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Recordando los Regulares de González-Tablas II

Por José Antonio Cano Martín

… El general Aizpuru, que sucedió al general Gómez Jordana en el mando y jefatura de la Comandancia General de Melilla, prestó una especialísima atención a la Oficina de Asuntos indígenas, impulsando todas sus actividades y tratando de mantener en la misma a los funcionarios y personal idóneo más competente, personal que por sus conocimientos del indígena llegó a prestar inestimables servicios a la acción española y cuya valoración, a veces, quedaba olvidada o catalogada como un simple trabajo burocrático.
De estas Oficinas de Asuntos indígenas, de las que la de Melilla fue la Oficina-madre, nacieron con los años las Intervenciones que tanto hicieron por la prosperidad de Marruecos”. Ramón Touceda

De la pasividad a la acción
El término de la guerra europea levantaba la hipoteca de Francia respecto a nuestra actuación en Marruecos.
La experiencia de la colaboración con el Raisuni había probado que era absolutamente indispensable vencer por las armas la rebeldía como tarea fundamental para poder emprender una acción protectora eficaz y cumplir nuestros compromisos internacionales. Quedaba siempre la hipoteca de los partidos de izquierda que mantenían en el pueblo una hostilidad y una repulsa respecto a nuestra acción marroquí. Ello hizo que, en este momento de sustituir a Jordana en la Alta Comisa, se pensase, por parte del Gobierno, en confiar el cargo de Alto Comisario a hombre civil.
Fue ofrecido el cargo a varios significados políticos, especialistas en cuestiones marroquíes, pero ninguno aceptó. Y ello dio lugar a la solución más lógica, nombrar Alto Comisario aun general prestigioso, don Dámaso Berenguer. Realmente era lo que procedía ante una situación que, por fuerza era preponderantemente militar.
El general Berenguer, al hacerse cargo de su cometido el 2 de febrero del año 1919, inició una serie de visitas de inspección, con las que actualizó y puso al día sus profundos conocimientos del problema político que España tenía planteado en su protectorado de Marruecos. Ceuta, Melilla, Larache, Tetuán y Tánger fueron etapas de un viaje que confirmó al nuevo Alto Comisario en la necesidad.de seguir los planes que desde un principio se había trazado: prescindir del Raisuni, si es que éste no se sometía a la autoridad del Majzen, aunque ello significara una abierta ruptura con el famoso Xerif. Berenguer estaba decidido a apoyar al Jalifa acrecentando la hasta entonces precaria influencia que ejercía sobre las cabilas.
Marcha el Alto Comisario a Madrid para informar de los resultados de su visita de inspección y de los planes que, a consecuencia de ella piensa proponer a la consideración del Gobierno.
Ha de actuarse. en primer lugar, en Anyera. Va a seguir, fundamentalmente, la línea de acción política, pero respaldada en todo momento con la solidez y energía que las armas pueden proporcionar.
No se ha de tomar por debilidad el lenguaje diplomático, será sólo expresión sincera de un deseo de convivencia y de afrontar los problemas con espíritu de colaboración. Berenguer reunía excepcionales cualidades para llevar a feliz término su difícil misión de Alto Comisario. Es un profundo conocedor de la Zona y sus problemas; es un experto general y ponderado político. Con profundos razonamientos apoya el plan que se ha trazado v que somete en Madrid a la consideración del Gobierno.
El Alto Comisario razonaba la necesidad de ganarse la amistad de las cabilas de Anyera, con argumentos de naturaleza estratégica, sociológica y económica. Anyera era una de las cabilas más extensas, pobladas y poderosas; ubicada en una zona con extensa costa al estrecho de Gibraltar, ejercía notable influencia sobre la del Haus, cuyas alturas dominaban la carretera y el ferrocarril de Ceuta a Tetuán. Limítrofe con ella, y sometida a su influjo, estaba la cabila de Uadrás, por la que pasaba el camino del Fondak, puerta y paso obligado para la comunicación de Tetuán a Tánger.
Ceuta, Tetuán, Tánger; la seguridad del tránsito pacífico entre las principales capitales de la zona estaba, en manos de las cabilas de Anyera.
A estas consideraciones añadió el general Berenguer el hecho de que la comarca estaba muy bien trabajada políticamente, con lo que ya se habían conseguido importantes sumisiones al Majzen, como la hecha por las cabilas de Galanien, y otras, como la de Baharanien, se presentaban en muy buena disposición de aceptar la propuesta española de amistad y sumisión a la autoridad del Majzen.

