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Carta del Editor

Quince años de ARTE DE VIVIR y el oscuro futuro de Melilla

melillahoy.cibeles.net fotos 987 ilustracion eb 5 octubre14

“El hecho de que un grupo periodístico de nuestra ciudad, el nuestro, tuviera periódicos y revista editados en Madrid abría muchas posibilidades de que Melilla fuera mejor conocida en la capital de España y también en el resto de nuestro país. Hice un llamamiento y una oferta, especialmente a los poderes públicos locales, para que estudiáramos conjuntamente tales posibilidades y las aprovecháramos, pero la oferta no fue atendida. El status quo, el miedo a cualquier acción que pueda generar algún rechazo o alguna estúpida denuncia (aunque sea de los imbéciles), hizo que se desaprovechara una oportunidad única de lograr que Melilla se conociera mejor, lejos de los estereotipos, malos, por los que somos generalmente conocidos” Nuestra revista, ARTE DE VIVIR, cumple 15 años, que no son pocos años tal y como está la cosa editorial en éste país nuestro. Antes tenía mérito crecer, ahora lo tiene resistir. Lo hemos hecho, y es todo un éxito.

Muchas veces se ha dicho, y se ha escrito, que el arte es la vida. También se ha dicho que el arte es lo contrario de la vida. Quizás el arte no es más que un giro sistemático y voluntario que, con dosis de idealismo, se le da a la realidad, una corrección de los errores de la naturaleza. Una corrección que nos permite elevar nuestro nivel de vida.

Además, coincido con lo que decía Óscar Wilde, el arte es la forma más intensa del individualismo que el mundo ha conocido. Por eso me gusta tanto ARTE DE VIVIR, por eso me parece que intentos, como el de nuestra revista, de acercar lo artístico a lo cotidiano son muy importantes, en este mundo tan globalizado y con tan inmensa intrusión de lo público en lo privado, con tantas trabas para poder disfrutar de las libertades individuales, que son las únicas que existen.

Se produjo, curiosamente, el hecho de que el nacimiento de ARTE DE VIVIR, en junio de 1998 y como un nuevo producto del grupo que editaba entonces, entre otras cosas, el diario ABC, coincidió, en el año, con la llegada del euro a nuestro país (aunque la desaparición final de la peseta no se produjo hasta el 1 de enero del año 2002) un hecho que contribuyó a cambiar nuestras vidas… y a encarecer nuestras compras y empobrecer esas nuestras vidas (los precios subieron mucho más que los salarios, casi todos los precios se ajustaron como si el euro, que equivalía a 166,386 pesetas, valiera sólo 100 pesetas, o sea, menos de un 66%, que es lo que, aproximadamente, subieron los precios de los productos básicos, con el pan a la cabeza).

Pero por encima de todos esos efectos negativos, que no dejan de ser importantes, el euro significó, y significa, la materialización de nuestra integración en la nueva Europa, el fin de esa España aislada y atrasada que padecimos durante muchos años, la integración de pleno derecho en nuestro hábitat natural, en un mundo cada vez más abierto, más globalizado en el que movimientos secesionistas y separatistas como los lamentablemente protagonizados en estos últimos tiempos por los pujolistas catalanes aparecen como una antigualla, una regresión a un mundo viejo y superado.

Guardando las distancias, ARTE DE VIVIR significa el intento de nuestro Grupo de contribuir a hacer nuestras vidas un poco mejores, a potenciar nuestro individualismo artístico, a lograr que, ya que el arte es la vida, nuestra vida sea lo más parecida posible al arte.

En este número de la revista repasamos el cambio que, en distintos campos, se ha producido durante estos últimos quince años, los de vida de ARTE DE VIVIR. Muchos y muy profundos cambios, en un mundo en el que el ritmo y la profundidad de los cambios no tiene parangón con nada de lo sucedido antes. Algunos de esos cambios han sido claramente buenos, pero otros han sido no menos claramente malos y costará mucho recuperar cosas y niveles de vida que se han perdido. Hará mucha falta mucho individualismo, mucho arte de vivir para lograrlo.

Hasta aquí lo que he escrito para la Carta del Editor del último número de nuestra revista. En lo que afecta a Melilla conviene recordar que, como ya escribí hace años en una de mis Cartas, el hecho de que un grupo periodístico de nuestra ciudad, el nuestro, tuviera periódicos y revista editados en Madrid abría muchas posibilidades de que Melilla fuera mejor conocida en la capital de España y también en el resto de nuestro país. Hice un llamamiento y una oferta, especialmente a los poderes públicos locales, para que estudiáramos conjuntamente tales posibilidades y las aprovecháramos, pero la oferta no fue atendida. El status quo, el miedo a cualquier acción que pueda generar algún rechazo o alguna estúpida denuncia (aunque sea de los imbéciles), la querencia habitual de las administraciones públicas al inmovilismo, al dulce no hacer nada, hizo que se desaprovechara una oportunidad única de lograr algo que para Melilla es fundamental: que los españoles nos conocieran mejor, lejos de los estereotipos, malos, por los que somos generalmente conocidos.

Lo perdido, perdido está, pero conviene pensar en lo que a Melilla le puede pasar, en un futuro no muy lejano, si insistimos en la inoperancia y las eternas y aburridas luchas cainitas. Ahora, para el resto de España y para la comunidad occidental, somos una frontera europea en Africa que no cesa de originar problemas, problemas que se palian, puesto que no se solucionan, con un aumento incesante del gasto público a todos los niveles y trasladándolos al final a la Península y al resto de Europa. Somos, también, o al menos así se nos ve, un semillero de formación y exportación de yihaidistas camino de su integración en la guerra santa del denominado Estado Islámico. Somos una ciudad que no produce nada y en la que un enorme número de funcionarios públicos consume una no menos enorme cantidad de dinero, también público, al mismo tiempo que ahoga cualquier atisbo de iniciativa empresarial. Somos más cosas, pero así es como se nos ve.

Y ¿cual puede se la reacción de la comunidad occidental e incluso la del resto de España ante esta situación? Pues la reacción esperable y temible, si no cambiamos la situación, es que, más bien antes que después, españoles y europeos piensen que lo mejor será dejar Melilla. Muerto el perro, se acabó la rabia. ¿Es eso lo que deseamos la mayoría de los melillenses? Evidentemente no, pero para lograr que tal cosa no ocurra sólo hay una solución: tenemos que cambiar, tenemos que darnos cuenta de que esto ya no es una colonia, tenemos que innovar, producir, abandonar la aspiración de aumentar el número de empleados públicos, formarnos mejor, trabajar más, molestar menos y construir más, hacer menos caso a los estúpidos acostumbrados a vivir de los demás y más a los bienintencionados que luchan por abrirse sus caminos. Y ya no tenemos demasiado tiempo para que esos imprescindibles cambios se produzcan. Si no nos damos prisa Melilla desaparecerá como tal.

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