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Casado puede ganar, e Imbroda fracasar

El PP de Melilla debe prepararse para intentar gobernar en coalición. En coalición con los partidos que tengan programas compatibles, complementarios o mejores que los suyos, aunque aceptables, no con partidos comprados. Contemplar cualquier otra opción en Melilla es, al día de hoy, una quimera, una ilusión altamente improbable. Si Imbroda lo intenta y no cambia de actitud, esta vez fracasará Los compromisarios del PP decidirán el 20 y 21 de este mes quién será el próximo presidente del partido, Soraya Sainz de Santamaría o Pablo Casado. Soraya ha ganado, por muy poco, las primarias. Pablo Casado es ahora el gran favorito para ganar, tiene casi todas las posibilidades de lograrlo en la segunda vuelta, si no lo impiden los compromisarios comprometidos, una redundancia, con el poder y el pasado, los quinientos compromisarios natos y los de Andalucía, que son, sorprendentemente, muchos más que los de Madrid. Y a pesar de actitudes como la del actual presidente del PP de Melilla, cuya carta a los votantes del PP local decantándose a favor de la ex presidenta Sainz de Santamaría antes de las elecciones fue, por calificarla con términos benévolos, sorprendente e inconveniente, un muy mal síntoma de futuro para Melilla. Casi tanto como el dar por hecho que va a haber una candidatura de unidad presidida por Sainz de Santamaría, cuando Casado ya ha dicho que luchará hasta el final.

Un programa liberal. Al menos, un programa político nuevo y creíble, es lo que el PP necesita y lo que Pablo Casado, sólo él entre los que se presentaron, puede ofrecer y ofreció. La ganadora fue Soraya, pero el vencedor de las elecciones del jueves, fue Pablo, a pesar de Javier Arenas y de la votación abrumadora y sospechosamente favorable a Soraya de Andalucía (región sin depurar el censo de votantes populares, a diferencia de lo que hizo Madrid), la región en la que peor está el PP y en donde la derecha ha perdido siempre ante un PSOE desastroso y corrupto.

Lo dramático es que, solo en un mes de Gobierno de Pedro Sánchez, España está acelerando su ruptura como nación milenaria, que los impuestos van a subir otra vez, empobreciendo a los más pobres (subida del impuesto al gasoil, por ejemplo) y que la radio y la televisión públicas, tan caras para los bolsillos de los españoles, han sido entregadas a los comunistas aliados de los golpistas. Un Partido Popular nuevo y fuerte es necesario en España. Un PP nuevo, no el mismo de los últimos años, que no ha cesado de perder votos y elecciones.

Creer en Melilla que el PP va a lograr la mayoría absoluta, que ya perdió en las anteriores elecciones locales, es lógico que lo diga Juan José Imbroda, tan lógico como pensar que eso no se lo cree ni él. Sin necesidad de recurrir a encuestas, simplemente hablando con los melillenses y prestando especial atención a los que votaron al partido en las últimas elecciones de Melilla, se llega a la conclusión de que los decepcionados con el PP que aseguran que no volverán a votarlo son multitud. Enrocarse es una táctica defensiva en el ajedrez, que sirve sólo para eso, para defenderse, no para ganar. No oír, no ver, no hablar, como los monos sabios del santuario japonés de Toshogu, puede ser una buena opción espiritual, pero no una buena alternativa política. Es, políticamente, un suicidio. Un suicidio político colectivo que los compromisarios del Partido Popular no deberían permitir.

El PP de Melilla debe prepararse para intentar gobernar en coalición. En coalición con el partido o los partidos que tengan programas compatibles, complementarios o mejores que los suyos, aunque aceptables, no con partidos comprados. Contemplar cualquier otra opción en Melilla es, al día de hoy, una quimera, una ilusión altamente improbable, producto de la imaginación. Si Imbroda lo intenta y no cambia de actitud, esta vez fracasará.

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