De los Mogataces de Orán a los Regulares de Ceuta
“En 1509, cuando terminada la Reconquista de la Península nuestras tropas pasaron a África, el Cardenal Cisneros ocupó Orán. Ya se habían ocupado Melilla (1497), Mazalquivir y Cazaza (1505).
En 1708 se pierde Orán y Mazalquivir y en 1932 la
expedición mandada por el conde de Montemar recupera ambas plazas.
Desde el mismo momento de nuestra presencia en territorio africano las reacciones de los turcos y de los berberiscos dieron lugar a dos clases de afectos a España: los Moros de paz, a los que España concedía ayuda y seguro, que coadyuvaban con nuestras tropas cuando era preciso, y los Mogataces, soldados del país que tenían las misiones de servir de intérpretes, de guías y de combatir, ya por medio de razias y correrías, ya juntamente con las fuerzas españolas. El general Vallejo fue el que organizó en 1734 la Compañía de Mogataces de Orán.
Cuando en 1791 Carlos IV cede Orán y Mazalquivir al Bey de Túnez, los Mogataces, escasos en número, vienen a Ceuta, donde viven penosamente. En 1859 el general Buceta. Gobernador Militar de Melilla pidió y obtuvo la creación de una Sección de Moros Tiradores del Rif. Mogataces y Tiradores del Rif prestaron servicios en la Guerra de África (1859-60). En 1864, la Sección de Tiradores del Rif pasó a engrosar la que existía en Ceuta de los Mogataces.
En 1887 la Sección se transformó en Compañía de Moros Tiradores del Rif y con el Escuadrón de Cazadores de Ceuta y la Compañía de Mar constituyeron lo que se denominó Milicias Voluntarias de Ceuta.
La Compañía estuvo presente en Madrid con ocasión de la boda del Rey (1906) siendo acogida con gran entusiasmo; actuó en Casablanca (1907), prestó diversos servicios de paz y de guerra y fue revistada en 1909 por el Rey en su cuartel del Angulo con ocasión de su visita a Ceuta. En 1911 se habían aumentado sus efectivos, quedando constituida la Milicia Voluntaria de Ceuta por cuatro compañías de Infantería, una sección montada y tren de combate. En las operaciones alrededor de Tetuán y para oponerse a la actitud de rebeldía en la zona de Ceuta, en 1913 tomó parte muy activa, sobre todo en los avances que desde Ceuta preparaban la ocupación de Tetuán.
Organizadas por R. O. de 31 de julio de 1914 las Fuerzas Regulares Indígenas, la Milicia Voluntaria de Ceuta (los viejos Mogataces y Tiradores del Rif pasa a formar parte del Grupo de Regulares de Ceuta nº 3.
El último jefe de la Milicia Voluntaria de Ceuta fue el teniente coronel don Manuel de las Heras Jiménez (1912-1915).
Si estas fuerzas indígenas eran convenientes, ya que por conocer el terreno y el modo de combatir de los rebeldes, prestaban muy buenos servicios, tenían también, en el caso de España en Marruecos, la plena justificación de que España no estaba en guerra con el Imperio de Marruecos; España ayudaba al Sultán a vencer la rebeldía de los que no admitían su gobierno y, además, preparaba unas tropas que serían utilísimas cuando Marruecos recobrara totalmente su soberanía. El caso de las Mehal-las Jalifianas da de ello un testimonio bien elocuente. Toda la acción pacificadora de España en Marruecos está cuajada de heroísmo. Es normal que en estas tropas de Regulares y Legión, como fuerzas de choque, las acciones heroicas alcanzasen las mayores cifras”.
El 15 de marzo, el Alto Comisario regresó de Madrid. Su primer paso fue difundir entre los cabileños cuál era la verdad de la situación. Decía: “España no está en guerra contra los marroquíes: la guerra es entre Muley el Mehdi y el Raisuni; por eso, un buen musulmán debe ayudar siempre al representante del Príncipe de los Creyentes que el único que puede declarar la Guerra Santa”.
Como apoyo de esta sabia maniobra, nacida en la mente de un experto conocedor de la psicología del musulmán, comenzaron los preparativos militares para la ocupación de Anyera. Se sabía que, días antes, el Raisuni había ordenado la detención de un jefe de Barkokien, decidido partidario de la sumisión de Anyera. La actividad desarrollada para la total sumisión no conoció un solo día de tregua en esta segunda quincena del mes de marzo de 1919. El día 16, fuerzas de la Policía Indígena y la “harca” del caíd Mohamed Ben Ali, ocuparon Bu-Aada y el Zoco de Tagarantz. El día 17 se asegura esta ocupación, situándose convenientemente en puntos que rodean y protegen Bu-Aada. El 18 es testigo de una más ostentosa manifestación de fuerzas, tropas de Regulares de Ceuta y de la mía de Policía Indígena mandadas por el jefe de Estado Mayor de la Comandancia General de Ceuta, coronel Correa, ocupan pacíficamente Cudia Marah y Cudia Butfail, lugares que dominan el Zoco el Telata.
Si la importancia de estas primeras ocupaciones quedó claramente reflejada y razonada en el radiograma que el, Alto Comisario envió a los ministros de la Guerra y Estado, la repercusión de estas felices y alentadoras operaciones quedó pronto empequeñecida por la noticia de que nuestras tropas habían penetrado en Alcázar Seguer.

