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Tizzi-Assa y el Teniente Coronel Valenzuela Reconquista del territorio tras el desastre de Annual (VI)

…Daba guardia a los féretros una sección del Tercio.

Seguía la presidencia del duelo, formada; por el Alto Comisario, Sr. Silvela; Comandante General de Melilla, Martínez Anido; generales Echagüe y Castro Girona; comandante del "Reina Regente", García Velázquez; hermanos del teniente coronel Valenzuela, Joaquín y Enrique; el padre del teniente Alarcón y su otro hijo, el capitán de Artillería, Luis Alarcón; comandante accidental del Tercio, Enrique Lucas Mercader; y el interventor de Marina de la Alta Comisaría, Fernández Almeida.
A continuación marchaban millares de personas, pudiendo decirse que Melilla entera estaba representada en la fúnebre comitiva, no recordándose manifestación de duelo tan grandiosa.

Del elemento civil, se hallaban representados la Junta de Arbitrios, Junta de Fomento, Cámaras de Comercio, Agrícola y de la Propiedad, Asociación de Propietarios, Correos, Telégrafos, Intervención del Puerto Franco, jueces de Instrucción y Municipal, Comunidad Israelita, representaciones de la Prensa Local, y en fin, de todas las entidades oficiales y particulares.

Entre las comisiones militares formaban la de los barcos de guerra "Bonifaz", "Reina Regente" y guardacostas "Arcila" y " Lucus".

E1 comercio cerró sus puertas al paso de la luctuosa comitiva, uniéndose al sentir general. En todas las calles, y especialmente en la de Alfonso XIII (actual Avenida de D. Juan Carlos I) y Plaza de España, se agolpaba enorme gentío, costando gran trabajo abrirse paso.

En último término marchaba un piquete del Tercio, al mando del teniente Virgilio García, y cuatro oficiales de dicha unidad, que se hallaban heridos, y unos cincuenta legionarios, que también estaban heridos.

Durante el paso de la fúnebre comitiva, la banda del Regimiento de San Fernando que dirigía el músico mayor, Sr. Dorado, interpretó adecuadas composiciones. Al pasar frente a la iglesia del Sagrado Corazón y capilla Castrense y al llegar al muelle, se entonaron solemnes responsos por el clero antes citado.

En este último lugar, todas las fuerzas que se hallaban allí formadas rindieron honores al cadáver del heroico teniente coronel Rafael Valenzuela, presentando armas e interpretando las bandas de música la Marcha Real, siendo el momento de intensa y patriótica emoción.

Se hallaban formados el Batallón de Melilla al mando del teniente coronel Hernández Pérez, una compañía de Ingenieros mandada por el capitán Reixa, una batería de la Comandancia de Artillería al mando del capitán Pérez Fernández, una compañía de Intendencia al mando del capitán Selles, y un escuadrón de Farnesio mandado por el capitán Samaniego. El gentío que invadía los muelles y los torreones de la parte alta de la ciudad antigua, poseído de indescriptible emoción, no cesaba de vitorear a España, al Ejército, al Rey y a la Legión.

IMPOSICION DE LA MEDALLA MILITAR
Las fuerzas formaron el cuadro, presentando armas, mientras las bandas de música proseguían interpretando la Marcha Real. El coronel jefe de Estado Mayor de la Comandancia General de Melilla, Cándido Pardo, procedió a dar lectura a la orden de la plaza del Comandante General, que lo era interinamente el día 7 el general Echagüe, concediendo la Medalla Militar al heroico teniente coronel jefe del Tercio, Rafael Valenzuela.

Seguidamente el Comandante General Sr. Martínez Anido, pronunció unas breves y vibrantes palabras. "Soldados: Delante del cadáver del heroico teniente coronel Valenzuela, que murió cubriendo su nombre de gloria en defensa del honor de España, debemos todos jurar, como buenos españoles, dar la vida por la Patria, si llegara el momento.

