Lo importante de los apagones no es que quede claro de quién es la culpa, sino las graves consecuencias a las que puede dar lugar su mal servicio. Por eso es tan importante evitarlos, porque además de molestos, pueden dar lugar a situaciones de peligro No hay mes en esta ciudad en que no se produzca un corte de luz que afecte a miles de personas. En este primer mes y medio de 2016 van tres. Desde 2004 se han contabilizado 225 apagones con origen Endesa, a los que hay que sumar los que se producen por culpa de Gaselec, que también los hay aunque la compañía distribuidora no los mencione en sus notas de prensa. El último fue aquel tan problemático que se produjo a mediados de diciembre, provocado por la avería de un cable de distribución del Real, que dejó sin suministro al 80 % de Melilla. Los ciudadanos no hemos olvidado el trastorno que aquello ocasionó, aunque Gaselec parece que sí porque sólo lleva la cuenta de los apagones con origen Endesa, omitiendo interesadamente los que suyos.
Pero triquiñuelas aparte, hay que preguntarse cómo es posible que Melilla, a estas alturas del siglo XXI, sufra tantos cortes en el suministro eléctrico, sin que nadie haya puesto remedio. Ni la empresa generadora ni la distribuidora parecen estar por la labor de resolver este servicio deficiente, a juzgar por la facilidad con la que se caen los sistemas. Sólo les preocupa el problema para echarse las culpas mutuamente, a juzgar por lo que ocurre cada vez que se producen estos apagones.
El reproche también debe ir dirigido a la Ciudad Autónoma, que teniendo herramientas legales a su alcance, no pone de su parte para que digamos adiós a un problema que en otros sitios de España no tienen, y que ni siquiera conocen las nuevas generaciones. Los melillenses esperan un poco más de presión por parte de la institución que debe velar por los intereses generales de la población, ya sea en forma de investigaciones o sanciones, para que de una vez por todas dejemos de sufrir un corte energético tras otro que causa importantes trastornos a los ciudadanos, los cuales, por cierto, pagan a precio de oro por un servicio que no se está prestando como se debiera.
Es necesario ya que se actúe en este sentido porque son miles los afectados cada vez que hay un corte de luz. Por poner un ejemplo, en el último, que tuvo lugar ayer a las dos de la madrugada, se vio afectado el 42 % de los hogares, es decir, 13.400. Hablamos de casi media Melilla, que a una media de cuatro habitantes por vivienda, se eleva por encima de los 50.000 afectados. La excusa no puede ser que como fue de madrugada, este corte en el suministro no perjudicó tanto, porque muchos de esos más de 225 apagones se han producido también de día y los trastornos que provocan son bastante numeroso.
Lo más preocupante es que estos apagones, como vemos, están afectando a infraestructuras críticas que al quedarse sin suministro, pueden dar lugar a graves problemas de seguridad. El corte energético de ayer dejó sin fluido al paso fronterizo de Beni Enzar, que se quedó a oscuras y con sus sistemas de seguridad inoperativos por falta de luz. El suceso lo denunció ayer el sindicato UFP y realmente es grave lo ocurrido, porque la frontera se quedó vendida durante los 20 minutos que se prolongó el apagón, en un momento, además, en que nos encontramos en un nivel 4 reforzado de alerta antiterrorista. Y hace unos días sucedió lo mismo en la cárcel, cuando se fue la luz en un momento en que los funcionarios de prisiones estaban en contacto con los reclusos y se quedaron aislados porque las puertas eléctricas se quedaron bloqueadas. ¿Y si en ese momento los internos hubieran aprovechado para hacer, por ejemplo, un motín? No ocurrió nada, pero pudo haberlo hecho. Y lo mismo en la frontera ayer de madrugada. Lo importante de los apagones no es que quede claro de quién es la culpa, sino las graves consecuencias a las que puede dar lugar su mal servicio. Por eso es tan importante evitarlos, porque además de molestos, pueden dar lugar a situaciones de peligro.