La importancia de un Pequeño Castillo
La prensa de la época destacó en forma prominente la importancia que para nosotros tenía la ocupación de Alcázar Seguer, “el Castillo Pequeño”… Pero, en su afán de soldar antiguas grandezas con las glorias que entonces cosechaban las tropas de España, centraron, casi en su totalidad, la importancia de la ocupación en el recuerdo histórico. Ciertamente, no era muy halagüeña la imagen que Alcázar Seguer podía evocar en el recuerdo de nuestra historia. Situado a la salida del estrecho de Gibraltar, frente a Tarifa, había sido el punto elegido por el célebre caudillo Tarik en aquella primera incursión de los árabes a España. Evocaban los rotativos de la época el nombre de Gibraltar, cuyo origen aseguraban provenía de que cuando las naves que conducían a los sarracenos divisaron el promontorio rocoso, voces aduladoras, ganosas de obtener el favor de su jefe, gritaron, augurando victorias sin cuento. ¡Yebel Tarik! ¡Yebel Tarik! … y Yebe1 Tarik, el monte de Tarik, se transformó andando el tiempo en Gibel-tari y finalmente en Gibraltar, aunque Gibraltar sea en realidad toponimia celtibérica de lo más auténtica. El Alto Comisario hubo de sonreír al leer la prensa de la Península, en la que de esta forma se ponderaba y celebraba la conquista del famoso puerto de la costa de Marruecos. Sonrió el general Berenguer, porque si bien es cierto que Alcázar Seguer fue el punto de partida de numerosas incursiones a nuestra Península, si bien es cierto que los almorávides, almohades y merinidas, eligieron este puerto como base de partida para sus avalanchas, no quedaba de aquellos pasados esplendores más que una playa abandonada en la que ningún vestigio podía proclamar la pasada gloria del establecimiento fenicio y del importante astillero berberisco. Alcázar Seguer era verdaderamente importante. Su importancia actual estribaba en ser lugar de entrada incesante del contrabando de armas por el que se nutrían las cabilas insurrectas.
La ocupación se realizó el día 21 de marzo y no hubo más dificultades que las naturales derivadas de la aspereza del terreno. Los habitantes de los poblados cercanos recibieron cordialmente a los enviados del Alto Comisario.
El general Berenguer fue felicitado por el Rey y el Gobierno. La posición de España en su zona de protectorado se estaba reafirmando de modo efectivo, y lo que era más admirable, – éste se conseguía pacíficamente, dejando que el buen diálogo de la política no diera lugar al bronco sonar de las armas de fuego. No cabe duda que la pacificación se apoyaba eficazmente en la presencia y en el despliegue de fuerzas que acompañaban a estas ocupaciones.
Es cierto que Alcázar Seguer se sometió sin que nuestras fuerzas tuvieran más molestias que las fatigas naturales de la dilatada marcha por un terreno difícil, pero a Alcázar Seguer llegó una columna que al mando del general López Sanz, estaba integrada por la Mía número 1 de la Policía Indígena; tres tabores de Infantería del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Ceuta, un escuadrón del tabor de Caballería, una compañía de fusiles y otra de ametralladoras del Regimiento de Infantería de Ceuta número 60, una sección de montaña de Intendencia, una ambulancia de Sanidad Militar y una Sección del Parque Móvil con cartuchería de fusil.
Esta columna, que se acercó a Alcázar por tierra, estaba apoyada por la presencia, en aguas de la bahía del cañonero Bonifaz.
La altura de Gomara, que dominaba la bahía y el asentamiento de los restos de una antigua fortaleza, fueron ocupados con anterioridad a la llegada del resto de las fuerzas. La Mía de la Policía Indígena alcanzó esas alturas después de una arriesgada y penosa marcha nocturna.