Ante el cadáver del glorioso Valenzuela, gritemos:
¡Viva España! ¡Viva el Ejército! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!”
El gentío y las fuerzas que se hallaban formadas en tan solemne momento, contestaron clamorosamente los entusiastas y patrióticos vítores. Terminó el ilustre Comandante General, diciendo que, aunque era su deber colocar la Medalla Militar sobre el féretro del heroico teniente coronel Valenzuela, declinaba dicho honor en el general Echagüe, que fue quien dirigió los gloriosos combates donde sucumbió el valeroso jefe del Tercio. El general Echagüe se aproximó al lugar donde se hallaba el féretro, y procedió a colocar sobre éste las insignias de la honrosa condecoración. A1 hacerlo, el general segundo jefe dijo: "En nombre de la Nación, impongo al teniente coronel Valenzuela la Medalla Militar"
Terminó diciendo: "E1 mayor honor, y la más grande satisfacción de mi vida, ha sido la de imponer la Medalla Militar al teniente coronel Valenzuela. ¡Viva el Ejército! ¡Viva España! ¡Viva la Legión!
Seguidamente, el comandante jefe accidental del Tercio, Enrique Lucas Mercader, en tonos vibrantes, pronunció las siguientes palabras: "Excmos. Señores, soldados:
Ha sido nuestro primer jefe, el heroico teniente coronel Valenzuela, y hasta que caiga el último de los soldados de la Legión, los legionarios seguiremos cumpliendo con nuestro santo deber de pelear por la Patria. Ha sido nuestro primer jefe. ¡Gloria al teniente coronel Valenzuela! Aunque el dolor de haberlo perdido inunda nuestro corazón, gritemos, ahora con más ardor que nunca: ¡Viva España! ¡Viva la Legión! ¡Viva el Rey!”
Finalmente, el Alto Comisario pronunció un breve y elocuente discurso, dedicando hermosísimos conceptos al heroísmo del teniente coronel Valenzuela: "La muerte gloriosa de este ilustre jefe, que era prestigio del Ejército y honra de la Legión, será acicate que nos empujará a todos a cumplir nuestro deber de defender a la Patria, muriendo por ella, si preciso fuera."
Terminó su sentido discurso el Sr. Silvela, vitoreando a la Patria, al Ejército, al Rey y a la Legión. La multitud contestó a dichos vítores, en medio de intensa emoción.

DESFILE DE LAS FUERZAS. LOS LEGIONARIOS HERIDOS. EMOCIONANTE ACTO
No se habían extinguido los atronadores vivas a España, al Rey y a la Legión; aún resonaban en los oídos de la muchedumbre apiñada, las palabras pronunciadas en honor del héroe, que fueron un canto al amor patrio y al sacrificio. Los pechos alentaban, conmovidos, y a los ojos acudían destellos que reflejaban que todos los pensamientos se habían fundido en uno solo, grande y elevado.

En aquellos culminantes momentos, todos se consideraban pequeños y sentían envidia ante la grandeza del que ya no existía. Más no habían terminado las emociones. Seguidamente dio comienzo el desfile de las fuerzas que habían formado, pasando éstas ante el cadáver del que fue bravo jefe del Tercio.

Sonó una banda militar, desfilando airosamente una sección de legionarios, al mando del teniente Virgilio García, que rindieron el postrer homenaje al que fue su jefe, dando un sonoro ¡VIVA! Y tras ellos, un centenar de héroes, de esos chacales que van siempre adelante, heridos por el plomo rifeño; unos, cojeando; otros, envueltos en gasas, con los brazos en cabestrillo, con muletas, o llevados entre varios; y a la cabeza de ellos, los oficiales que también derramaron su sangre en las pasadas jornadas, José Casado, Díaz Criado, Tenorio y Esteban, que despreciando los dolores de la carne, abandonaron los hospitales y acudieron a decir adiós, al que los condujo a escribir una página gloriosa.

El desfile de éstos produjo en la muchedumbre que ocupaba totalmente el muelle, una extraordinaria emoción, de la que no es posible dar en estas líneas un pálido reflejo. Al paso de aquel puñado de valientes, la multitud, respetuosa y conmovida, se descubrió, los corazones aceleraron su ritmo, y muchos miles de manos se juntaron para dar el más sonoro y ferviente aplauso de admiración. Fue un momento grandioso, inolvidable, un tributo rendido espontáneamente al valor. Después se procedió a embarcar los dos féretros a bordo del cañonero "Bonifaz", saliendo éste con dirección a Málaga cerca de las veinte horas.

Acompañando a los cadáveres marcharon los capitanes Enrique Valenzuela, Urzáiz y Ortiz de Zárate y una sección de soldados del Tercio. El otro hermano del finado, Joaquín Valenzuela, marchó a bordo del vapor correo. Momentos antes se acababan de enterrar en el cementerio melillense otros muchos héroes, entre ellos el del capitán Pedro Casaux, Justo Sanz Perea y Pablo Sendra…

MELILLA A LOS HÉROES
Los melillenses ven como poco a poco van muriendo centenares de españoles en los campos marroquíes. Un día ven pasar a las ambulancias con los muertos, otro día amontonados en la carga de camiones, y también otro día lo mismo… Y así el pueblo sencillo y llano va adquiriendo una sensación de impotencia que llega a inundar a todos de una tristeza que en un momento dado estalla, dando lugar a la manifestación realizada el día del traslado del cadáver del teniente coronel Valenzuela desde el cementerio de la Purísima Concepción al puerto.

