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Ucrania sigue sangrando. La España ética llora

04 gonzalo

Mientras la atención internacional se ha desviado hacia la agresión de Hamás y la fuerte respuesta Israelí, Ucrania sigue sangrando por los ataques del dictador Putin, sus súbditos del círculo cercano y el siempre sufrido y con frecuencia ignorante pueblo ruso.

La imprescindible ayuda exterior que precisa Ucrania, para defenderse de un enemigo muy superior en recursos, está empezando a ser discutida en Estados Unidos y, en menor medida, en Europa. En el caso de los Estados Unidos, hasta ahora el principal contribuyente en material para la defensa de Ucrania, una reciente encuesta muestra que el 28 por ciento de los encuestados piensa que Estados Unidos estaba haciendo demasiado para ayudar a Ucrania, el 35 por ciento dijo que no lo suficiente y otro 35 por ciento dijo que lo hacía en la cantidad correcta. El sesenta y cuatro por ciento dijo que Estados Unidos debería apoyar a Ucrania, incluso en un conflicto prolongado. Pero si se tienen en cuenta las encuestas dentro del partido republicano, quien controla el Congreso y por tanto la bolsa del dinero, el sesenta y dos por ciento dice ahora que su país está haciendo demasiado, frente al 50 por ciento de junio. El porcentaje de republicanos a favor de un rápido fin del conflicto subió al 55 por ciento desde el 49 por ciento en junio

Una parte importante de los políticos y de la población occidentales parecen haber olvidado que lo que está en juego en Ucrania es mucho más que la propia supervivencia del país. Es la derrota de la democracia ante la dictadura, del débil frente al fuerte, de los valores de la civilización occidental. Es la renuncia a la defensa del bloque cultural y de valores al que pertenecemos y el triunfo de los que tratan de imponerse, por cualquier medio, en el orden mundial. Rusia, principalmente pero no exclusivamente, en la Europa de lo que era la Antigua URSS y en los países del difunto Pacto de Varsovia. China en todo el Asia del Pacífico y, poco a poco, mediante las inversiones y los préstamos, en África y Latinoamérica.

Ante las enormes necesidades de material y municiones no siempre satisfechas, Ucrania se está viendo obligada a comprar todo lo que pueda obtener, incluyendo antiguo material soviético, allá donde puede encontrarlo y a los precios que se le impongan. En julio Ucrania recibió, de un fabricante de armas búlgaro, 1.000 proyectiles de 152 mm para sus antiguas armas de diseño soviético. El precio de cada proyectil fue de unos 3.000 dólares, lo que es aproximadamente el triple de lo que Rusia paga por proyectil, ya que pagó a Irán unos 1.200 dólares por proyectiles de ese mismo tipo en septiembre de 2022. Algo similar ocurre con los cohetes y otros tipos de municiones.

En el campo de batalla la lucha continua con intensidad, ahora principalmente en el este de Ucrania, donde Rusia realizó un potente ofensiva que continúa hasta hoy. Rusia está recurriendo a sus tácticas tradicionales, con fuertes barreras de artillería y masas de tropas lanzadas al asalto, sin preocuparse por el número de bajas. Ucrania afirma que está causando entre 800 y 1.000 muertos rusos cada día, así como importantes daños en medios materiales, por lo que parece que está aprovechando la oportunidad para desgastar las capacidades rusas. Pero, por el contrario, no informa de a qué precio para sus propias capacidades.

La llegada del invierno hará que las operaciones terrestres queden suspendidas, pero no así los ataques aéreos, de misiles y de artillería tradicional. Rusia tratará, como ya lo hizo el pasado invierno, de infringir el mayor sufrimiento posible a la población ucraniana, tratando de quebrar su voluntad de resistir. Para ello cuanta con sus medios, aumentados con cohetes y misiles de fabricación iraní, que está empleando ampliamente en los últimos meses, y con municiones procedentes de Corea del Norte.  Ucrania cuenta con un refuerzo en sus defensas antiaéreas, incluyendo recientemente material alemán con un alto grado de efectividad.

La España ética llora.

“Stultorum infinitus est numerus”, dice el Eclesiastés I, 15 (es un libro del Antiguo Testamento de la Biblia, y también del Tanaj judío, perteneciente al grupo de los denominados Libros Sapienciales, o de enseñanzas). Traducido al español, que no castellano, dice: ‘el número de estúpidos es infinito’. No lo digo yo, lo dice el Eclesiastés.

Pero viendo lo que está ocurriendo en España no puedo por menos que asentir. Sánchez y sus acólitos interesados de la misma condición, están haciendo tragar ruedas de molino a muchos de los miembros de lo que antes se conocía como partido socialista, ahora mejor llamado la banda de Pedro Sánchez. Los tradicionales dirigentes del partido, empezando por Felipe González y Alfonso Guerra, dicen a quienes quieran oírlos que están en total desacuerdo con la venta de España a los separatistas catalanes, que no a los catalanes. Está Sánchez vendiendo la integridad territorial, el dinero de los españoles, la justicia, el honor -palabra cuyo significado dudo conozca- satisfaciendo todas y cada una de las exigencias que le han hecho. Todo a cambio de un plato de lentejas, o de ostras o langostas, es igual.

Quiero creer que más pronto que tarde España, los españoles de bien, recuperarán la cordura y enviarán a Sánchez y su banda de estómagos agradecidos a donde nunca debieron salir, a la ignominia provocada por sus acciones. Y espero, pero no confío, ante los tribunales de justicia que ahora desprecian con sus concesiones. Pero el daño hecho será muy difícil de deshacer. Romper es mucho más fácil que construir.

Enfocándonos en la ciudad laboratorio, Melilla, que dice el editor de este diario, es muy fácil percibir quien es quien, las voces de su amo que repiten como loros las consignas que les imparten -véase la referencia al Eclesiastés- sin detenerse un momento a analizar lo que su amo les está diciendo. Aún es peor el caso de quien lo pretende racionalizar, ya que la ignorancia no es excusa, pero si pudiera ser circunstancia atenuante.

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Gonzalo Fernández

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