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El precio del bufón

32 PLATÓN

El pleno que celebró el Senado esta semana ha sido una exhibición de la irresponsabilidad del sanchismo. El presidente de la Generalidad catalana, el republicano Aragonés, intervino para despreciar la Constitución, reclamar la recaudación de todos los impuestos y exigir un referéndum de independencia, pero ningún miembro del Gobierno, ni del Partido Socialista, intervino para negarle semejantes pretensiones. Ni siquiera estuvo presente algún ministro.

Pedro Sánchez, siguiendo una vez más la estrategia de comunicación del ministro nazi de Propaganda, Goebbels, intentó el mismo día protagonizar lo que considera hechos positivos: la inauguración de una línea de metro de Sevilla -en la que no ha tenido nada que ver- y el anuncio de una medida marginal de política de vivienda, en el tradicional feudo socialista de Dos Hermanas. Este último espectáculo fue marca de la casa: un espacio publico acordonado, apenas unas docenas de personas, incluidos los medios de comunicación, y unas palabras boicoteadas por los albañiles de una casa en construcción. También había sido abucheado, faltaría más, en el numerito del metro sevillano.

El discurso de Dos Hermanas fue un monumento al disparate. Presentó, como si fuera una medida de justicia social, la desaparición del permiso de residencia -la llamada “golden visa”- a quienes adquieran una vivienda por valor de más de medio millón de euros. ¿A quién pretende engañar? En 2023 se vendieron en España 580.000 viviendas, de las cuales sólo 589 -es decir, poco más del 0,1 por 100- costaron más de medio millón.

Suponer que eso pueda tener algún impacto en los precios de la vivienda es ridículo. No todas esas compras fueron efectuadas por extranjeros, algunos se unen para alcanzar ese valor, y existen otras dos modalidades, vía inversión, para obtener la “golden visa”.

En resumen, mentira tras mentira después del fracaso de la llamada Ley de Vivienda, que al reducir la oferta ha aumentado el precio de alquileres y ventas, aunque también es verdad que su plena aplicación sólo ha sido aceptada por Cataluña, lo que supone un nuevo agravio económico a los sufridos ciudadanos de la región.

La otra iniciativa supuestamente positiva ha sido el anuncio del reconocimiento de un Estado palestino. Ni precisa a qué territorio se refiere, ni tampoco incluye el requisito para que dicha medida tenga algún beneficio: el reconocimiento por los palestinos del Estado de Israel. Con dichas limitaciones la propuesta no pasa de ser una mamarrachada. Su efecto es nulo. El aspirante a estadista queda reducido a la condición de payaso.

En la misma línea, a Sánchez le ha dado por imponer la contratación de un humorista de su agrado en Televisión Española, algo de lo que no hay precedentes. Recuerda la época en que los reyes tenían bufones para alegrarles la vida.

El precio del bufón, de todos modos, ha subido de manera importante: 14 millones de euros anuales, por dos temporadas. En total, 28 millones. Ha sido la constatación de que la nueva presidenta de RTVE, Cascajosa, es un mero pelele, así como la obsesión de Sánchez y los suyos por las políticas de imagen: no importa lo que ocurra, sino cómo se presente a la opinión pública.

Lo que ocurre es la acumulación de informaciones sobre las actividades económicas de la señora de Sáhchez, Begoña Gómez, sin que haya hasta ahora ninguna explicación.

El todavía presidente el Gobierno seguirá con su política de desinformación para intentar distraer y confundir a la ciudadanía. El día menos pensado es capaz de disfrazarse de miliciano y poner sitio al Alcázar de Toledo, probablemente acompañado de la falsa catedrática Begoña, disfrazada por supuesto de miliciana.

¿Y qué pasa con las cosas importantes? No sabe, no contesta. Ahí esta la cerrada aduana comercial de Melilla, sin que Pedro Sánchez haya contestado a ninguna de las cuestiones que le plantearon la oposición y algunos de sus socios de investidura en el pleno de control al Gobierno del Congreso de los Diputados. Dicen que los avestruces ocultan la cabeza para no ver la realidad, pero son meros aficionados al lado del actual inquilino de la Moncloa.

 

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Miguel Platón

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