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Vida universal

¿Por qué se deben aceptar los golpes del destino?

El ser humano pregunta a menudo: ¿por qué me sucede esto o por qué tengo que soportar este sufrimiento? Un efecto puede estar separado de su causa por una distancia de siglos y milenios, del mismo modo que en la semilla de un árbol están contenidos los frutos que más tarde dará. No obstante, en la causa misma está determinado cuanto tiempo pasará hasta que la semilla germine, es decir cuándo llegará el momento del efecto. La causa de una enfermedad, por ejemplo, puede remontarse a decenios y la de un suceso político o religioso a siglos. Tenemos entonces que combatir los efectos y superarlos, para no crear otra vez nuevas causas. No estamos en la Tierra para investigar acerca de las causas, sino para reconocernos en los efectos de manera que no se formen nuevas causas.

Los sutiles aspectos de la ley de “causa y efecto” no pueden comprenderse con nuestras burdas palabras, porque la ley no tiene en cuenta nuestros pensamientos y palabras, sino nuestro mundo de sensaciones, nuestras emociones y tendencias, es decir los contenidos, no lo que aparentamos. Aquello que ocultamos ante los hombres es manifiesto a Dios, quien haya reconocido esto controlará y dominará siempre sus pensamientos y actos, es decir pensará y actuará sólo de modo divino y sanamente, pues sabe de antemano que todo tiene su efecto. Por ello tenemos que vivir conscientemente, a conciencia, y tener ante los ojos las consecuencias de nuestros actos. Así desenterramos el tesoro de nuestra alma, la fuerza, la luz y el amor del Todopoderoso.

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