colocación del país y donde se trabaja los sábados porque la prioridad es la competitividad y no la pandereta. Esa es la verdadera reforma estructural a la que obliga pertenecer a una de las cinco divisas más fuertes del mundo…La pregunta es si seremos capaces de modificar la cultura laboral, empresarial y social de nuestros países. Esta nueva etapa obliga a reiventarnos: la economía será real o no será economía. El retorno a la economía real supone creación pura y dura, aportación de valor, crecimiento basado en modelos sostenibles, en un beneficio que no surge de reventas sin más; la economía real es inversión prudente y trabajo serio".
En lo que a Melilla respecta viene a cuento una agradable conversación que tuve el miércoles con Arturo Esteban, que dio pie a una conferencia que Arturo, presidente de la Autoridad Portuaria (vaya nombre) en Melilla y ex delegado del Gobierno, pronunciará el próximo día 26, organizada por el Foro Melilla, con el título de "Industrializar Melilla ¿posible?". Desde luego, como bien dice Arturo Esteban, es necesario que nuestra ciudad deje de ser la única de España en la que no se produce prácticamente nada, sólo se revende. Aquí es necesario, incluso más que en el resto de España, modificar nuestra cultura laboral, empresarial y social, centrarnos en la economía real y abandonar la insoportable dependencia de lo público, en la que nos encontramos.
Pero, ¿es posible lograrlo? Él cree que sí y yo también lo creo, y ambos coincidimos -ya veremos lo que opina el resto de los miembros del Foro- en que el impulso para lograr ese gran cambio necesario ha de venir de la sociedad civil, de intentos como el de nuestro Foro, en el que una serie de personas, sin otro objetivo que el de intentar contribuir a mejorar nuestra sociedad, nos reunimos para escucharnos, no sólo para oírnos, e intentamos que nos escuchen y que los ciudadanos aprehendan que somos nosotros, todos y cada uno de nosotros, los que podemos lograr que Melilla se convierta en una ciudad donde, como antes decía, los jóvenes prefieran ser empresarios en vez de funcionarios, donde no haya despilfarro de dinero público, donde los partidos políticos dejen de ser (porque, además, ya no pueden serlo) la mayor agencia de colocación de la ciudad, donde ser trabajador sea alabado en vez de denigrado, donde la inoperancia, la pasividad y la negligencia no sean consideradas como algo inocuo, sino como algo muy pernicioso para todos y para cualquier sistema, donde la permisividad y el mutismo sean la excepción, en lugar de la norma, donde seamos conscientes de que el gran cambio es inevitable y que una Melilla distinta -industrializada, por ejemplo- es posible y será mejor.

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