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Stalin ha muerto, viva Putin

Vladimir Putin

La historia de Rusia, desde sus comienzos, ha estado escrita por hombres fuertes y regímenes dictatoriales, en los que se asesinaba o se ponía en prisión a los posibles opositores. El primer referente sería Pedro I, llamado el Grande, quien reinó a finales del siglo XVII y principios del XVIII. Pedro I intentó, con cierto éxito, modernizar y ‘occidentalizar’ Rusia, pero lo hizo con una extrema violencia y crueldad, recogida en las palabras del historiador ruso Pierre Kovalevsky, quien tras glosar sus éxitos escribió: “Causó dolor a todos con los que entró en contacto. Destruyó la seguridad, paz, prosperidad, intereses, fuerza, bienestar, derechos y dignidad de todo aquel que tocó.”

El siguiente referente histórico podría ser Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, mucho más conocido como Stalin (del ruso stal -acero), quien fue presidente del consejo de ministros de la Unión Soviética entre 1941 y 1953. Inicialmente presidía un liderazgo colectivo, como primero entre iguales, con Lev Kámenev y Grigori Zinóviev, pero los mandó ejecutar para quedarse con el poder absoluto. Otro opositor, más famoso, fue León Trotski quien fue primero desterrado y luego asesinado en México en 1940. Asimismo Stalin causó la muerte, por inanición, de entre cinco y siete millones de campesinos, especialmente en Ucrania en el tristemente famoso Holodomor, por sus desastrosas políticas comunistas agrarias. Diversas fuentes dan diferentes cifras, pero siempre millonarias.

Y llegamos a Vladimir Putin, antiguo oficial del KGB, quien lleva ‘reinando’ en Rusia durante más de veinte años y suprimiendo, con extrema crueldad, cualquier intento de oponerse a su régimen dictatorial.

Hace unos días el mundo occidental se mostró ‘supuestamente horrorizado’ por la muerte del líder opositor Alexei Navalny, quien estaba en prisión en la zona ártica. Su cadáver, hasta el momento en que escribo esto, no había sido entregado a su familia, lo que parece indicar que las autoridades rusas están esperando a que desaparezca, o puedan hacer desaparecer, la sustancia con la que lo han asesinado.

Las ‘enérgicas condenas’ occidentales no parecen haber impresionado a Putin ya que, tan solo unos días después, fue asesinado en España el piloto ruso Maxim Kuzminov, quien había escapado a Ucrania con su helicóptero.

La lista de asesinados por Putin, dentro o fuera de Rusia, es interminable, por lo que tan solo se citan unos pocos de los más conocidos. En 2006, la periodista Anna Politkóvskaya fue asesinada en su apartamento de Moscú. También en 2006 fue envenenado con una sustancia radioactiva Alexander Litvinenko, teniente coronel del FSB, anteriormente KGB. Natalia Estemirova, activista por los derechos humanos, fue secuestrada y posteriormente asesinada en su propia casa, ubicada en Chechenia. Boris Nemtsov, quien fue el fundador del movimiento Solidárnost que ejerció una abierta crítica a las políticas de Putin, fue asesinado a tiros en 2015 cuando caminaba muy cerca del Kremlin. En marzo de 2018 fue asesinado Sergei Skripal, con veneno neurotóxico aplicado en el pomo de una puerta. En agosto de 2023 Yevgueni Prigozhin, líder del grupo de mercenarios Wagner, murió al caer su avión tras haber enfrentado a Putin con una amago de rebelión. La ira de Putin alcanza a todo el mundo y la muerte llega por cualquier medio.

El alma rusa.

La pregunta que puede surgir es ¿por qué Rusia, tan parecida en algunos aspectos, sigue siendo diferente del resto de Europa, incluso la zona que está al oeste de la cordillera de los Urales y por tanto en Europa? La respuesta se puede encontrar en la llamada ‘alma rusa’.

El alma rusa (rúskaya dushá) es un término de la cultura rusa que destaca la manera diferenciada en que los rusos entienden el mundo. Dicho término se utiliza en obras filosóficas, literarias, musicales y forma parte de la cultura popular rusa. Desde la formación de la Unión Soviética este término se usó en la propaganda política. Actualmente, el gobierno ruso lo sigue utilizando para remarcar la superioridad del ‘alma rusa’ frente a los desalmados occidentales.

El concepto del «alma rusa» ha intrigado a Occidente durante siglos. En un intento por comprender la idiosincrasia de este pueblo se ha creado una narrativa que supone un carácter único, marcado por la espiritualidad y por una profunda conexión con la tierra. El alma rusa se ha ido tejiendo a través de la historia, la religión, la literatura y la música, reflejando las vicisitudes de un pueblo que ha vivido influenciado tanto por la inmensidad de su territorio como por la tragedia. El alma rusa se caracteriza por una marcada dualidad. En ella coexisten la alegría y la melancolía, la esperanza y la resignación, la violencia y la ternura. Esta dualidad se refleja en la literatura rusa, donde personajes como Raskolnikov de «Crimen y Castigo» o Natasha Rostova de «Guerra y Paz» dan vida a esta complejidad. La profunda religiosidad del pueblo ruso, forjada en la tradición ortodoxa, ha impregnado su cultura con un marcado sentido de la trascendencia. La literatura rusa, desde Dostoievski hasta Tolstoi, está plagada de personajes que buscan incesantemente el sentido de la vida, enfrentando los dilemas morales y las contradicciones de la existencia humana.

La historia de Rusia está plagada de dificultades: invasiones, guerras, hambrunas y periodos de opresión. A pesar de estas adversidades, el pueblo ruso ha demostrado una notable capacidad de sacrificio y resiliencia. Esta característica se ha convertido en un pilar del alma rusa.

Rusia es, y seguirá siendo, una entidad política claramente diferenciada de Europa.

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Gonzalo Fernández

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