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El rincón de Aranda

La campanita que no tañe

Un día le pregunté a un buen amigo mío, si sabía el nombre de la campanita que “no tañe”, del Cementerio; contestándome que pudo ser bautizada como: “La Gloriosa de San Roque”, en honor de San Roque de Montpellier, muerto de la peste el 16.08.1327. Cuenta la leyenda que éste santo, desde muy pequeño hacía obras piadosas, y que al morir su padre le dejó como legado, que debía servir a Jesucristo, y siempre a los pobres. También lo nombró dueño de sus bienes, para emplearlo en beneficio de los humildes; y que siempre hubiese en sus casas, espacio para pobres, enfermos y huérfanos. Desde 1518, es patrón de la ciudad de Santiago de Compostela, año en el que la ciudad asolada por la Peste se encomendó al Santo, con la promesa, que si los libraba lo erigirían en patrón de la ciudad renovando cada año el Voto cada 16 de agosto. Hay quien cree que el patrón de dicha ciudad es Santiago Apóstol, pero por lo visto es un error: es el de San Roque.
En Melilla, el 2.10.1752, una epidemia de peste, causó cuantiosos muertos, y las autoridades de la Plaza, de acuerdo con el Vicario, acordaron saliera la Virgen de la Victoria en procesión, deteniéndose la imagen delante del Hospital, en el Hoyo de la Cárcel, lográndose que a partir de entonces disminuyera la mortandad.

Cuarenta y cinco años más tarde, el 3.04.1797, fue aprobado por Real Cédula la construcción del Cementerio de San Carlos, situado en al 4º Recinto amurallado, realizado por el Ingeniero Vicente Sánchez Boado; y en diciembre de ese año, el Vicario Francisco Muñoz Gálvez lo bendijo como Camposanto. El primer enterramiento, fue el del desterrado, José Pinedo, de 26 años, y hay quien afirma que el primer enterramiento se hizo en septiembre de 1797, y otros que fue en diciembre del mismo año. Cuentan que entonces se determinó que la campana de ese cementerio, llevaría el nombre de: “Gloriosa de San Roque”, en honor del santo que murió de la misma enfermedad que los que él cuidaba: “La Peste”. Por eso, sería muy curioso para los amantes de nuestra Historia, como un servidor, que alguien bajase esa campanita, que trasladaron desde San Carlos a La Purísima, y comprobase in situ qué nombre figura en el labio o en el medio pie que produce, por los golpes del badajo, su singular sonido idiófono, que por desgracia, “no tañe”.

También deben saber que la campana de la Iglesia Castrense, fue bautizada con el nombre de “Eleuteria”, que fuera madre del Comandante General Fernández Silvestre, que al inaugurar el templo se refirió a ella. La campana de la Gota de Leche, igualmente la bautizaron con el nombre de “Paquita”, que fuera esposa del Alcalde Cándido Lobera. Y la de la Iglesia de Alhucemas, le dieron el nombre de “Eulalia”, en honor a la esposa del Alcalde Rafael Álvarez Claros.

Y para los estudiosos del tema, hay que decir que la situada en la espadaña del edificio conocido como Casa del Reloj, lleva grabada la siguiente inscripción en relieve: “*Santa*María*Ora* Pro*Nobis*Francisco*Melgar*Me* Fecit*Año*1685*”.

Sobre las de la Iglesia de El Pueblo, campanas conocidas por los nombres de: “Concepción”, “Victoria” y “San José”, hay que decir que la espadaña quedó derruida por el tiempo, construyéndose una nueva; y a iniciativa de la Orden Tercera de San Francisco de Asís, la campana grande, -la “San José”-, que está en la parte superior, fue fundida en el año 1940 en los talleres de la Junta de Obras del Puerto. Y creo que desde 1990 no se ha tocado más, solo el viento de temporal, como los que azotan aquélla zona de Melilla, de vez en cuando, hace que el badajo la haga sonar. Su Yugo, que era de hierro, con el paso del tiempo quedó herrumbroso y tuvieron que mandar a pedir uno nuevo a una empresa de Guipúzcoa. Las de abajo que son fijas, fueron fundidas en la ciudad de Málaga en fechas posteriores al famoso Sitio.

Por favor: solicito a los historiadores con diplomas, o sin ellos, a ser posible, hagan llegar, por estas mismas páginas, la leyenda que figura en esa famosa “campanita que no tañe” en La Purísima, y al responsable político: ¿por qué no ordena que en cada sepelio su sonido idiofónico, de diez toques pausados, se escuche en el atrio hasta que cada comitiva fúnebre haga su entrada en el patio?
Todo sea por nuestras ancestrales costumbres. Amén.

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