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El Torreón del Vigía

Susana, Mar, Pascual, Ana

melillahoy.cibeles.net fotos 1223 Angel Gil

He vuelto a aquellos lugares que nos fueron comunes y donde fraguamos, entre códigos de leyes, una sólida amistad. Aún hoy aparecen en el despacho aquellos apuntes compartidos con la letra apresurada y palabras casi ilegibles ante la rapidez con que nos hablaban del Derecho, o algún libro de casos prácticos en los que debíamos diferenciar un homicidio de un asesinato,

una tentativa o una legítima defensa, que servían para tertulias en el desayuno de una cafetería de Julián Romea. Con vosotros pasé muchas horas en años vividos intensamente, de ir conociéndonos por dentro, de vernos fuera de la Facultad y dar un paseo o almorzar o cenar e ir de marcha. Y luego regresar a las aulas, en las cuales y después de años de ejercicio profesional nada es igual, todo es superado ante la realidad cotidiana, ante una violencia, una pensión por alimentos, una herencia o una solicitud de asilo, entonces ahí sale el alma que va dentro de la Toga. Tú estás solo, debes templar y mandar, defiendes como mejor sabes y puedes, dedicando horas a ese caso y poniéndote, por momentos, en lo que puede sentir tu cliente. El Derecho no son matemáticas es la interpretación de un artículo, es el humanismo que convierte tu mesa en un confesionario. El reencuentro de estos días en Madrid, después de años más de lo que ninguno de nosotros hubiéramos deseado, me ha servido para confirmar que más allá del tiempo y la distancia hay un nexo que nos une, y es el mejor regalo que he podido recibir de vosotros, la amistad, que significa saber que estáis para todo, en cualquier circunstancia, aunque he de admitir que las redes sociales no son vuestro fuerte. Susana nunca podré olvidar como me acogiste, siempre, en tu casa como si fuese la mía o como una tarde de otoño no quisiste dejarme solo ante una de las decisiones mas difíciles que tuve que afrontar en mi vida, buscarle un lugar para quien fue mi otra madre en este mundo. Con los años me brindaste un sueño que Carmen tenía pendiente, el tocar la nieve, y así fue un año nuevo en Majadahonda. Mar, tu si sabías poner esa palabra que calmaba algún que otro enfado ante notas nada esperadas. Pascual, compañero también de pasillos entre clase y clase para hablar de proyectos, de ilusiones o de cómo iba aquella entrañable Fundación, creada por ese gran hombre que fue tu padre, de la que forme parte hasta su disolución y que nos traía hasta la meseta olor a océano y lugares del mundo donde España pisó. Con vosotros fuimos a homenajear a Pedro de Estopiñán en su humilde nicho del Monasterio de Guadalupe. Un día Ana apareciste junto al Tribunal Constitucional en un Volkswagen blanco que guardaba una larga historia que terminaba en la Embajada alemana en Madrid y que fue adquirido por su abuelo. Y hay otra Ana, magnifica anfitriona en las fiestas en su casa allá por Chamartín y con la que descubrí la tierra de la Santa de Ávila. Más de veinte años hace desde que terminamos la carrera, hoy estáis en ayuntamientos, despachos, en empresas, en la banca, pero seguimos con más experiencia pero con toda la ilusión que un día compartimos y que el azar de la vida hizo que estuviéramos en el momento justo para conocernos.

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