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La lupa en el lugar equivocado

No es comprensible que la lupa esté sobre la acción de la Guardia Civil, que lucha contra esas mafias y protege nuestras fronteras. El sentido común y el apoyo de la sociedad española al Cuerpo a raíz de la imputación del coronel jefe deberían hacer reflexionar a aquellos que miran a otro lado ante los mafiosos y, sin embargo, se empeñan en criminalizar a quienes actúan por imperativo legal Madrugadas como las del miércoles demuestran que detrás de la inmigración hay organizaciones criminales sin escrúpulos que hacen negocio con la desesperación y la esperanza de miles de personas. Algunas voces se empeñan en poner en duda esta teoría, sobre todo en el caso de los inmigrantes que saltan la valla, pero el cambio de estrategias buscando la debilidad del sistema de vigilancia fronteriza dejan en la cuerda floja dicha postura basada en la incredulidad. Detrás de la inmigración clandestina hay mafias cuyas primeras y principales víctimas son los propios inmigrantes, que son captados y engañados con la posibilidad de una vida mejor para posteriormente explotarlos. En el caso de algunas mujeres, esa explotación va incluso más allá convirtiéndolas en víctimas de trata, como algunas ONGs han conseguido documentar. Investigaciones policiales lo atestiguan, pero no hace falta tirar demasiado del hilo para que cualquier ciudadano de a pie pueda darse cuenta de ese negocio millonario que siempre sale ganando a costa de las desgracias ajenas. Una sencilla visión de lo que ocurre en nuestras fronteras permite percibirlo, como pasó el miércoles con los tres intentos simultáneos por tierra y mar y diferentes puntos del perímetro fronterizo para dividir a los agentes de ambos países y tener, por lo tanto, más probabilidades de acceso. Otro ejemplo más cotidiano son los vehículos que ocultan inmigrantes en dobles fondos. El conductor que se presta a introducirlos está beneficiándose también de ese negocio, aunque en muchos casos también suelen ser víctimas de las mafias, a las que recurren por una precaria situación económica. Parece claro que esta presión migratoria que sufre Melilla, a la que es necesario dedicar muchos recursos humanos y materiales para hacerle frente, la mueven organizaciones criminales contra las que nadie parece levantar la voz. Ni los jueces que ahora investigan las llamadas devoluciones en caliente, ni las ONGs que dicen estar al lado de los inmigrantes pese a que no mueven un dedo contra las organizaciones criminales que trafican con ellos hasta llegar al extremo de comercializar con niños para usarlos como escudos en las pateras o como acceso directo a Melilla para los adultos que los acompañan haciéndose pasar por sus padres. Las mafias también provocan la mayoría de las veces situaciones de peligro para introducir ilegalmente en España a los inmigrantes, pero las ONGs tampoco dicen nada aun cuando éstos son víctimas que tendrán cuentas pendientes con los mafiosos toda su vida tras haber caído en sus redes.

No es comprensible que la lupa esté sobre la acción de la Guardia Civil, que lucha contra esas mafias y protege nuestras fronteras. El sentido común y el apoyo de la sociedad española al Cuerpo a raíz de la imputación del coronel jefe deberían hacer reflexionar a aquellos que miran a otro lado ante los mafiosos y, sin embargo, se empeñan en criminalizar a quienes actúan por imperativo legal.

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