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Carta del Editor

¿Cómo entran los sirios en Melilla?

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“Y, ¿cómo es posible que unas 10.000 personas se hayan colado tranquilamente por nuestra frontera y que el ritmo no tenga visos de disminuir, sino todo lo contrario? La respuesta me parece obvia, pero yo no la voy a dar, aunque sí sería conveniente, para las depauperadas arcas públicas y privadas españolas, que se empezara a poner algún tipo de remedio a esta extraña, y peligrosa, situación.”

Son poco más de las seis y media de la mañana cuando empiezo a escribir esta Carta. No sé si me he despertado muy pronto porque ya no tenía sueño o si ha sido por el ruido atronador de los altavoces de las mezquitas, en su habitual competencia diaria por tratar de ser la que más chilla, con el conocido desprecio hacia los medios modernos para despertar a los que quieran rezar (los llamados, y baratos, despertadores) y con la conocida y al parecer inevitable pasividad de la Administración española a la hora de hacer cumplir la ley. O quizás es porque me martilleaba el cerebro esa pregunta de ¿cómo entran los sirios en Melilla?, curiosa e interesante pregunta, nada fácil de responder, a pesar del volumen y la indudable importancia del tema.

Quizás el análisis de los datos nos proporcione una pista. Vamos a ello, con datos oficiales. El jefe superior de Policía de Melilla, José Angel González Jiménez, reveló durante su discurso de la festividad del patrón del Cuerpo, a principios de octubre, que en los últimos doce meses han tramitado más de 5.000 solicitudes de asilo en Melilla, la inmensa mayoría de ellas de sirios, pero también de palestinos que vivían en campos de refugiados de Siria o, quizás, de personas que no son sirios pero se hacen pasar por ello. La Delegación del Gobierno en nuestra ciudad ha cifrado en 1.200 el número de sirios actualmente acogidos en Melilla, de los que la mayoría son familias y 500 son menores de edad. Los sirios son, de largo, el grupo mayoritario de la población acogida en el CETI, actualmente cifrada en 1.640 personas. Los subsaharianos apenas alcanzan ya los 140, incluyendo a los 30 que entraron el pasado sábado 10 de octubre, muy poco tiempo después, por cierto, de que el delegado del Gobierno, Abdelmalik el Barkani, se manifestara muy orgulloso por el hecho de que ya no saltaran la frontera y entraran los subsaharianos (obviamente los sirios y sus familias no entran saltando por las famosas vallas, criticadas a veces, ensalzadas otras). La Delegación ha cifrado entre 25 y 30 los sirios que son atendidos cada día en la Oficina de Asilo de la frontera de Beni-Enzar. Esos serían los que entran legalmente, pero el grueso lo forman los que adquieren o alquilan temporalmente, pagándolos muy bien, pasaportes marroquíes con rostros y edades de un cierto parecido con los de los adquirientes, burlando así los controles policiales, aprovechando, habitualmente, los momentos de mayor acceso, que coinciden con las primeras horas de la mañana, cuando entran a Melilla cientos de porteadores. Además, y para agravar aún más la situación, no se tienen datos de los sirios que no residen en el CETI, porque han alquilado casa en Melilla; estos son los más pudientes y, naturalmente, su número se desconoce.

Las ONGs, tan numerosas, algunas admirables, otras despreciables, han denunciado -basándose, según ellos, en fuentes policiales- la connivencia de ciertos elementos de las fuerzas de seguridad marroquíes para limitar el acceso legal de sirios únicamente a quienes abonan una cierta cantidad a las mafias de la inmigración, cantidad que cifran, en el caso de los adultos, entre 400 y 600 euros por persona, y en más de 1.000 euros en el caso de los menores de edad, cantidades que, según esas fuentes, se reparten entre los intermediarios y dichas fuerzas de seguridad marroquíes. No se han pronunciado esas fuentes, obviamente, sobre si se produce algo similar en el caso de algunos miembros de las fuerzas de seguridad españolas.

Además, y según datos de la Delegación del Gobierno, semanalmente son trasladados a la Península entre 150 y 200 sirios, preferentemente familias con niños pequeños, que son considerados como "colectivos vulnerables". Estos suelen tener una permanencia en Melilla de alrededor de un mes, mientras que los refugiados solteros tardan una media de tres meses en lograr el permiso para trasladarse a la Península. Y casi todos lo hacen digamos que en una situación irregular, porque evitan materializar el asilo en España, lo que, según las directivas de la UE, les impediría lograr el asilo en otros país europeos comunitarios, y ellos prefieren pedirlo en Alemania o países nórdicos, como Suecia, bien porque tienen allí familiares o porque prefieren la cobertura social que les proporcionan esos países, superiores a las que encontrarían en España.

Así que la pregunta de cómo han entrado los sirios, o lo que sean, en Melilla no parece tan difícil de responder: lo han hecho por la frontera, sin saltar valla alguna. Lo que sí es difícil, por no decir imposible, es saber cuántos sirios han pasado a Melilla durante el último año, por ejemplo. Quizás unos 10.000, si damos como bueno el dato de 200 sirios, o lo que sean, semanalmente trasladados a la Península. Y, ¿cómo es posible que unas 10.000 personas se hayan colado tranquilamente por nuestra frontera y que el ritmo no tenga visos de disminuir, sino todo lo contrario? La respuesta me parece obvia, pero yo no la voy a dar, aunque sí sería conveniente, para las depauperadas arcas públicas y privadas españolas, que se empezara a poner algún tipo de remedio a esta extraña, y peligrosa, situación que ha vuelto a poner a Melilla, en la mente de muchos españoles y como me dicen muchos de mis amigos madrileños, en la situación global de "zona conflictiva".

Posdata: el régimen se desmorona. Es un clamor ya, un clamor imparable. A Platón no le gustaban mucho los cambios ("todo cambio social significa corrupción, decadencia o degeneración", decía), pero la situación de una España rota, sin autoridad y sin pulso, se está volviendo tan insoportable que el cambio, por mucho que pueda acarrear, como Platón decía, corrupción y degeneración, ya es inevitable. Empezando por y en un PP ya inocultablemente roto y aunque no se vislumbre todavía alternativa sólida alguna.

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