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Atril Ciudadano

Carta a la poeta Manoly Sánchez Segura

No sé en qué momento de su vida empezó a escribir Manoly Sánchez Segura y desconozco la manera en la que se dio en ella esa anunciación de la palabra que es la poesía. Mi madre me ha contado alguuna vez de su primer encuentro y siempre dice que Manoly fue lanzada a este mundo con la belleza de un velero. Su madre y su padre, … …maestra y maestro de vocación verdadera, de esa gente que enseña con amor y por amor al mundo, le enseñaron el gusto por la lengua y ella, la niña que en ella había y hay todavía, supo, no sé en qué momento, encontrarle la luz a las palabras. Cuando me cruzo conTigo en las viejas fotografías, cuando te leo, distingo cierta gracia y el destello que dicen tienen las buenas poetas. Destello que custodian el amor por las palabras y su cuidado, porque las palabras, tú lo sabes, estaban antes que nosotras y estarán cuando nos hayamos ido. Y la gracia de quien sabe mirar las cosas y el mundo sin agotar sus significados. A estas alturas de historia y gracias a la revolución femenina, la más importante del pasado siglo XX, nadie se atreve a negar que existe un canon de escritura de mujeres cuyos orígenes se rastrean junto al origen de la escritura. Orígenes que, como un gran árbol de tronco viejo, tiene raíces profundas que recorren con gracia los áridos terrenos de la historia literaria oficial. Esa historia aburrida y patriarcal por misógina, que sigue repitiéndose en los institutos y universidades, aunque ya no se la crea casi nadie, y en la que sólo destacan dos o tres mujeres frente a las muchas que han escrito y escriben cada día. Tú siempre lo has sabido, por eso quisiste llamar Gloria Fuertes al centro en el que trabajabas nombrando así, en Melilla, la potencia de la genealogía poética femenina. En mi experiencia de estudio, encuentro en mucha poesía escrita por mujeres un quiebro que introduce en el mundo otra manera de mirar y cantar las cosas, otra manera de mirar el tiempo, las relaciones, la vida misma. Mirada que cuando introduce la expericiencia femenina transforma el mundo haciéndolo significante. No olvidaré nunca la impresión que tuve hace años al leer tus poemas, aquel soneto tuyo magistral del que te gustará saber, creo, que lo he cantado ya muchas veces en alguna jam poética. De manera, que ha dejado de ser tuyo para ser de la gente, que lo ha escucha con gusto, cumpliéndose el deseo secreto que albergan los poemas. Ser cantados y escuchados por alguien. No sé en qué momento empezaste a escribir y, a veces, me he preguntado cuándo escribes. A qué hora del día o la noche le arrancas al tiempo, el espacio y el silencio necesarios que la escritura requiere. Ese cuarto propio que nos dejara encendido Virginia Woolf a las mujeres y que tú visitas cuando te dejan. Mi madre me ha contado que la otra noche fue una noche preciosa, sin precio. Que recibiste un cálido homenaje al que contestaste con gestos de humildad verdadera. Porque así eres tú a veces. Como no pude estar ahí, te escribo estas líneas y siento que lo hago en nombre de muchas y muchos. De tus hijas, tus nietas, mi madre y mis hermanas. También de mi padre y tu compañero. Sí, porque compañero es aquel con el que se comparten el pan y los días y es también una palabra preciosa. Tanto como la palabra poesía, cuando quien escribe sabe unir cuerpo y palabra. Me tomo la libertad -¡qué curiosa expresión!, ¿verdad?- de darte las gracias de nuevo, en nombre de mucha gente, y decirte que tenemos sed de más. Sed de la que no se sacia con agua, porque en esta se juntan ambas cosas con padecimiento y alegría. Bendita palabra abierta al juego de las relaciones y la vida que la poesía nos devuelve cuando tú te escribes.

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