Los insurrectos no acatan al Majzen
No habría de acabar el mes, que con tan buenos auspicios estaba transcurriendo, sin que las huestes del Raisuni dejasen de dar muestras de su obstinación.
Los convoyes a Alcázar Seguer empiezan a ser hostilizados primero y atacados abiertamente días más tarde. El 9 de abril se traba duro combate entre la escolta del convoy que marcha de Hamma a Alcázar, y tras tener que lamentar algunas bajas, el convoy recibe órdenes de retroceder para evitar mayores pérdidas.
Inmediatamente se adoptaron las disposiciones necesarias para montar una operación que diera confianza a las cábilas sometidas y que asegurase de forma efectiva la comunicación entre las Comandancias Generales de Larache y Ceuta.
No se amilana el Raisuni y pone en marcha su plan concebido para alcanzar unos propósitos perfectamente definidos.
Sus tres propósitos fundamentales eran: interrumpir la comunicación de Ceuta con Tetuán; hacer el vacío alrededor de la capital del Protectorado llevando además la rebeldía a sus propios muros: y cortar la comunicación de Tetuán con Tánger y Larache por el Fondak de Ain Yedida.
La comarca de Beni-Hozmar es preocupación constante en el ánimo del Raisuni. Situada al sur de Tetuán, separada de la población por el fuerte cordón que forma el río Martín, es zona que reúne óptimas condiciones para las emboscadas y sorpresas. Su proximidad a Tetuán la convierte en centro ideal de estas maniobras que llevan inquietud y una tremenda sensación de inseguridad a los habitantes de la capital. Pero el Xerif Muley Ahmtel Raisuni sabe que debe vigilar estrechamente el territorio de Beni Hozmar. Sabe que Beni-Madan poblado de la cabila de Beni-Hozmar es afecto al Majzen desde hace tiempo. Está al corriente de la labor de atracción que la Alta Comisaria española hace para atraerse a sus pobladores, labor apoyada por Ben Azuz, Gran Visir del Jalifa.
Raisuni emplea sus terribles métodos para mantener sometida la comarca del sur del río Martín. Instala una de sus harcas más temidas y prestigiosas en el poblado de Ben Karrich desde el que irradia las terribles razzias muy especialmente contra aquellos aduares, caseríos y poblados donde han hecho acto de presencia los españoles o los emisarios del Jalifa.
El castigo es tremendo. El Raisuni no tiene freno a la hora de ejecutar su venganza o de dar una lección a los que envalentonados se han atrevido a solicitar la ayuda de sus enemigos. Su afán es convencer a los indígenas de que la ayuda que España les ha prometido carece de todo valor, y que es a él al que deben estar sometidos de buen grado, ya que de no hacerlo su vida será peor que mil muertes.
Pero la osadía le lleva incluso a atacar a unidades del Ejército español, y así, el día 17 de marzo, sorprende a una columna de Regulares que de regreso a Laucien se dirigía a Tetuán… (Continuará)

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