Desde el 28 de octubre de 1922, día que se ocupó la posición de Tizzi-Assa, hasta el 5 de junio del año siguiente, todos los convoyes que se realizaban para abastecerla resultaban penosos y se cobraban vidas humanas. Estos hechos se fueron acentuando hasta llegar al día 5, que da lugar a sangrientos combates para poder aliviar del asedio a las posiciones del sector de Tizzi Assa (Tizzi-Alma, Tizzi Assa Principal, Tizzi Assa Norte, Viernes y Benítez.)
El cementerio de Melilla era un continuo ir y venir de familiares dolidos por la pérdida de un familiar…

El Ejército quiso perpetuar el recuerdo de aquellos héroes dándole sus nombres a las distintas posiciones del frente: Aldea, Teruel, Casaux, Sendra, Benítez, Valenzuela, Sanz Perea, Subirán, González Velarde, Marcelino González, etc.

Melilla, sin distinción de clases, religiones ni razas, haciendo honor a sus tradiciones, siente intensamente los dolores y las glorias de su Ejército en el Protectorado, por su íntima convivencia con él y como testigo directo de sus virtudes y de sus heroicas acciones.

Cada jefe, oficial o soldado que rendía generosamente su vida por la Patria en los campos vecinos, se incorporaba a esta ciudad, que ha de ser guardadora amorosa de sus cenizas y conservadora orgullosa de sus glorias y, como a sus hijos más predilectos, los llora y reverencia en su recuerdo. Son tantos los que en el ara de ideales sacrosantos inmolaron sus preciadas vidas, que en aquellos días, en las últimas gloriosas jornadas, Félix Repollés, Montero, Ingunza, Carlos García Junco, Quiroga, Alaez Bayona, Yunci, Negrete, Armando de la Aldea, Marcelino González, Gorgonio Diñeiro, Chacón, Pedro Casaux, Oslé, José Subirán, González Velarde, Fernández Roig, Pablo Sendra, Justo Sanz Perea, Rafael Carbonell, Jerónimo Teruel, Fermín Alarcón, Rafael Valenzuela, y una legión de soldados, héroes anónimos de España, fueron por igual acreedores a aquellas consoladoras manifestaciones que realizaba la ciudad, y de las cuales nosotros somos unos modestos "recordadores".

En uno de ellos, héroe como el que más y como los demás, rindió el pueblo hidalgo un homenaje de su veneración, haciendo explosión el sentimiento general en términos y proporciones tan inenarrables y gigantescas como las que tuvo el sábado 9 de junio de 1923, aún más expresivo y emocionante, porque con los restos acompañados hasta depositarlos en el buque que lo trasladó a la Península, iba el espíritu de Melilla, para fundirse con el de las ciudades hermanas de España, en un solo sentimiento que con tanta prodigalidad da vida a hijos tan heroicos como los que se llevaron y los que quedaron en el relicario de nuestra ciudad.

ZARAGOZA DESPIDE CON DELIRANTE ENTUSIASMO A LAS BRAVAS TROPAS DEL TERCIO
En el entierro del cadáver del teniente coronel Valenzuela se destacaba el banderín de órdenes de la Legión, que llevaba un suboficial. El féretro iba cubierto con la bandera nacional, y daban escolta varios legionarios y batidores de la Real Maestranza. Presidían el duelo la familia del finado y el obispo auxiliar. La otra presidencia la integraban el capitán general, en representación del Rey, y las autoridades civiles y militares.

En el templo del Pilar fue recibido el cadáver por el clero de la Catedral, presidido por el deán señor Jardiel. Ante el cadáver desfilaron las comisiones y fuerzas militares, vitoreándose a España, a la Legión y a Valenzuela. Después cantóse la misa funeral de Perossi, inhumándose el cadáver en la cripta del Pilar, donde fue trasladado a hombros de los legionarios.

Al salir los legionarios del templo del Pilar, las mujeres y los niños besaban el banderín de la Legión. Las mujeres decían: ¡Vosotros sois la gloria de España!
El momento de salir la bandera de la iglesia fue emocionante en extremo. El gentío rodeó la enseña de la Patria, abrazándola y besándola. Por largo tiempo estuvo el suboficial que conducía el banderín, sin poder moverse, estrujado entre la multitud.

El ayudante del Jefe del Tercio, capitán Ortiz de Zárate, relatando la forma en que murió el señor Valenzuela, dice que el convoy entró en Tizzi Assa gracias al arrojo de las tropas que enardecidas por la muerte de su jefe, atacaron con verdadero furor.

