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Tres años ya del 8 de marzo de 2020

Francisco Robles

El 8 de marzo de 2020 se celebró en Madrid –al igual que en muchas ciudades españolas- una multitudinaria manifestación con motivo del Día Internacional de la Mujer, desoyendo todas las recomendaciones –de profesionales cualificados e imparciales- que existieron en las semanas y días previos, en el sentido de extremar la prudencia ante un problema de salud pública que tenía muchas incógnitas por resolver, pero no el de la enorme potencialidad de sus daños, como trágicamente se confirmó –en España, en otros países ya se vislumbraban- en los días y semanas siguientes.

Con dicha manifestación –además de otros eventos y actividades-, se activó la mayor bomba biológica conocida en España, y desembocó en que el día 13 de marzo, Pedro Sánchez se viera obligado a anunciar el estado de alarma.

Las voces “técnicas” oficiales que debían de haber puesto “pie en pared”, como la de Fernando Simón –que desde 2012 es Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad-, estaban a lo que estaban y han quedado retratados para la historia con frases como: “No habrá más allá de algún caso en España. Si lo hay, será controlado. No hay problema en ir a las manifestaciones del 8M. De hecho, dejaría ir a mí hijo. No hay que cerrar los colegios, no ayuda. Las mascarillas no deben ser obligatorias…”

La “prueba del algodón” es que en 2021 se prohibieron –siendo necesaria la intervención judicial-, ¡por las mismas autoridades que la permitieron en 2020!, y tanto en 2022 como en los años siguientes, la asistencia ha venido siendo minoritaria, y prácticamente sólo l@s muy cafeter@s del tema han sido activistas para su celebración, porque la ciudadanía de a pie –sin entrar en controversia sobre los indudables móviles de la misma-, aún no ve el tema claro.

Por lo tanto cabe cuestionarse porqué el gobierno la permitió, al igual que otros eventos de masas como los espectáculos –especialmente los deportivos-, e incluso el acto que VOX organizó en la plaza de toros de Las Ventas.

Entre las perspectivas del análisis de las causas de aquel evento no puede faltar la política, porque se debe de recordar que aquel 8 de marzo de 2020, fue el primero tras el pacto de gobierno PSOE-Unidas Podemos; de hecho la manifestación se venía preparando desde el minuto 0 tras el pacto, y ambos partidos lo veían como la primera oportunidad para mostrar “músculo” y la “nueva realidad social”, en la que el feminismo militante se mostraba pujante, al haber creado una estructura de innumerables cargos públicos –incluído un ministerio-, y de subvenciones a personas y entidades que hallaron en el feminismo su modo de vida.

No deja de ser paradójico que pasados tres años de aquella fecha, este pasado día 8 de marzo haya visualizado, las grandes diferencias existentes en los dos partidos del gobierno, unidos exclusivamente por los objetivos de sus extremos, de un lado el mantener la presidencia de Pedro Sánchez y su gobierno, y de otro mantener los puestos y prebendas de personas, que expresa perfectamente la frase popular “no se han visto antes, ni se van a ver en otra como ésta”.

Desde el punto de vista técnico –sanitario-, han sido muchos los estudios y ensayos hechos sobre la manifestación y sus efectos en la trasmisión, unos tienen poco rigor porque si bien reconocen cierto papel a la manifestación, lo cargan más al papel de los transportes públicos, como si para ir a la “mani” todo el mundo hubiera ido en sus coches o andando…

En los estudios se concluye que dentro del bajo riesgo de los actos al aire libre, dos factores actuaron como potenciadores del riesgo de trasmisión en la manifestación: la alta densidad de personas y el constante grito de consignas o cantos; en este punto viene bien recordar que del frontal de aquella manifestación –en su vertiente pública-, cayeron enfermas la vicepresidenta Carmen Calvo, la ministra Irene Montero, la ministra de Política Territorial Carolina Darias -actual ministra de Sanidad-, y la esposa del presidente de Gobierno,  Begoña Gómez. Y también lo hicieron Santiago Abascal y Javier Ortega Smith, en relación con otro acto multitudinario.

El que estos eventos fueran una bomba biológica en sí mismos, algunos especialistas lo rechazan porque relacionan sobre todo la trasmisión a otros ámbitos –domicilios, bares y oficinas-, pero es indudable el efecto aglomerador de este  tipo de eventos, catalizados por la nula distancia entre personas que además no cesaban de hablar, gritar o cantar (Trabajo de Lakha, Rudge y Holt/ LSHTM)  En estudios realizados al efecto, se concluyó que se hubieran evitado en España más de veinte mil muertes, con el adelanto del confinamiento domiciliario en una semana (Universidades de Rovira i Virgili-Tarragona- y de Zaragoza. Alex Rovira).

La foto de la pancarta del 8M con las representantes del gobierno, ha quedado para la historia como icono de una decisión tardía  –según Alex Rovira, dos semanas tarde-, ya que el gobierno recibió dos días antes unos datos (365 contagios y 5 muertes), que expresaban una multiplicación por siete de los casos y por cinco de la muerte.. ¡en una semana! Ergo…

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