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Carta del Editor

«El que quiere vivir del Estado se olvida de que el Estado vive de todos los demás»

No hay una Melilla posible si no se corta el gasto público, el enchufismo desatado. No la hay si no se simplifica, hasta la extenuación, una burocracia que en nuestra ciudad ha llegado hasta extremos cómicos, sino fueran tan trágicos y tan insultantes para los ciudadanos. No la hay si se siguen aumentando los impuestos, las inspecciones, las excrecencias de un leviatán burocrático insoportable y denigrante para los ciudadanos, que discrimina, además, a los paganinis e investigados habituales. Escribo esta Carta pocas horas antes de iniciar mi viaje a Australia, pasando por Dubai y Singapur. Tengo, de inicio, un interés especial por contemplar y conocer mejor Singapur, una ciudad-estado que, en relativamente pocos años (Singapur es independiente, a su pesar, por cierto, porque fue expulsada de la Federación de Malasia, sólo desde 1965), pasó de ser una colonia inglesa de casi nula importancia mundial a ser el país más pequeño y más rico del Sudeste Asiático y el tercer país con mayor renta per cápita del mundo, un país considerado como «la Suiza de Asia».
Lee Kuan Yew, el que fuera primer Primer Ministro de la Singapur independiente, está considerado como el padre de la patria y fue el máximo artífice del diseño y el extraordinario desarrollo desde una ciudad-estado subdesarrollada a una modelo de crecimiento y desarrollo, uno de los mayores centros de atracción de capital financiero del mundo y un ejemplo de cómo se puede (y se debe) bajar impuestos para atraer capital y cambiar radicalmente un modelo improductivo convirtiéndolo en uno muy productivo.
Lee Kuan Yew hizo lo que ahora recomendaba el economista Daniel Lacalle en uno de sus artículos, Diez propuestas para atraer capital y promover el crecimiento. Sus principales directrices: cortar gasto público, bajar impuestos, atraer capital, simplificar burocracia, dar facilidades fiscales y eliminar subvenciones, con un denominador común resumido en la frase: El que quiere vivir del Estado se olvida de que el Estado vive de todos los demás.
Desde que concebí la idea de una Sociedad para el Desarrollo de Melilla (SODEME), junto con su entorno marroquí, y como expliqué en la Comisión para el Desarrollo que celebramos en la sede del PP local, es imprescindible que, como ocurrió en la ciudad-estado de Singapur, definamos cómo querríamos que fuera la Melilla de 2020, algo que, aunque parezca increíble, todavía no se ha hecho, algo que es absolutamente necesario hacer partiendo de dos principios básicos -que han compartido todos los asistentes a ese acto en la sede del PP, tanto como todos los muchos melillenses y no melillenses con los que me he reunido para hablar de SODEME: 1/ Que la situación actual de Melilla y su deriva no se pueden mantener, ni económica, ni social, ni políticamente. 2/ Que, a pesar del enorme pesimismo existente, hay que creer, y ayudar a hacer creer, que sí se puede ( o, yes we can, como dijo Kennedy) y que somos nosotros, los ciudadanos (we, the people, como dice la Constitución norteamericana y como lo hizo España en su famosa Constitución de Cádiz) los que podemos hacerlo, los únicos que podemos, y debemos, hacerlo.
No hay una Melilla posible si no se corta el gasto público, el enchufismo desatado. No la hay si no se simplifica, hasta la extenuación, una burocracia que en nuestra ciudad ha llegado hasta extremos cómicos, sino fueran tan trágicos y tan insultantes para los ciudadanos. No la hay si se siguen aumentando los impuestos, las inspecciones, las excrecencias de un leviatán burocrático insoportable y denigrante para los ciudadanos, que discrimina, además, a los paganinis e investigados habituales. No la hay si casi todo depende de la subvención pública, que fuerza a que casi todos quieran vivir del Estado, olvidando que es el Estado, y sus innumerables burócratas y políticos, los que viven de todos nosotros. No la hay si, para cambiar la insoportable situación actual y para adelgazar y abaratar la burocracia, no se emprende un intenso proceso privatizador de lo privatizable, que es muchísimo en Melilla y que es el único camino, el único -como la experiencia mundial demuestra, sin duda alguna- para que Melilla, junto con su entorno marroquí, se desarrolle y el nivel de vida de sus ciudadanos aumente. No la hay si no sabemos siquiera qué Melilla queremos que sea la de 2020 y la de los años siguientes, si sólo sabemos (menos mal) que estamos fatal y que así no se puede seguir.

Posdata.
Como era más que previsible, Juan José Imbroda ha declarado (ver MH del viernes) que volverá a ser candidato a la presidencia del PP local y ha insistido en que «la bicefalia no es buena». Nadie duda de que Imbroda será reelegido presidente, sin oposición alguna, como lo es que, de haberla habido, no habría tenido hoy en día la más mínima posibilidad de ganar.
Como mi amigo insiste en que la bicefalia es mala, yo me permito insistir en añadir «o no», en que depende de quién pueda ser el bicéfalo. Dos en uno es uno, en dos cargos, más poderoso quizás, pero sólo uno. Dos en dos cargos son dos, no dos cabezas en el mismo cargo (en el mismo cuerpo), sino dos cuerpos con cabeza, y dos cuerpos, en principio, pueden hacer más que uno o, dicho de otra manera, un partido y un gobierno pueden ser más que un gobierno casi sin partido. O no, si una de las cabezas se dedicara a intentar cortar a la otra, naturalmente. A lo mejor (o lo peor) es eso lo que la experiencia le ha demostrado a Juan José Imbroda o lo que él ha interpretado de la experiencia ajena. Pero la experiencia también nos demuestra que sólo lo que se intenta se puede conseguir, aunque pueda ser incómodo -o peligroso- intentarlo.

Para terminar, lamento no poder traer un canguro australiano a cada uno de nuestros lectores, pero ya les contaré mi experiencia en ese lejano y atractivo continente.

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