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La seguridad vial en Melilla, un espejismo

La realidad es que sigue habiendo muchos automóviles en esta ciudad. Y el quid de la cuestión es que en Melilla no se está haciendo una apuesta por la movilidad sostenible, que es lo que de verdad nos llevaría a unas calles más seguras en materia de viabilidad, además de a una ciudad mucho más agradable y una reducción de la contaminación del aire y el ruido

Dos personas han fallecido atropelladas en Melilla en apenas unos días. Dos sucesos trágicos que, a juzgar por los hechos, no han merecido una reacción rápida de nuestros políticos para evitar que se repitan. Lejos de mostrar interés en el problema que hay en nuestras calles, siguen a lo suyo, con su propaganda política, metidos de lleno en la precampaña electoral y esquivando una responsabilidad indirecta.

Porque, como decía hace unos días Eduardo de Castro, es cierto que la máxima responsabilidad es de quien se salta unas normas de tráfico que todos, tanto conductores como peatones, tenemos que cumplir en cuanto ponemos un pie en la calle. Pero los cargos públicos y jefes de organismos y cuerpos policiales que están implicados en el tráfico también tienen una responsabilidad indirecta, ya que de su gestión, o falta de ella, depende lo que sucede en la vía pública.

Nos queda la sensación de que su único interés es escudarse en una estadística engañosa cuando dicen que los siniestros viales han descendido, obviando los efectos de la pandemia. En 2020 la importante bajada no se debió a que los melillenses, milagrosamente, condujéramos con una mayor precaución, sino a que estábamos confinados en nuestras casas por la pandemia del coronavirus. En 2021 no hubo restricciones de movilidad, pero el número de coches que circulaban por nuestras calles, y que siguen circulando, es muy inferior al de la prepandemia porque no están los más de 20.000 coches que entraban y salían a diario por la frontera. De esto no se habla, pero tiene impacto a la baja en la estadística.

Pero, aunque desde hace dos años no tengamos que añadir a nuestro gigantesco parque móvil el volumen de vehículos que entraban desde Marruecos, la realidad es que sigue habiendo muchos automóviles en esta ciudad. Y el quid de la cuestión es que en Melilla no se está haciendo una apuesta por la movilidad sostenible, que es lo que de verdad nos llevaría a unas calles más seguras en materia de viabilidad, además de a una ciudad mucho más agradable y una reducción de la contaminación del aire y el ruido.

Lo vemos, por ejemplo, en el estado lamentable del carril bici, en algunas zonas tan desgastado, que es cada vez más un peligro para sus usuarios. En esta legislatura, el carril bici no se ha ampliado, salvo la continuación de unos escasos metros desde las Torres V Centenario hasta la rotonda de la Delegación del Gobierno, ya que el tramo de carril bici inaugurado por nuestros actuales gobernantes en el Industrial estaba proyectado por sus antecesores. Las ciclocalles, conocidas en el ámbito ciclista como “ciclotimo”, son inseguras y sus itinerarios transcurren por las vías públicas con más baches de Melilla.

El transporte público está atravesando un momento muy delicado y desde la Ciudad Autónoma nadie intenta incentivarlo. A veces pareciera que le quieren dar la puntilla. Los caminos escolares, premiados por Europa años atrás, están abandonados y no se ha fomentado su uso, lo que hubiera permitido entornos escolares más seguros y muchos menos embotellamientos a la hora de la entrada y la salida del colegio. El consejero de Medio Ambiente, competente en movilidad, está más interesado en crear una zona azul para coches en el centro que en apostar por la peatonalización y fomentar el uso de los aparcamientos públicos situados a escasos metros.

Las ayudas para compra de bicicletas han perdido dinero en estos presupuestos, supuestamente porque sobraron fondos en la anterior convocatoria, lo que no es más que un mensaje claro de que los melillenses no apuestan por la bicicleta al no sentirse seguros en cuanto se suben a ella. Son muchos los que quieren otra forma de moverse por la ciudad, pero descartan rápido la idea al verse tan vulnerables cuando tienen que compartir espacio con los coches.

Apostar por la movilidad sostenible es ir reduciendo el número de coches en las calles, causantes de múltiples problemas de atascos e inseguridad vial. Mientras esa idea no les entre en la cabeza a nuestros políticos, seguiremos con altas tasas de siniestralidad. Perdemos todos.

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