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El rincón de Aranda

Recuerdos de mi mili

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Hace unos días observando una página sobre Melilla, en Internet, en la que se ve la “Cruz de los Caídos”; en respuesta a un señor que le extrañaba, que todo lo que rodeaba a ese monumento, ahora esa cruz, se encuentre solitaria; yo le precisé que:

“Las cadenas, los escudos, y toda la parafernalia fascista de piedra, mármol y bronce, lo trasladaron al Cementerio, y dejaron la Cruz, pero el “León de la Avenida” y el Comandante que está en el Puerto, ahí siguen, en recuerdo del ignominioso crimen que cometieron aquél 17.07.1936, en nuestra ciudad, que Dios, debió confundirlos”. Y otro caballero me replicó: “A lo mejor si él no hubiese venido, usted D. Juan no estaría en este mundo”. Como vi que su comentario era personal, absurdo y con un alto grado de dislexia ortográfica pensé: Qué tenía que ver mi libre comentario con la fecha en que fui el gameto ganador al llegar el primero al óvulo de la que me parió. Entendí que quizás la frase la escribió para impresionar; lo que en francés es una “boutade”, o una salida de tono: más o menos. Entonces le contesté: “Señor (omito el apellido, para que no se altere): Creo que usted confunde la gimnasia con la magnesia”. Y a continuación, con gran curiosidad, “pinché” en su biografía, y leí que “trabaja en el Ministerio de Defensa”. Pero claro, que fijándome bien en su rostro, vinieron a mi humilde caletre, unos recuerdos del año 1.965, cuando yo servía a la Patria en la Agrupación de Sanidad Militar, en el Destacamento “Desinfección Vizcaya”, junto a un compañero, melillense como yo. Los recuerdos eran, cuando un pelotón de la Policía Militar, al mando de un Cabo 1º, cada tarde, a las 5, hora de paseo, este solía ocultarse en el carril de tierra, circundante a la muralla, frente a la playa; también en la puerta de la Hípica, o en la esquina de entrada al Cuartel de Caballería. Este Cabo 1º, de estatura “chaparrita”, (con perdón), en comparación con los soldados a su mando, era tan persistente que un día sí y el otro también, siempre nos “cazaba”, haciendo detener la moto de mi compañero, que vivía en Horcas Coloradas, y yo en Ataque Seco. El hombre, muy disciplinado él, como debe ser, cogía su libretita, y anotaba nuestros nombres y destinos, y ¡hala!, a esperar el castigo por llevar el cogote con más pelo de lo normal, las botas un pelín llenas de polvareda por aquélla calle sin asfaltar; o el botón del cuello de la chaqueta desabrochado, en pleno verano. Debo decir que, por ser de Melilla, y poseer pase-pernocta, mi madre, la pobrecita mía, me tenía el uniforme como un pincel: ¡vamos!, de limpio como los chorros del oro. Ante esas faltas tan “gravísimas”, que por lo visto “atentaban contra la seguridad” de nuestro Ejército en Melilla, igual te castigaban un fin de semana sin salir, o te pelaban al cero……. patatero. Vamos: ¡Una alegría!.Muchos de los que hoy peinan canas y rondan los 70 tacos de almanaque, recordarán como yo, a este fiel cumplidor de su deber, cómo “premiaba” a unos soldados que habían estado trabajando, desinfectando, despiojando, lavando sábanas y colchones, (por ese orden), con manchas “onanísticas”, durante todo el día, en las naves de ese Destacamento; y a veces desinfectando en los cuerpos de guardia de algunos cuarteles y fuertes. Pero lo más curioso es que en aquélla “gloriosa” etapa, éste Cabo 1º, como ya digo, se ocultaba para sorprender a los incautos, y acojonados pipiolos, como lo era un servidor; igual como hace ahora, que dice trabajar en el Ministerio de Defensa, que no pongo en duda, pero que cualquiera puede pensar que es un humilde funcionario de la misma entidad, cuando realmente es un militar de “mantecado” para arriba. Lo digo porque como percibe sus buenas “14 cosechas anuales”, y como él sabe muy bien, debe omitir comentarios sobre el franquismo y la dictadura; pero sí respetar, y en lo que le atañe, hacer cumplir la Ley de la Memoria Histórica; por la sencilla razón de que ésta emanó del Gobierno Legítimo de la Nación, con el Rango de Ley, aprobada el 26.12.2007.Y para finalizar, como estudié en un colegio de balde, también en el Instituto de García Cabrelles, y en la Academia Saavedra, y más tarde me licencié con un Master en Humanidades, por la prestigiosa Universidad de las Ágoras Públicas: desde estas humildes líneas, recordando aquéllos días tan “gloriosos”, de hace medio siglo, le deseo de corazón, y sin ambages, lo mejor.

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