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Carta del Editor

Irrelevancia sindical, caos migratorio y redes sociales repugnantes

melillahoy.cibeles.net fotos 832 que alguien se baje del carro y tire

“Pero deberíamos saber que es desde Melilla, la ciudad que padece más este tipo de inmigración cada vez más numerosa, cada vez más agresiva, es desde aquí donde se debe actuar en primer lugar. Plantando cara, desde la Delegación del Gobierno o desde donde sea, a ministros, legisladores o funcionarios varios. O, si no se está dispuesto a hacerlo, dejando paso a otros que lo estén. La situación de falta de orden y concierto es insostenible y ya no hay excusa para seguir así”. El 1 de Mayo es el Día del Trabajo y, aunque parezca un contrasentido, no trabajó, como es habitual, casi nadie. Hay muchas tesis de expertos que recomiendan que España, para salir de la crisis estructural en la que nos encontramos, se tiene que parecer más a un país tan trabajador como Japón, pero la triste realidad es que estamos muy, muy lejos de ello. Los japoneses, cuando quieren protestar de algo, lo hacen trabajando más horas – y causando un problema de sobre producción a las empresas- porque para ellos el país está por encima de cualquier grupo o persona. Los españoles, como se sabe, lo hacemos no trabajando y el resultado es el que es.
De manera prácticamente unánime españoles y extranjeros culpan a los sindicatos españoles de gran parte de nuestros males económicos. En primer lugar porque, repletos de liberados de trabajar, cuestan mucho a los ciudadanos, ya que tenemos que mantenerlos con lo que nos quitan vía impuestos (como a Julio Liarte, por citar un ejemplo de alguien que siempre ha vivido y sigue viviendo de los impuestos de los demás y que cobra de la administración pública, por asesorarse a sí mismo, el doble de lo que gana un consejero con dedicación exclusiva y trabajando a tiempo completo), en vez de ocurrir, como en Alemania o Estados Unidos, por ejemplo, que se financien con las cuotas que paguen sus afiliados. Y en segundo término porque, repitiendo una y otra vez los mismos mensajes que hace cien años, más o menos, aburren no sólo a los ciudadanos en general, sino a sus propios seguidores, cada vez menos numerosos, como ha quedado demostrado en las manifestaciones de este último 1 de mayo.
A los sindicatos españoles les han dicho de todo los múltiples analistas y periodistas que pueblan nuestros medios de comunicación, pero la mejor definición ha sido la de Fernando Ónega que les ha calificado, con gran precisión, de "irrelevantes". Lo son y se lo han ganado a pulso, aunque "el Sistema" con su característico inmovilismo, pretenda mantener la apariencia de que cuenta con ellos para algo y les aliente a repetir unas consignas del siglo XIX que ya son más propias de niños no muy despiertos y recién llegados a la consciencia económica que de personas sensatas con alguna formación.
Sindicatos irrelevantes e inmigración insoportable para Melilla. El jueves un nuevo episodio de esa especie de broma pesada, que no tiene la más mínima gracia, de inmigración ilegal masiva en nuestra ciudad. Ya se ven más inmigrantes paseando por la ciudad que melillenses haciéndolo. Ya las colonias de inmigrantes sirios -por cierto, ¿por dónde han pasado todas estas familias de inmigrantes sirios? ¿con documentos de españoles de origen marroquí, quizás? ¿existe ya un nuevo negocio, el alquiler o venta de documentos españoles? ¿se están poniendo en práctica medidas para intentar evitarlo?- ya las colonias sirias montan campamentos donde les da la gana.
Ya hasta los subsaharianos, habitualmente con comportamiento tan comedido y educado, se lanzan a desafiar cualquier tipo de autoridad y, si les prohíben construir cabañas, construyen más, donde les da la gana, en los aledaños del Campo de golf, por ejemplo, donde se corre el riesgo de que un bolazo suelto mate un día a uno de los numerosos niños que campan por los alrededores o incluso por el interior del campo. Ya los antisistemas, que son muy sistemas para cobrar del sistema y entre los que se incluyen varios miembros de partidos políticos locales (que, naturalmente, también cobran de los impuestos de los demás) arrecian en sus ánimos a los inmigrantes ilegales para que desafíen más la legalidad. Ya, como le decía en un mensaje a un alto cargo del gobierno local, es evidente la sensación ciudadana de que no hay ni orden, ni concierto.
Sí, ya sabemos que la inmigración ilegal es un problema europeo y que las autoridades europeas tienen la obligación de contribuir a solucionarlo, en lugar de mirar, desde sus alfombrados y cómodos despachos bruselenses, para otro lado. También sabemos que el Gobierno español ha prometido tomar medidas urgentes para luchar con alguna eficacia contra la inmigración, repito, ilegal, aunque hasta ahora, tres meses después de anunciarlo, ha tomado muy pocas. Pero deberíamos saber que es desde Melilla, la ciudad que padece más este tipo de inmigración cada vez más numerosa, cada vez más agresiva, es desde aquí donde se debe actuar en primer lugar. Plantando cara, desde la Delegación del Gobierno o desde donde sea, a ministros, legisladores o funcionarios varios. O, si no se está dispuesto a hacerlo, dejando paso a otros que lo estén. La situación de falta de orden y concierto es insostenible y ya no hay excusa para seguir así.
Como tampoco hay excusa alguna para seguir soportando la suciedad repugnante y falaz de algunas de las redes sociales, alimentada por una no menos repugnante, y delictiva, filtración de documentos públicos desde diferentes organismos, como la Inspección de Trabajo que dirige el habitualmente ausente Javier Badenas, o desde la Policía Local que dirige el consejero de Seguridad, Javier Calderón. Es imprescindible, de una vez, localizar a los filtradores y es no menos necesario que los jueces condenen severamente – aplicando el Código Penal y los artículos que se refieren a la vulneración y violación de documentos secretos, el acceso a esos documentos y las revelaciones de secretos e informaciones cometidas por funcionarios públicos en el ejercicio de su trabajo y a los que los publican- a esos filtradores y a los que impregnan de suciedad las redes sociales, intentando cobardemente esconderse -porque me parece que les va a durar poco el anonimato a los Salander o los Digo Diego- bajo seudónimos. La situación melillense en este terreno de las redes sociales es no menos grave que la de la inmigración ilegal, a la que, por cierto, alientan, también delictiva y, hasta ahora, impunemente.

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