Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

Carta del Editor

Sambenitos, injusticias o la Inquisición rediviva

melillahoy.cibeles.net fotos 1253 carta editor

“Ahora, en España, ha volado la presunción de inocencia para dejar paso a unos tribunales populares mediáticos, han sobrevolado muchos e injustos sambenitos, ahora, en España (y en Melilla muy especialmente) ha vuelto la Inquisición. Con otros nombres, con otras maneras, con menos sangre, pero con similar daño”

Leo, y recuerdo, que el saco bendito, o sambenito, era la prenda utilizada para señalar a los condenados por la Inquisición. Ahora, en España, ha volado la presunción de inocencia para dejar paso a unos tribunales populares mediáticos, han sobrevolado muchos e injustos sambenitos, ahora, en España (y en Melilla muy especialmente) ha vuelto la Inquisición. Con otros nombres, con otras maneras, con menos sangre, pero con similar daño. Algunos, repito y destaco, "algunos" elementos de la Guardia Civil de Melilla actúan como los inquisidores de las peores épocas de España. Y algunos simplones, como el Piticlín, el gran enemigo de los sindicatos policiales en su nefasta etapa de concejal de Seguridad melillense, les corean. Los nuevos inquisidores han hecho, con la inhibición de sus jefes, un daño terrible a Melilla durante estos últimos años, un daño que ya estamos pagando en forma de desgobierno y paralización administrativa y que vamos a seguir sufriendo durante mucho más tiempo.

Escribe David Jiménez en El Mundo sobre "El país de la meritocracia menguante" que hoy es España (y no digamos Melilla): "De las muchas indignidades que viene padeciendo el contribuyente español (martirizado a impuestos y perseguido por los vampiros todopoderosos de la Agencia Tributaria) quizá ninguna sea más irritante que la de ver cómo sus impuestos sostienen una gigantesca agencia de colocación que permite a miles de políticos mamar del sistema, la mayoría de los cuales no están preparados para ocupar sus cargos… Y el resultado es un país donde cualquiera puede ser cualquier cosa en cualquier sitio, como Guillermo Zapata, el fallido concejal de Cultura de Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid". Pero Zapata sigue, ahora como concejal de dos distritos madrileños, como siguen tantos políticos y funcionarios melillenses (de la administración local y de la nacional) que han demostrado, hasta la saciedad, su incapacidad y su falta de méritos para cumplir con sus cometidos. Y los que se ponen de perfil y no hacen nada, son mucho peores que los que, intentando hacer algo, se equivocan
Es curioso comprobar cómo se repite la Historia. Benito Pérez Galdós, en uno de los capítulos de sus extraordinarios Episodios Nacionales, escribió acerca de las memorias de un cortesano en la Corte española de 1815, la del infausto Fernando VII. Habla don Benito del Real Consejo, sumo órgano rector durante los seis años de absolutismo, y dice: "Era una tumba para el mundo y un paraíso para los que estaban dentro. Para el Reino, la muerte, para los privilegiados, dulce y reposada vida". Y asegura uno de sus miembros: "No puede moverse un dedo en todo el Reino sin que nosotros entendamos en ello; sin que lo autoricemos, no puede el español sacar un pececillo de las aguas de un río, ni echar sal al puchero, y si alguna cabeza hueca concibe proyectos de aparente utilidad para desviar el suave curso de la española vida, nosotros acudimos solícitos allá donde prendió el incendio, apagándolo, poniéndole encima una losa de papel, bajo la cual se queda criando musgo, si no gusanos, por los siglos de los siglos". La Administración sigue ahogando cualquier iniciativa melillense. Mantener una empresa en nuestra ciudad es una heroicidad. Crear una empresa en Melilla es casi un imposible. Un país, o una ciudad, sin pequeñas y medianas empresas es un país, o una ciudad, sumidos en el comunismo real, o sea, en la pobreza y la falta de libertad.

La Inquisición rediviva en forma de denuncias sin cuento y procesos judiciales interminables. El mérito, que es, para el que lo tiene, más una losa que una ventaja. La Administración, en la más amplia acepción de la palabra, que es una losa bajo la que permanecen sepultados los proyectos, los necesarios intentos de cambio. Ayer, en el año 1815, como hoy, en 2015. Han pasado dos siglos, y han cambiado los estilos, las palabras, pero las cosas no son muy diferentes, sino muy parecidas a lo que dos siglos atrás ocurría.

Hay que tener en cuenta, también, que, como me decía un amigo días atrás, hoy ser político, o dedicarse a la política, es una de las cosas más nefastas y frustrantes que uno puede ser, porque los políticos, en la España actual (y no digamos en Melilla), son tratados como la peor basura, por los jueces, por los periodistas, por los ciudadanos en general. Y lo que es peor, lo que es verdaderamente nefasto, es que los políticos actuales, más allá del generalizado tono de meritocracia menguante, pueden hacer, y hacen, muy poco, acechados no sólo por las innumerables denuncias judiciales, si no por una gigantesca administración pública que, como el Real Consejo de la época del falaz Fernando VII, pone encima de cualquier proyecto renovador losas de papel, bajo las cuales queda durmiendo el proyecto por los siglos de los siglos.

Me apresuro a indicar que toda regla tiene su excepción. Ni todos los jueces son malos, aunque haberlos haylos, ni lo son todos los periodistas, ni todos los empleados públicos, ni ningún colectivo humano. Tampoco es mala la naturaleza humana, ni buena enteramente. Es como es y permanece, con sus virtudes y defectos, siglo tras siglo, como la historia, si le prestamos un poco de atención, nos demuestra.

Posdata. Últimamente estoy más que decepcionado con cosas que han hecho o que no han hecho, más bien, los dos máximos rectores de la política melillense, Juan José Imbroda y Miguel Marín. Por eso me siento moralmente más legitimado, ya cerca del próximo día 3, para decir que ambos han trabajado denodadamente en pro de nuestra ciudad y han tenido el valor de luchar, sin rendirse ni esconderse, contra ataques desde todos los frentes, muchos de ellos sucios, sin fundamento, miserables. Al mismo tiempo hago público mi convencimiento absoluto de que ninguno de los dos son corruptos, por mucho que les hallan acusado de eso. Esconderse y ponerse de costado puede hacer quedar bien momentáneamente a quienes lo hacen, pero es una cobardía intolerable, especialmente para los que viven de la administración pública. Ni a Imbroda ni a Marín se les puede acusar de eso, desde luego.

Loading

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€