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Cría cuervos

Veinte años de política miserable, iniciada por José Luis Rodríguez Zapatero y culminada por Pedro Sánchez, han conducido a su desenlace lógico: el mejor resultado obtenido por los herederos políticos de ETA en las pasadas elecciones al parlamento vasco.

Es el producto de haber roto el pacto antiterrorista del año 2000, de pactar con los asesinos en el primer mandato de Zapatero y de sumar con ellos una mayoría parlamentaria, desde 2018 a la actualidad. Incluso han tenido un papel protagonista en la aprobación de Presupuestos y la redacción de la manipuladora ley de Memoria Democrática, que gracias a EH Bildu extenderá su aplicación hasta los primeros años de la democracia, incluso al primer año del gobierno socialista de Felipe González.

¿Ha cambiado por ello la política de EH Bildu? De ninguna manera. Su lista de candidatos incluía a varios miembros de ETA, entre ellas algún asesino, y el resultado electoral fue acogido con los militantes coreando una veterana consigna de la banda terrorista: JO-TA-KE, “pégales fuerte”. Y Sánchez tan contento, buscando vericuetos legales para quitar a la Guardia Civil la competencia de Tráfico en Navarra, un nuevo paso para debilitar a la Nación y desarmar al Estado.

Más de un sanchista idiota ha justificado el resultado por adecuarse mejor al actual estado de opinión de la sociedad vasca. Se trata de una evidente manifestación antidemocrática, lo que no debería extrañarnos, por ser una majadería más de ese rebaño político,

Vamos a ver: son frecuentes las ocasiones en que un puñado o incluso una mayoría de electores, han votado a fuerzas políticas cuyo empeño era destruir la democracia. Sólo por citar algunos casos, ahí tenemos la Alemania de los años Treinta del siglo pasado, los partidos islamistas de Argelia y Egipto, los bolivarianos de Venezuela o los sandinistas de Nicaragua. ¿Resultaban con ello los nazis y los otros más respetables? En modo alguno, pasaban a ser más peligrosos.

Pero aquí, el pasado lunes, Pedro Sánchez se felicitó de que el resultado de EH Bildu consolida su mayoría parlamentaria y respaldó que la aplicación de la indecente Ley de Memoria Democrática se prorrogue hasta 1983. Esa respetuosa acogida a los herederos de ETA lo manifiesta al mismo tiempo que su rechazo visceral a Vox, un partido que actúa dentro de la Constitución y en el que hay víctimas tan destacadas del terrorismo como su líder Abascal y Ortega Lara, secuestrado durante más de un año. No resulta posible mayor desvergüenza.

Las elecciones vascas, por lo menos, han tenido una consecuencia positiva, la desaparición del partido-basura Podemos y el raquítico escaño obtenido por Sumar, la plataforma política de la vicepresidenta “Yoli” Díaz. Esto debilita la mayoría parlamentaria del sanchismo, aunque no tenga consecuencias inmediatas.

Y en plena resaca de las elecciones al parlamento de Vitoria, Pedro Sánchez anunció su extravagante pausa de cinco días para reflexionar si deja el cargo o continúa, incógnita que ha prometido desvelar el próximo lunes.

La iniciativa admite dos análisis, el personal y el político. El primero es la manifestación de un desequilibrio que algunos han descrito como una psicopatía narcisista. Típico de esta mentalidad es la incapacidad para asumir los propios errores. Ataca sin contemplaciones a los adversarios, hasta el límite de la manipulación y de la injusticia, pero no soporta las críticas.

El segundo es la constatación de un fracaso que se pone de manifiesto en la hostilidad de todos los medios de comunicación independientes y la actuación de los tribunales, respetuosos defensores del Estado de Derecho. En ambos casos se perturba el propósito de Sánchez de actuar como un autócrata. No puede ser ni un Chávez ni un Maduro.

Y luego está lo de su señora, la tal Begoña Gómez. Ha sido la prensa independiente la que ha descubierto sus trapicheos: relaciones con empresas e instituciones, en beneficio propio y en varios casos beneficiarios de fondos públicos que aprobaban los consejos de ministros presididos por su marido.

En cualquier democracia digna de tal nombre, sería más que suficiente para la dimisión del jefe de Gobierno. Pero Sánchez tiene además la amenaza de la interceptación de su teléfono por el sistema israelí Pegasus. No sabemos lo que pudo haber dicho, pero sí que le aterra su divulgación. A lo mejor pensaba que su extemporánea actuación en favor de un Estado palestino le iba a salir gratis. ¡Criatura!

 

 

 

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Miguel Platón

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