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CARTA DEL EDITOR

Industrializar Melilla

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Y ¿qué se podría fabricar o producir en Melilla? Sobre este punto, abierto el acto al coloquio, surgieron ideas, como la que me pareció muy inteligente e interesante de intentar producir aquí parte de lo que se manda a Marruecos a través de ese "comercio atípico". O la de instalar un astillero de reparación de barcos (los navieros españoles, por cierto, huyen de nuestros astilleros, muy caros, y acostumbran reparar sus barcos en Gibraltar). O instalar una fábrica de conservas de pescado, dado que el Magreb lo necesita. O, como dijo Moisés Murciano, crear una empresa de fabricación de papel higiénico reciclando el mucho cartón que se desperdicia. O, como planteó José Luis Vereda, retomar la pesca, con una flota pequeña, de diecisiete barcos, por ejemplo. O construyendo una planta de generación de energía (parece que ya hay un proyecto en incipiente marcha) sin que las dificultades burocráticas lo ahoguen, como ha venido ocurriendo hasta ahora con ese y con tantos otros proyectos.
¿Es posible, o es una utopía, industrializar Melilla? Esa fue la pregunta que, vía una conferencia del presidente de la Autoridad Portuaria de Melilla, Arturo Esteban, y con la organización del Foro Melilla, se intentó contestar y analizar el pasado miércoles en la sala de conferencias del Club Marítimo
Los norteamericanos, en anuncios y en diferentes eventos deportivos, han popularizado la frase de que nada es imposible. Mi amigo Domenec Biosca, copresidente, junto conmigo, de la Confederación Española de Periodistas y Escritores de Turismo y Economía, utiliza a menudo en sus conferencias la muy inteligente frase de que lo que hoy parece imposible, mañana serán prácticas urgentes, a lo que añade que no hay nada que no pueda conseguir el buen trabajo diario. Y el mismo Domenec, en la línea de lo que expuso Arturo Esteban en su conferencia, insiste una y otra vez -lo cual, además de razonable es lógico, teniendo en cuenta que se gana, muy bien, la vida a base de impartir formación- en que la formación es el mejor escudo anticrisis.
Arturo Esteban empezó su conferencia recordando que Melilla, quizás más que ninguna otra ciudad del mundo, empresarialmente es un monocultivo, el del "comercio atípico", expresión acuñada por Manuel Céspedes en su tiempo, ya lejano, de delegado del Gobierno para intentar disimular lo indisimulable. Una de las consecuencias de ese monocultivo es que nuestra ciudad tiene el dudoso honor de encabezar la ya nutrida lista española de índices de paro y marginación social.
Aún así, o quizás por eso, hay que insistir en la pregunta de si es, o no, posible cambiar, conscientes de que Einstein tenía razón cuando aseguró que es más fácil detonar un átomo que cambiar un hábito (y eso que Einstein no conocía bien España y, supongo, desconocía totalmente lo que pudiera pasar en Melilla). Entonces, ¿podemos cambiar? Sí, contestaba Arturo, con ciertas condiciones previas, como crear más suelo (un bien muy escaso en Melilla), vía la ampliación del Puerto, y lograr producir energía menos cara (producimos la más cara de España).
Suponiendo, lo cual es mucho suponer, que esas dos condiciones, más suelo y energía más barata, se consiguieran, ¿qué otras cosas serían necesarias para industrializar nuestra ciudad, para producir algo aquí? Esteban señalaba algunas de ellas: mantener la fiscalidad y subvencionar el coste del transporte, mantener el actual régimen aduanero añadiendo la creación de una zona franca en el Puerto, luchar contra la bajísima cualificación laboral que padecemos, incrementar las subvenciones a las inversiones en la ciudad, simplificar la burocracia.
Y ¿qué se podría fabricar o producir en Melilla? Sobre este punto, abierto el acto al coloquio, surgieron ideas, como la que me pareció muy inteligente e interesante de intentar producir aquí parte de lo que se manda a Marruecos a través de ese "comercio atípico". O la de instalar un astillero de reparación de barcos (los navieros españoles, por cierto, huyen de nuestros astilleros, muy caros, y acostumbran reparar sus barcos en Gibraltar). O instalar una fábrica de conservas de pescado, dado que el Magreb lo necesita. O, como dijo Moisés Murciano, crear una empresa de fabricación de papel higiénico reciclando el mucho cartón que se desperdicia. O, como planteó José Luis Vereda, retomar la pesca, con una flota pequeña, de diecisiete barcos, por ejemplo. O construyendo una planta de generación de energía (parece que ya hay un proyecto en incipiente marcha) sin que las dificultades burocráticas lo ahoguen, como ha venido ocurriendo hasta ahora con ese y con tantos otros proyectos.
"Sin cambios mínimos de estructuras, el futuro de Melilla sería más que preocupante", decía Arturo Esteban en nuestro periódico el pasado lunes, en una entrevista que le hicimos previa a su conferencia en el Foro Melilla, un intento de todos sus miembros, me permito insistir en ello, muy, muy importante y muy desinteresado de contribuir a que se produzcan esos cambios estructurales que, en ese punto discrepo de Arturo, no tienen que ser mínimos, sino máximos, rápidos y muy profundos, porque si no se acometen no es que el futuro de Melilla sea "más que preocupante", sino que será horroroso.
En este sentido y cuanto más trato con la administración pública más me convenzo de que la iniciativa del imprescindible cambio jamás provendrá de lo público. Cuanto más profundizo en la relación empresario-administración/burocracia pública, más consciente soy de que es imposible avanzar con un mínimo de dignidad y esperanza. Y no quiero decir con esto que todos los funcionarios y empleados públicos sean malos, por supuesto. Los hay buenos, algunos, y malos, muchos, como en cualquier colectivo. Pero es el sistema de lo público lo que, en España, no tiene solución. Es el abuso por parte de la mayoría de la clase política a la hora de nombrar cargos y seleccionar empleados de la administración. Es la inactividad de la clase política ante la negligencia de la clase burocrática. Es el cortoplacismo como actitud dominante y la inactividad como excusa permanente, agravada ahora en nuestra ciudad con todas esas operaciones óperas u operetas operacionales que han conseguido que hasta los funcionarios locales que trabajaban -el interventor de la Ciudad, por ejemplo- vivan sumidos en el miedo y paralicen lo paralizable y lo que no debería ser paralizado… que paralicen todo, menos el dinero para que ellos, la privilegiada y harto numerosa clase colocada en la administración pública, cobren a tiempo, por supuesto.

(IMPORTANTE LA FOTO ES VERTICAL)

FRASE:
“Y ¿qué se podría fabricar o producir en Melilla? Sobre este punto, abierto el acto al coloquio, surgieron ideas, como intentar producir aquí parte de lo que se manda a Marruecos a través de ese "comercio atípico". O la de instalar un astillero de reparación de barcos. O instalar una fábrica de conservas de pescado, dado que el Magreb lo necesita. O, como dijo Moisés Murciano, crear una empresa de fabricación de papel higiénico reciclando el mucho cartón que se desperdicia. O, como planteó José Luis Vereda, retomar la pesca, con una flota pequeña, de diecisiete barcos, por ejemplo”

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