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Carta del Editor

"Una descomunal desmoralización colectiva"

melillahoy.cibeles.net fotos 1147 LA EXPANSION DEL UNIVERSO

"¿Cuándo empezó la nueva decadencia de España? Dicen algunos, aquí en Madrid, que el 11 de marzo de hace 11 años, triste efemérides cumplida el pasado miércoles. Cuando una terrible masacre que ocasionó 190 muertos y casi 2.000 heridos en Madrid, logró su objetivo de que cambiara el gobierno, del PP, que todas las encuestas daban como seguro. Cuando no se aclaró, ni se quiso aclarar, quienes fueron los verdaderos causantes de la inmensa catástrofe. Cuando se habló de un atentado islamista que los hechos, tozudos, hacen ver que realmente no pudo existir. "
Estoy otra vez en Madrid. De nuevo vuelvo a sentir esa sensación de libertad, de esa normalidad de la que hablaba hace dos semanas. Comparto lo que oigo en una tertulia radiofónica: Madrid es un ecosistema de libertad. En cambio en Melilla, hoy, se respira opresión, peligros provenientes de delincuentes que son funcionarios públicos que deberían defender el orden, la justicia y la legalidad, parálisis funcionarial, desencanto, desilusión, opresión. Y agradezco mucho a los que se preocupan por mí, sean quienes sean, pero les aclaro que en absoluto estoy asustado. Asqueado sí, con miedo jamás. Muy preocupado por cómo veo a la mayoría de los melillenses, también.
¿Cuándo empezó la nueva decadencia de España? Dicen algunos, aquí en Madrid, que el 11 de marzo de hace 11 años, triste efemérides cumplida el pasado miércoles. Cuando una terrible masacre que ocasionó 190 muertos y casi 2.000 heridos en Madrid, logró su objetivo de que cambiara el gobierno, del PP, que todas las encuestas daban como seguro. Cuando no se aclaró, ni se quiso aclarar, quienes fueron los verdaderos causantes de la inmensa catástrofe. Cuando se habló de un atentado islamista que los hechos, tozudos, hacen ver que realmente no pudo existir. Cuando nos acostumbramos a vivir con la mentira, el miedo y la ocultación. Cuando, como decía Pareto, admitimos que ciertas teorías falsas para interpretar la conducta humana -como que la depresión económica se debe a la codicia de unos cuantos banqueros, especuladores, ricos, en vez de a una serie de conductas colectivas- nos acostumbró a eludir responsabilidades.

La culpa de la crisis, dice el sociólogo Amando de Miguel en su último libro, 'El cambio que viene', "se derrama por toda la población y se manifiesta en la pérdida de la productividad, en la multiplicación de la burocracia y su opacidad, en el imperio de los valores hedonistas, en el despilfarro del dinero público, en la ampliación indefinida de las mesnadas de funcionarios entre los que destacan los nombrados a dedo que reciben a veces el piadoso nombre de 'cargos de confianza', en la incontenible expansión de las plantillas funcionariales, especialmente en las autonomías, donde es más patente el clientelismo de los partidos, en el excesivo peso de los sindicatos y las organizaciones empresariales, en la corrupción política". Y su corolario inevitable es "una descomunal desmoralización colectiva", a la que contribuye, no poco, "el alza de los impuestos, consecuencia automática de la expansión desordenada de tantos servicios públicos".
"La ansiada salida de la crisis -concluye Amando de Miguel, que, por cierto, fue profesor mío, primero, y compañero, después, en el el curso de Alta Dirección de la EOI de Madrid- sólo se va a notar cuando se reduzca el intervencionismo estatal y el clientelismo de los paridos políticos". Y si ese diagnóstico, con el que coincido plenamente, se aplica al conjunto de España no es menos cierto que, en lo que a Melilla se refiere, no vamos a salir de la crisis en la que cada vez nos hundimos más, si no se reduce, de manera más que drástica, el intolerable, angustioso, atosigante intervencionismo de la administración pública, derivado en buena medida del clientelismo de los partidos políticos, que nuestra ciudad padece.

Melilla tiene, además, una serie de problemas especiales, añadidos a los del resto de España, que hacen que su situación no sólo sea de crisis, sino que sea realmente crítica. Una composición demográfica especial, unos inocultables problemas de yihadismo, una sobrepoblación funcionarial extraordinaria, una situación geográfica sensible y complicada, unas fronteras violadas constantemente y no defendidas por una leyes apropiadas, unos ciudadanos aterrados por inauditas acciones policiales y judiciales, unos funcionarios (la mayoría de la población empleada y presuntamente activa) en huelga encubierta de inactividad y desobediencia, unos políticos generalmente ineficaces y propensos a rendirse, un déficit de culturización y formación profesional sin parangón en España, etc, etc, etc.

La conclusión es desoladora, y lo es aún más porque no se vislumbra la posibilidad real de que se produzca el cambio radical que la ciudad necesita. El único cambio posible parecería que debiera venir desde el impulso político de un partido como el PP, que se declara, y sus programas así lo dicen, liberal, apoyador de la iniciativa privada, defensor de lo público como apoyo de lo privado, partidario de la reducción de impuestos. Pero la triste realidad es que después de tantos años de mayoría absoluta del PP en Melilla lo que ha ocurrido es todo lo contrario de lo que ese partido dice y promete defender. Porque no ha querido hacerlo o porque, como sus dirigentes dicen, no han podido, da lo mismo, porque lo importante es el resultado, no la intención. Yo no dudo de la buena intención de algunos de los dirigentes del PP local, pero tampoco dudo ahora, por desgracia, de que sus buenas intenciones no se han traducido en hechos y de que Melilla está fatal.

Yo me considero, y lo he demostrado con hechos a lo largo de toda mi vida, lo que ahora se llama un emprendedor, una persona con espíritu creador que siempre he tenido una cierta insatisfacción con lo establecido, lo creado o lo común, con imaginación para rechazar las pautas consuetudinarias, con un profundo voluntarismo, que es todo lo contrario de la aceptación resignada y rutinaria del destino o de la acomodación a las circunstancias. Y creo que, a pesar de la tesis generalmente admitida de que lo único que existe es el presente, lo que realmente existe es el futuro. Y me preocupa, muchísimo, el futuro de nuestra ciudad, porque políticamente no veo caminos que lleven al cambio que Melilla necesita, empezando por el adelgazamiento drástico de lo público y la creación, como dice Amando en el final de su libro, "de un modelo privado de gestión con un gran sentido de lo público".

Posdata. He tenido una muy agradable y provechosa reunión con Pedro J. Ramírez, que está ahora muy ilusionado con su nuevo proyecto de creación de un diario digital que tendrá el que me parece muy atinado, y muy necesario en estos tiempos, nombre de 'El Español'. Creo que podemos hacer buenas cosas juntos. Ya iremos viendo.

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