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Un presidente enfurruñado

Por Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu

 

Desde el comienzo del año en curso, nuestra nación ha rebasado la cifra de los 48 millones de españoles. Españoles preocupados por muchos problemas que les afectan cotidianamente. Problemas de naturaleza económica, laboral, social, sanitaria, de movilidad, educativa, judicial, cultural, de ocio, de negocio y de muchas otras índoles. Esperan, con poco entusiasmo, ciertamente, que los políticos que ellos eligen sean artífices o promotores de la resolución de alguno o algunos de estos problemas.

Lamentablemente, lo que ven, diariamente, son unos gobernantes, aparentemente más preocupados y absortos por la defensa y promoción de sus postulados ideológicos, cuando no de la atención de las obsesiones identitarias de sus socios de investidura, en muchos casos, con tintes secesionistas o disgregadores. Poca resolución, por el contrario, de los problemas que directamente les afectan y les preocupan.

Es en este contexto en el que el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, alegando una presunta persecución, acoso y derribo por parte de los opositores a su Gobierno, de ciertos medios de comunicación y de un sector de la judicatura, afirma necesitar parar, tomar distancia y reflexionar, hasta el próximo lunes,  porque no sabe si merece la pena el “generoso esfuerzo” que, según él y sus partidarios, está asumiendo para hacer desaparecer de la vida social española a los eventuales “enemigos de la nación”, que son, meramente, aquellos que no secundan su forma de interpretar la realidad nacional, que, a su modo de entender, no admite alternativas ni posiciones discrepantes.

A tal fin, ha hecho pública una carta, aparentemente dirigida a los españoles, aunque más bien parece perseguir otros fines, más plebiscitarios o de promoción de una cierta agitación social, en la que expone el, según él, insufrible nivel de acoso que sufre él y también su familia. El desencadenante viene motivado por la instrucción de unas diligencias judiciales, según él sin fundamento, para aclarar lo que podrían ser actuaciones delictivas de su mujer, Begoña Gómez, ante un juzgado de Madrid. Sorprende que la actuación del Presidente haya sido tan rotunda y sorprendente si, como él afirma, la instrucción de las diligencias, meramente indagatorias, carece de fundamento. Si así es, con contribuir al esclarecimiento de los hechos y descartar, con ello, cualquier tipo de sospecha, debería ser suficiente.

La reacción del Presidente del Gobierno, tan airada y sobre todo tan agresiva contra todos aquellos a los que culpa del gravísimo pecado de discrepar de él, parece, en realidad, esconder un talante singularmente antidemocrático que pudiera calificarse, incluso, como de gesto bolivariano, en lo que de búsqueda de respaldo a su liderazgo y de brutal descalificación de la oposición tiene.

Me vienen a la memoria, hablando de este asunto, las desmesuradas carcajadas dirigidas hacia el líder de la oposición con las que, desde la tribuna del Congreso pretendió descalificar sus palabras, expuestas de manera moderada, cuando afirmó que él nunca sería Presidente al precio que Pedro Sánchez estaba dispuesto a pagar al objeto de garantizarse la investidura por entender que había ciertos precios, en términos de pactos con determinadas fuerzas políticas, que el Sr. Feijóo no estaba dispuesto a pagar.

En aquel proceso de investidura, de hace menos de un año, el actual Presidente del Gobierno acusó al actual líder de la oposición de hacer perder el tiempo a los españoles por intentar, a propuesta de SM el Rey, ser investido como Presidente del Gobierno mediante una serie de pactos propuestos al segundo partido de la cámara, el Partido Socialista. Si aquello fue una pérdida de tiempo, no estaría de más conocer cómo califica el Presidente Sánchez a este período legislativo en el que el Gobierno se encuentra atenazado por las exigencias, cada vez mayores, de unos socios de investidura que tienen intereses poco coincidentes con los del común de los españoles.

En mi opinión, no sería descabellado hablar de una legislatura fallida, en la que el Gobierno se ha embarcado en una suerte de fraccionamiento de todos los resortes e instituciones del Estado. Mientras los ciudadanos siguen lidiando con sus problemas cotidianos, que no son ni pocos ni pequeños, nuestros gobernantes permanecen ajenos a los problemas generales y muy ocupados por la resolución de sus problemas particulares, sean estos electorales, para seguir ocupando las instituciones que ocupan o de carácter judicial para eludir la asunción de responsabilidades que desde este ámbito se les reclaman.

Para ello, nada mejor, al parecer, que culpar de todos los males de la nación a la oposición, a alguna prensa y a algunos jueces, criminalizándolos, satanizándolos y tratando de hacerlos objeto de la saña de la generalidad de los ciudadanos, ante los que el presidente pretende presentarse como una pobre víctima junto a su familia.

Para redondear el proyecto, no hay más que contar con el respaldo incondicional de José Luis Rodríguez Zapatero, quien, haciendo gala de una carencia de sentido de la responsabilidad casi ilimitada, llama a la movilización de la ciudadanía. La movilización de la ciudadanía ¿contra quién? Pues, como de costumbre, contra la derecha y contra la ultraderecha. Contra quién iba a ser. Contra quienes no se avienen a respaldar, sin fisuras, su “indiscutible e inapelable” manera de entender la realidad. A partir de ahí, lo de siempre: amenaza de bomba a la sede del PP en Génova y acordonamiento de ésta por parte de la policía al tiempo que los partidarios de Sánchez se concentran en Ferraz, sede del Partido Socialista, para mostrarle su respaldo. ¿Es de verdad, ésta, una conducta responsable por parte de los dos últimos presidentes de Gobierno del Partido Socialista? Si esto es lo mejor que saben hacer, lanzar a sus partidarios contra todos los que no lo sean (media España contra la otra media), lo mejor es que se vayan lo antes posible, y que el presidente Sánchez, marchándose, deje tanta paz como descanso lleve.

Seguro que, en general, los españoles hacemos muchas cosas que no están bien, cometemos muchos errores, nos hacemos daño a nosotros mismos, pero lo que, de ninguna manera, nos merecemos, es un Presidente enfurruñado.

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Fernando Gutíerrez Díaz de Otazu
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