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Una visita histórica pero con matices

Melilla recibió ayer al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su segunda visita a la ciudad desempeñando este cargo en apenas 10 meses. El presidente de Coalición por Melilla, Mustafa Aberchán, destacaba en la víspera de este viaje oficial el carácter histórico que suponía esta nueva visita precisamente por ese motivo. Razón no le falta al líder cepemista, porque Sánchez es el único presidente del Gobierno de España que se ha desplazado hasta aquí como tal, en un viaje oficial organizado por La Moncloa. Sus antecesores Adolfo Suárez y José Luis Rodríguez Zapatero sólo estuvieron una vez en Melilla como presidentes.
El Partido Popular ha sostenido históricamente que sus dos presidentes del Gobierno, José María Aznar y Mariano Rajoy, también han estado en la ciudad cuando ostentaban dicho cargo, aunque la realidad es que sus respectivos viajes no fueron organizados desde Moncloa, sino desde el propio PP para dar un mitin. La última vez que Rajoy estuvo en Melilla, en diciembre de 2015, se intentó camuflar el viaje de partido con una parte institucional en la Asamblea, con un saludo y la firma en el Libro de Oro, pero no dejó de ser una visita motivada por un acto del PP, como era un mitin en el marco de la campaña electoral que arrancaría justo al día siguiente.
Aun aceptando la teoría del PP respecto a que Rajoy estuvo aquí como presidente del Gobierno, la realidad es que el viaje de Pedro Sánchez sí tuvo ese carácter histórico del que hablaba Aberchán, no sólo por ser el segundo, algo que ningún otro presidente español había hecho antes, sino también por el momento elegido, antes de ir a Marruecos en ese inicio de una “nueva etapa” en las relaciones entre los dos países.
Pero dicho esto, no hay que perder de vista otra cuestión, y es el carácter práctico de las visitas. Siempre es una buena noticia que venga un presidente del Gobierno a Melilla, dejando a un lado el malestar que eso pudiera ocasionar al otro lado de la valla por el hecho de no reconocer la soberanía de las dos ciudades. A falta de anuncios y medidas que Melilla necesita como empuje para su desarrollo, la única conclusión práctica que podemos extraer los melillenses del viaje de Sánchez es el simbolismo de una visita en un momento histórico delicado, el peor en lo relativo a las relaciones entre España y Marruecos en nuestra historia reciente.
Pero eso tampoco tiene mérito si se tiene en cuenta que en el bache diplomático entre los dos países ha tenido mucho que ver el proceder del propio Gobierno que preside Sánchez, que a su llegada a La Moncloa hace casi cuatro años no supo dar a Marruecos la importancia que tenía como país vecino, como demuestra el hecho de que rompiera la tradición de todo presidente del Gobierno de España de empezar allí sus viajes internacionales. A partir de ahí, las relaciones han ido empeorando con los sucesivos gestos de hostilidad que el país vecino ha tenido hacia Ceuta y Melilla, agravados por un cierre de fronteras terrestres y marítimas en el que nadie duda ya que la pandemia es una excusa, y la desastrosa gestión del caso Ghali por parte de Moncloa.
Nos quedamos con la importancia de la visita, y con la esperanza de que veamos, de verdad, una nueva etapa en la relación con Marruecos que nos traiga más beneficios que quebraderos de cabeza. A nadie le interesa más que a Ceuta y Melilla llevarnos bien con nuestro vecino.

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