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El rincón de Aranda

Reivindicación del nombre de una calle

Hace unos días viendo en Internet a dos señores que reivindicaban el antiguo nombre de la actual calle José A. Primo de Rivera, sentí un poco de rubor al escuchar a ambos, cómo se explicaban con respecto a la historia de la Batalla de Wad-Ras (1859-1860). Uno dijo con énfasis, que aquélla fue una “guerra romántica” (¿?), deleitándonos, con una somera explicación sobre la figura del antiguo personaje, y su título nobiliario, que figuró antaño en dicha calle. Su compañero, lanzándo una “olorosa flor de la historia”, habló del General O´Donnell, y del perímetro de nuestros 12 kms., y lo más importante, del cobro por España de los daños ocasionados por Marruecos en esa guerra; que por cierto no los ajustó a la realidad. La verdad es que a mí me pareció un engolamiento por ambas partes, con lanzamientos de florecitas almibaradas, para el disfrute de la señora presentadora cuando, tras sus preguntas, escuchaba sus enfáticas respuestas.

Hace pocos días yo, que con estas cosas soy un poco escéptico, proponía que el nombre de esa calle lo cambiasen por el del “Marqués del Buen Acierto”, que fue el médico que acertó, cuando le dijo a Isabel II que iba a parir un niño, futuro Alfonso XII. Y ante la negativa que suelen prestarme las autoridades en cada recomendación que les hago al respecto, esta vez les propongo otro que quizás les agrade más. Verán: como saben, entre Alfonso Canales, que fue Presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, y miembro correspondiente por Andalucía de la RAE y de la Real de la Historia, y Camilo J. Cela, Académico de la RAE, Premio Príncipe de Asturias y Nobel de Literatura, ambos a raíz de “La Insólita y Gloriosa Hazaña del Cipote de Archidona”, (La sonrisa vertical. Colección erótica. Tusquets editores. Barcelona), suceso acaecido en el pueblo del mismo nombre, hubo un cruce epistolar, que la verdad no tienen nada que envidiar al mismísimo Quevedo.

Alfonso Canales, a la pregunta que le hizo Cela por lo ocurrido en ese pueblo, le comunicó lo siguiente: “Con mucho gusto te relataré el incidente a que te refieres en tu carta. La cosa ha acaecido en Archidona, muy cerca de donde se halla la célebre Peña de los Enamorados. Una pareja -no consta que fueran novios formales- se encontraba en el cine, deleitándose con la contemplación de un filme musical. La música o las imágenes debían ser un tanto excitantes, porque a ella, según tiene declarado, le dio -no sabe cómo- el volunto de asirle a él la parte más sensible de su físico. El cateto debía ser consentidor, pues nada opuso a los vehementes deseos de su prójima. Dejóla hacer complacido, sin previsión de las consecuencias que habría de tener su regalada conducta. Según parece, el manipulado, hombre robusto por demás, era tan virgen como López Rodó o, al menos, llevaba mucho tiempo domeñando sus instintos. El caso es que, en arribando al trance de la meneanza, vomitó por aquel caño tal cantidad de su hombría, y con tanta fuerza que más parecía botella de champán, si no geiser de Islandia.

Los espectadores de la fila trasera, y aun de la más posterior, viéronse sorprendidos con una lluvia jupiterina, no precisamente de oro. Aquel maná caía en pautados chaparrones, sin que pareciera que fuese a escampar nunca. Alguien llamó airadamente, identificando el producto e increpando con soeces epítetos al que lo producía en cantidades tan industriales.

Se hizo la luz. El cateto pensó que la tierra, en eso de tragarse a los humanos, obra con una censurable falta de oportunidad. Doblemente corrido, trataba en vano de retornar a su nido la implacable regadera. Su colaboradora ponía cara de santa Teresita de Lisieux, aunque con más arrebol en las mejillas. Ambos fueron detenidos y conducidos a la presencia judicial, lo que ocasionó que se incoara el oportuno sumario por escándalo público, a falta de otra tipificación más especificadora. El juez hizo el ofrecimiento de acciones a los poluídos, quienes no sólo quedaron enterados, sino que presentaron justificantes de los daños y perjuicios. Un prestigioso industrial incorporó a los autos la factura del sastre que había confeccionado su terno, que devino inservible. Y una señora, de lo más granado de la sociedad archidonense, presentó la cuenta de la peluquería donde, al siguiente día, hubo de hacerse lavar el cabello, -el Fiscal no acaba de explicarse cómo pudo pasar la noche sin un lavado casero de urgencia-.

Como primera providencia, puesto que así lo imponen las reglas de la moral, los intérpretes del raro suceso han contraído honesto matrimonio. ¡Gran equivocación!. Imagínate lo que hubieran podido prosperar, en cualquier parte del mundo, tanto el prepotente poseedor de la manguera como su eficaz partenaire. La causa está ahora en trámite de calificación. Cuando se dicte la sentencia, te proporcionaré una copia. Será un documento acreditativo de las reservas, no meramente espirituales, de nuestra recia estirpe. Un fuerte abrazo”.

La respuesta de Cela fue: “Querido Alfonso: ¡Bendito sea Dios Todopoderoso, que nos permite la contemporaneidad con estos cipotes preconciliares y sus riadas y aun cataratas fluyentes! Amén. ¡Viva España!. ¡Cuán grandes son los países en los que los carajos son procesados por causa de siniestro!. El suceso muy bien podría originar la aparición de una frase adverbial aún no nacida como -“el Cipote de Archidona"- señaladora de óptima calidad y desaforada cantidad. Te ruego que transmitas a la Excma. Diputación Provincial de Málaga mi propuesta de que le sea atribuido un homenaje de ámbito nacional al dueño de la herramienta, honra y prez de la patria y espejo de patriotas. Podría levantarse en su honor un monolito granítico con una farola en la punta del haba -el falofaro de Archidona- visible desde las costas de África; podrían editarse tarjetas postales y fabricarse cipotillos de solapa; podría incluirse la contemplación de tanta gloriosa prepotencia en el programa de los cursos de verano para extranjeros.
¿Os dais cuenta los malagueños, mi querido Alfonso, de lo didáctico que resultaría? ¡A qué lindes insospechadas de progreso nos ha llevado el III Plan de Desarrollo y la sabia política de nuestros beneméritos tecnócratas, a quienes Dios guarde para mejor lección de todos!. Entre nuestro común amigo don Lupercio Leonardo de Argensola y yo hemos compuesto, en loor del pijo histórico, el poema que paso a copiarte: ´´Claro cipote, cuya frente altiva/ cubre de nubes tan tupido velo/ que nos hace creer que en ella el cielo/ y en sus cojones su razón estriba./ En ti mostró su boca vengativa/ el gran león, forzado de su celo,/ y en ti de voluntad empieza el vuelo/ del goterón de leche en lavativa./ Hoy proclama la gloria de Archidona/ que anegas con tus huevos a su gente/ por tu fluidora pija perseguida./ Hoy el mundo en tu justo honor pregona/ que salvo incordio, chancro o accidente,/ no hay pija cual tu pija en esta vida”.

Se imaginan ustedes la repercusión y resonancia que tendría en toda España, como en el mundo mundial, que una calle de nuestra ciudad figurase con ese nombre: “Calle Cipote de Archidona”. Quizás, algunos “rojos quisquillosos”, por el momento, se partieran de la risa y se olvidasen de la no aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, y no les importase que Franco siguiera pegadito a la muralla del puerto. En fin, los señores políticos tienen la palabra, que para eso cobran.

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