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Carta del Editor

El calvario de Rita

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Es difícil discernir quién o quienes han contribuido más a la triste decadencia y muerte de un ser humano tan notable como Rita Barberá. El trato político de muchos de sus compañeros de su amado PP ha contribuido, sin duda. También lo ha hecho el inmisericorde acoso de los lamentables populistas/marxistas/podemitas, que cada vez se muestran más como una repugnante "degeneración", en vez de regeneración, de la "nueva" política

El pasado miércoles de un frío y nublado 24 de noviembre madrileño tenía una cita mañanera en el Senado. Hacia allí me dirigía cuando supe de la repentina muerte de Rita Barberá. En la desolación circundante me sumí cuando llegué a nuestro majestuoso Senado, lleno de historia y de recuerdos pictóricos de nuestros antepasados próceres. La desolación de casi todos, porque los populistas/podemitas no demostraban sentir, y casi con toda seguridad no sentían, pena alguna.

A diferencia de lo que me había ocurrido con otros muchos líderes del PP, nunca había hablado con Rita Barberá, no la conocía más allá de lo que oía y leía sobre tan popular personaje, veinticuatro años alcaldesa -y qué alcaldesa, tan estentórea- de Valencia, una mujer con un gran poder, que demostraba disfrutar mucho con el ejercicio de tamaño poder, una trabajadora inmensa, un puntal de su partido. Pero, como escribió Antonio Machado y cantó Joan Manuel Serrat: Todo pasa y todo queda/ pero lo nuestro es pasar/ pasar haciendo caminos/ caminos sobre la mar.

Rita Barberá recorrió un largo e intenso camino, desde el esplendor político, en el que estuvo instalada casi tres décadas, hasta el reciente calvario político-judicial y su triste, repentina y solitaria muerte (a los 68 años) en un hotel madrileño, hasta llegar a ser -como leí no sé donde- "un ser humano apagado tras un clima existencial que transcurrió desde la gloria política a la miseria". Una miseria provocada en gran medida por otros, por contrincantes y compañeros políticos, una miseria que algunos podemos soportar, pero Rita no pudo.

Es difícil discernir quién o quienes han contribuido más a la triste decadencia y muerte de un ser humano tan notable como Rita Barberá. El trato político de muchos de sus compañeros de su amado PP ha contribuido, sin duda. También lo ha hecho el inmisericorde acoso de los lamentables populistas/marxistas/podemitas, que cada vez se muestran más como una repugnante "degeneración", en vez de regeneración, de la "nueva" política y que, con su retirada de los escaños en el minuto de silencio que se guardó en el Congreso por la muerte de Rita, han vuelto a dar una muestra más de de su lamentable catadura y de los peligros que significan para la libertad y la dignidad de los ciudadanos.

Conviene recordar, en este momento triste de la muerte súbita de cualquier persona, de Rita en esta ocasión, que a ella se le ha aplicado el principio marxista de que todo lo que no está expresamente permitido está prohibido, junto con el asimismo antiliberal, antijurídico y antidemocrático principio de que todo el mundo es culpable mientras no demuestre su inocencia. Conviene recordar, también, que Barberá ha muerto sin ser condenada, y eso es un hecho, más allá de las dudas, acertadas o desacertadas, que su gestión política haya podido generar. Y, sin caer en la fea costumbre española de intentar convertir a los muertos -hayan sido como hayan sido en el transcurso de su vida- en seres adorables de méritos ignotos o no reconocidos, sí es lícito recomendar que, en vida, intentemos apoyar un clima social que potencie tratar con justicia, sin causar daños inmerecidos, a todos los seres humanos y especialmente a aquéllos que, con errores y aciertos, dedican buena parte de su vida a intentar hacer mejor la vida de los demás, a tratar de fomentar el valor supremo de la libertad individual. Todos nos vamos a morir, ciertamente, pero deberíamos al menos intentar evitar causar calvarios tan duros como el padecido por Rita.

También acaba de morir, a los 90 años, Fidel Castro. Yo he defendido durante años, y especialmente a partir de mi última visita a mi admirada -y doliente- Cuba, que Fidel ya estaba muerto y que un doble adoptaba su figura, para no dejar a la Revolución, y al sistema, sin su líder, para permitir que su hermano Raúl se mantuviera en el poder. Pero, en fin, demos por bueno que murió en la madrugada de este lluvioso sábado. Como titulaba el New York Times al comunicar la noticia: El revolucionario cubano fue un némesis para 11 presidentes americanos. Némesis, según la mitología griega, fue la diosa de la venganza, la fortuna y la justicia retributiva, una diosa que sancionaba la desmesura. Su nombre suele utilizarse como sinónimo de "enemigo", proveniente del deseo que puede tener alguien de concretar una venganza contra quien considera su enemigo. Fidel, como todos los dictadores, concretó en los Estados Unidos su enemigo, su némesis y, en sentido contrario, así fue considerado, como su némesis, su enemigo, por esos 11 presidentes americanos que el New York Times cita. Fidel ha tenido una gran importancia mundial, pero ha llevado a su pueblo a unos niveles de pobreza tan exagerada que sólo se puede creer cuando, como es mi caso, has estado varias veces allí. Fidel, como consecuencia de tal pobreza comunista, forzó al éxodo, al exilio, a millones de cubanos y ha mantenido a muchos más en Cuba porque les impidió la salida. Pero si yo hubiera estado en Cuba en estos días, visitando su Congreso, y allí se hubiera pedido un minuto de silencio en su memoria, yo no me hubiera ausentado, por supuesto y por mucho que me lo hubiera ordenado quien fuera.

El némesis de Melilla durante los últimos años ha sido la paralización administrativa que, por distintas causas y con la politización de la justicia como detonante, la ciudad ha padecido. Los ciudadanos en general y los proveedores de la CAM en particular hemos sufrido, con mucha dureza, esa larga paralización, especialmente la del ilegal -repito, ilegal-, injustificado e injustificable retraso en el pago de los servicios prestados a la Administración local. Con los cambios en la Consejería de Hacienda se empieza a ver una solución y con lo aprobado por la Asamblea el viernes -con el voto en contra de toda la oposición- para el pago de 4 millones de euros en facturas atrasadas (nada menos) se da otro paso más en la solución de un grave problema y en recobrar, por parte de la CAM, la senda de la legalidad. Pero hasta que no se logre de verdad, como se ha hecho ya en la mitad de los 8.000 ayuntamientos españoles, una eficaz digitalización, un Ayuntamiento (o CAM) sin papeles- y ahora, tras profundizar en el tema, me parece que se está gastando mucho y se está avanzando demasiado lentamente, con resultados finales más que dudosos, como se ha comprobado en otros muchos ayuntamientos- es más que probable que el problema, ese de los pagos y otros muchos de la gestión municipal, no se resolverá como Melilla necesita y como, además, es posible hacerlo.

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