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Los juegos de la tontería

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Agua de Trara

 

Si algo puede llevar a un mago al fracaso es que el público conozca sus trucos. Los practicados esta semana por Pedro Sánchez han sido muy evidentes. Para desviar la atención de escándalos como el caso Koldo y los tejemanejes de su mujer, la “catedrática” -es broma- Begoña Gómez, el todavía presidente del Gobierno se ha dedicado a tareas ajenas a los intereses generales, para que se hablara menos del negocio de las mascarillas inútiles y los patrocinios de la tal Begoña.

El primer intento ha sido la excursión a varios países de Oriente Medio. Una lamentable pérdida de tiempo y de dinero. Las posibilidades que tiene España de influir -no digamos resolver- la crisis entre Israel y algunos de sus vecinos son literalmente cero. Un eventual reconocimiento de Palestina como Estado no significa nada. Es una manera de hacer el ridículo como otra cualquiera.

La visita a la cripta del Valle de los Caídos ha sido marca de la casa. Sin presencia de periodistas, con unos forenses que llevaban meses sin aparecer y todos, como Sánchez, disfrazados con batas nuevas, de estreno, que salen mejor en la imagen. El interés del público por la exhumación e identificación de los restos del abuelito es descriptible: en las criptas de la basílica están enterrados más de 33.000 víctimas de la guerra y sólo 160 familias han pedido la penosa y compleja tarea de identificar a su antepasado. Es decir, menos del 0,2 por ciento de quienes podrían solicitarlo.

¿Y para qué? La mayor matanza de la Guerra Civil se produjo en Paracuellos del Jarama y las victimas están donde cayeron, sin que nadie haya propuesto excavar para identificar un huesecito.

En línea con la misma tontería, este Gobierno tramposo ha anunciado que recurrirá al Tribunal Constitucional e incluso a las Naciones Unidas si varias comunidades autónomas aprueban leyes de Concordia para superar las manipulaciones de las leyes de Memoria, llámense histórica o democrática. Ambas son un bodrio que falsean la historia, al servicio de una dinámica guerracivilista que busca sacar un provecho de la mentira. Lo que busca la concordia es, precisamente, respetar a todas las víctimas de la violencia que sufrió España entre 1940 y 1950, en lugar del maniqueísmo que patrocina la izquierda.

Hace años que los memorialistas no publican una sola obra de interés. Los historiadores del periodo, por el contrario, hemos efectuado aportaciones que desvirtúan los mensajes del PSOE y sus cómplices. No tengo más remedio que citar mi reciente libro “La represión de la posguerra”, donde queda demostrado que los ejecutados de ese periodo fueron un máximo de 15.000, una cifra enorme, pero lejos de los 50.000 que, sin fuente alguna, imaginaban los autores “progresistas”. La inmensa mayoría de los ejecutados eran autores materiales o inductores directos de hechos de sangre: asesinos, violadores, torturadores, ladrones… Por supuesto que el bando nacional fue también responsable de asesinatos y de sentencias injustas, pero la crueldad de los revolucionarios fue mucho mayor.

“Detengan Paracuellos”, de Pedro Corral, demuestra que los principales responsables de la matanza, en noviembre y diciembre de 1936, fueron dos socialistas: el presidente del Consejo de Ministros, Francisco Largo Caballero, y su ministro de la Gobernación, Ángel Galarza.

La última investigación publicada, hace apenas quince días, se debe a los profesores Manuel Álvarez Tardío y Fernando del Rey: “Fuego cruzado. La primavera de 1936”. En los cinco meses de gobierno del Frente Popular la violencia política causó 482 muertos y algo más del 70 por ciento de los incidentes fueron debidos a la izquierda, incluidos los enfrentamientos con la fuerza pública.

Nadie ha podido rebatir los tres libros citados, ni podrán hacerlo, aunque dediquen los años de investigación de quienes los hemos escrito, con al empeño puesto en los hechos.

Los juegos de la tontería no han terminado ahí. La ministra de Sanidad, Mónica García, ha propuesto sustituir las guardias médicas de 24 horas por otras de 17, lo que haría la organización de un hospital prácticamente imposible. Es para darle el  primer premio de un concurso de extravagancias concurso que se convocara en algún psiquiátrico.

Y en medio de todo ello parió el Vaticano. La última ocurrencia del papa Francisco ha sido establecer una fecha fija para la Semana Santa, en contra de la tradición y la referencia histórica. Unos curas de Toledo llevan algún tiempo rezando para que el argentino llegue al Cielo cuanto antes. Parece que todavía no han rezado lo suficiente.

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Miguel Platón

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