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Carta del Editor

Hosteleros indignados, españoles esquilmados

Unos gastos que van a beneficiar a muy pocos y perjudicar a muchos. Eso es lo que vaticinaba Francisco Bohórquez en su columna de Libertad Económica del martes. Eso es lo que va a pasar con la subida de impuestos que el Gobierno ahora anuncia, con una conclusión preparada de cara a la UE, para engañar a “Europa”, para que crean que con ese aumento de impuestos se van a ingresar 7.000 millones de euros más en 2021, algo que, con casi absoluta seguridad, no ocurrirá, no podrá ocurrir con una economía en crisis y con un paro disparatado, como por desgracia es el caso de nuestra economía española.
A nadie le gusta que le quiten lo que es suyo, sea el dinero, sea lo que sea. A nadie le gustan las coacciones, que te obliguen, por la fuerza, a hacer algo que no quieres hacer. A nadie le gusta pagar impuestos, dar casi la mitad de lo que ingresa para que se lo gasten otros, aunque lo progre es decir lo contrario… y procurar que paguen más los otros, los demás, mientras que el despilfarro, el mal uso de los recursos públicos es la norma -no se podía esperar otra cosa- en este Gobierno socialcomunista.

España pagará 4.000 millones de euros más en salarios públicos en 2021. La cifra total de salarios de los empleados públicos ascenderá hasta la escalofriante cifra de 147.000 millones de euros el próximo año. Esos 7.000 millones de euros que, según el Gobierno, se van a ingresar de más, gracias a la subida de impuestos -a la clase media y baja- se van a dedicar en buena parte, quizás en su totalidad, a pagar a los empleados públicos, la clase privilegiada de los trabajadores españoles, la clase que legisla y gobierna.

La clase que legisla y gobierna mal, aunque algunos no se atrevan a decirlo. “Da la sensación de que el presidente (Eduardo de Castro) y el consejero de Salud Pública (Mohamed Mohamed) no están muy coordinados”, declara el presidente de la CEME, Enrique Alcoba, al analizar el absoluto desastre sin paliativos que es la situación sanitaria de Melilla. No peca Enrique Alcoba de exagerado con su expresión, ciertamente. A veces la prudencia, aún excesiva, es una virtud. Otras veces, como en esta ocasión, más parece un defecto que otra cosa. Algo parecido al camino de servidumbre del que comenté en mi Editorial del domingo pasado. Hayek, que fuera Premio Nobel de Economía en 1974, terminó su gran libro (Camino de servidumbre) con una frase magistral: “El principio rector que afirma no existir otra política progresiva que la fundada en la libertad del individuo sigue siendo hoy tan verdadero como lo fue en el siglo XIX”. Y como lo es en el siglo XXI, si empezamos a acostumbrarnos a decir lo que pensamos, no lo que quiere oír “la autoridad”.

Estoy en Madrid estos días, un Madrid vivo, pero muy apagado con respecto a lo que era habitual en esta gran ciudad. Me llama un buen amigo, Ignacio Buqueras, siempre entregado a tareas benéficas, en estos momentos a divulgar el enorme patrimonio artístico que España posee, el tercero más importante del mundo, me dice, después de China e Italia y por delante de países como Francia, Inglaterra o Alemania, por citar solo algunos países cercanos.

En el Epílogo del libro que publicó en 2010 el gran maestro de la divulgación y quizás nuestro mejor historiador, Manuel Fernández Álvarez, “España. Biografía de una nación”, nos recuerda que no debemos “olvidarnos de lo que España, en otros tiempos, y no de una forma fugaz, fue capaz de realizar como gran protagonista de la Historia del mundo”, y añade: “España no ha perdido jamás ese espíritu creador que le da, con toda justicia, un puesto de primer orden en el mundo de la cultura. Y ese puede ser nuestro mensaje de confianza para nuestro presente y de esperanza para el futuro”.

En estos tiempos de pandemia y desastre bueno es pensar en lo que fuimos y lo que, en otros campos de la actividad humana, podemos volver a ser, basándonos en el patrimonio material e inmaterial que los españoles tenemos, aunque a veces, como ocurre ahora, parezca lo contrario.

Madrid y los madrileños, como Melilla y los melillenses, están mucho más preocupados por el caos originado por el corona virus y multiplicado por una gestión en general nefasta de nuestras “autoridades”, que, por la moción de censura de Santiago Abascal a Pedro Sánchez, sobre la que el PP, ya se sabe ahora, va a votar no. Que los Gobiernos, el nacional y el melillense, merecen ser censurados un día sí y el otro también, es una evidencia, como que esta moción de censura de Vox no iba a pasar de ser un desahogo, tan comprensible como inútil.

Posdata
Los hosteleros melillenses están indignados, con razón. El omnipresente socialista Mohamed Mohan está siendo achicharrado y será, muy probablemente y a pesar de ser diputado, sacrificado. Pero no es el único culpable, ni siquiera el mayor culpable. Los que se esconden lo son mucho más.

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