La situación era tan difícil por el golpe que habían preparado los moros, que venía a constituir un segundo Igueriben. Por ello la ctitud heroica de Valenzuela puede decirse que salvó a Melilla. Cuando los legionarios marcharon para la estación fueron despedidos por enorme gentío.

Este, enardecido por el entusiasmo, vitoreó a España, al Ejército y a la Legión.

El padre del Jefe del Tercio, despidió a los soldados, besándolos. El acto resultó verdaderamente emocionante. Los legionarios lanzaban besos de despedida a Zaragoza. Antes estuvieron en el templo del Pilar, a despedirse de la Virgen.

EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO EN LA POSICIÓN DE BENITEZ
Tan graves fueron los hechos ocurridos en el sector de Tizzi Assa que al año siguiente, el Presidente del Directorio Militar, Miguel Primo de Rivera, estuvo en la posición de Benítez el lunes día 21 de julio de 1924. Subió con su séquito en dos coches-orugas, yendo directamente desde Tafersit a la posición de Benítez, tardando en el trayecto setenta minutos. Esta pista se terminó en el mes de junio de 1924. Las demás personalidades lo hicieron en coche "Ford", a través del "Collado " de Tizzi Assa, sin ningún contratiempo debido a la magnífica pista, lo que permitió que los automóviles no sufrieran averías.

EL RELOJ DE ORO DEL TENIENTE CORONEL VALENZUELA
Un indígena llamado Al-Lal Ben Hamed Ben Aiz, fue hecho prisionero por la Guardia Civil y puesto a disposición de la Inspección General de Intervenciones cuando pretendía vender por diez duros un reloj de bolsillo de oro extraplano marca Longines con la Cruz de Caballero de Santiago en la tapa. Al ser examinado, se vio que en la tapa posterior tenía grabado y esmaltado el emblema de la Orden de Santiago.

Suponiendo por ello que el reloj podía haber pertenecido al heroico jefe del Tercio, muerto en Tizzi Assa, Rafael Valenzuela, la oficina de Intervención de Tetuán lo comunicó a la Comandancia General de Melilla, la que por mediación del representante del Tercio en la plaza, dio los datos a la familia, que contestó que efectivamente el citado reloj era el que llevaba en vida el malogrado teniente coronel Valenzuela.

El indígena no supo explicar la procedencia del reloj, que llegó a sus manos, después de haber estado en poder de distintos cabileños. La alhaja, de gran valor espiritual, fue entregada a la viuda, una vez se cumplieron los requisitos judiciales.

RELACIÓN DE POSICIONES EN EL FRENTE DEL SECTOR DE TIZZI ASSA Y DATOS REFERENTES A SUS NOMBRES
POSICION “VALENZUELA”
Rafael de Valenzuela Urzáiz nació en Zaragoza el 27 de julio de 1881. Perteneciente a distinguida familia, se educó en el colegio del Salvador con los jesuitas, en su ciudad natal, donde terminó el bachillerato. Ingresó con uno de los primeros números en la Academia de Infantería el 29 de junio de 1897, con sede en el Alcázar toledano, siendo promovido a segundo teniente el 27 de julio de 1898. Ascendió a primer teniente el 6 de septiembre de 1906 y a capitán, el 3 de marzo de 1909. Sirvió en estos empleos en los batallones de Llerena, Barbastro y Talavera, y en el regimiento de Extremadura. Tres veces fue voluntario a la guerra de Marruecos y siempre destacó por su valor, sus dotes de mando y sus decisiones tácticas.

El 20 de septiembre de 1920 asciende a comandante, por méritos de guerra, por su distinguida actuación en los combates del zoco de Beni Bu Ifrur. Como teniente coronel estuvo destinado en el regimiento Inmemorial del Rey, que mandó durante varios meses, siendo destinado al regimiento de Infantería “Galicia” nº 19, de guarnición en Zaragoza; el 6 de octubre de 1919 es promovido al empleo de teniente coronel, pasando a desempeñar el cometido de Ayudante de Campo del general Juan Ampudía López, Capitán general de la 5ª Región Militar, y poco después, a coronel, luego de su muerte en el glorioso combate llamado de Tizzi Assa.

Marchó voluntario a África en cuatro ocasiones, recibiendo una herida. Obtuvo preciadas recompensas: Medalla Militar Individual, Cruz de María Cristina, Medalla de la Campaña de Marruecos, Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo, Cruz Roja Pensionada del Mérito Militar, etc… (Continuará)

Bibliografía consultada al final del último capítulo

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