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Percepciones, hechos y muertes. Slava Ukraini

VISTO DESDE FUERA/ Por Gonzalo Fernández

Percepciones. Un número ingente de personas escriben sobre la guerra en Ucrania, con mejor o peor información y con diferente grado de simpatía, en algunos casos tendenciosidad, hacia uno u otro bando. Es difícil no tomar bando cuando el muy grande ataca al chico, con todas sus fuerzas y sin atisbo de control, mucho menos de piedad. Y, además, cuando el chico se defiende con heroicidad.

Pero lo que se percibe cada vez con mayor intensidad es un descenso en el número de páginas, de artículos, sobre la guerra. Está dejando de ser ‘noticia’ en el mundo occidental, con el peligro que ello supone para el apoyo a una guerra que va a ser larga. A riesgo de equivocarme, dado el número de factores que influyen, puede ser que dure un año o más, siempre y cuando a los gobiernos occidentales ‘no se les olvide’ que hay que seguir apoyando al agredido, Ucrania, y castigando al agresor, Rusia. Por supuesto, a Rusia no se le va a olvidar el seguir apoyando a su ejército, a su presidente, con todos los medios materiales, informativos, híbridos o cualesquiera que sea el nombre que queramos poner a sus diferentes formas de apoyo.

Es en la ‘percepción’ de lo que ocurrió y sigue ocurriendo en Ucrania, y de la razón para que se produjera la guerra, donde Rusia juega su mejor baza cara a su población y amigos occidentales.

Sin entrar en el fondo de cómo se forman las percepciones, señalar que la guerra de las percepciones no solo se lleva a cabo en la llamada guerra de la información, sino también en la preparación y ejecución de cualquier negociación, o sea, en todos y cada uno de los momentos de nuestra vida.

Sobre una misma situación, incluso sobre un mismo hecho, existen tantas percepciones como observadores. Algunos dicen que Rusia percibía una amenaza con la expansión de la OTAN hacia el este, y ello de alguna forma ‘justificaba’ su agresión a Ucrania. Esta teoría es sumamente fácil de desmontar.

En la expansión de la OTAN hacia el este, como sabe muy bien cualquiera que haya trabajado en la OTAN o la haya estudiado, jamás ha figurado un plan para atacar a Rusia, y Putin lo sabe sin ningún tipo de duda. Esa percepción de amenaza es simplemente falsa, una excusa para justificar otras acciones diferentes de la defensa de su territorio.

La supuesta expansión de la OTAN hacia el este constituye un ejemplo claro de percepción, ya que lo que realmente ha ocurrido es que el este, los países que habían estado subyugados por Rusia tras la segunda guerra mundial, se han movido geopolíticamente hacia el oeste, buscando la protección de la OTAN contra el que fue su explotador. La expansión de la OTAN ha sido realmente desde el este hacia el oeste.

Y volvemos a recordar el muro de Berlín. Cuando tus ‘amigos’, los del Pacto de Varsovia y antiguas repúblicas soviéticas, hacen todo lo posible para unirse a tus ‘enemigos’, la OTAN, el problema eres tú, no tus antiguos ‘amigos’, que ya están hartos de sufrir tus imposiciones dictatoriales.

Desmontadas las percepciones, pasemos a los hechos. Desde la invasión de Crimea y su apoyo a los separatistas prorrusos en el Donbas, Putin ha estado preparando la invasión de Ucrania con un doble propósito. Unir el territorio ruso con la península de Crimea y recuperar el control indirecto de la totalidad de Ucrania. Para ello pretendía poner en el poder, en Kiev, a un títere aliado de Rusia, haciendo así de Ucrania una copia política de Bielorrusia. Y, probablemente, probando la reacción occidental, para ver hasta donde podría seguir su política expansionista, neo-imperialista, hacia la recreación de la antigua Unión Soviética.

Los miles de muertos, principalmente, y los problemas económicos actuales, hay que ponerlos a los pies del dictador Putin, inequívocamente y sin entrar en ‘percepciones’ que pudieran sembrar dudas, de todo punto injustificadas.

Y hay que hacerlo sin miedo ya que, como cita Hermann Hesse, “cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros”.

Y algunos de los hechos

Desde 2014, cuando Rusia se anexó Crimea e invadió la región oriental del Donbas, Estados Unidos había proporcionado más de dos mil quinientos millones de dólares en ayuda militar a Ucrania. Con ello se pretendía dotar a Ucrania de los suficientes sistemas defensivos para hacer una invasión rusa más costosa en términos de vidas humanas, pero sin ‘provocar’ a Rusia, al que en el fondo el mundo occidental teme. Los planeadores occidentales olvidaron que, históricamente, Rusia no cuenta sus bajas, sus muertos, de la misma manera que occidente. Unos cuantos miles de muertos más no van a disuadir a Putin de hacer algo que, en su mente, es importante para Rusia.

Tras la invasión, debemos sopesar los peligros de la escalada armamentista contra la realidad de la naturaleza brutal de la guerra, que ahora Putin está desencadenando sobre los civiles ucranianos. Si bien hay riesgos en ayudar a Ucrania con armamento más sofisticado, para sobrevivir al ataque ruso, también hay riesgos en dejar que los afanes expansionistas de Putin no se controlen. Si ve que la OTAN y la Unión Europea le permiten tomar Ucrania, es probable que, tras unos pocos años, rehecho su ejército y controlada su opinión pública, se vuelva contra otras exrepúblicas soviéticas vecinas, que no están en la alianza, como Moldavia y Georgia a la que ya invadió en 2008.

¿Y después? Sus amenazas, contra todo y todos, no parecen tener límite. Lo que no se haga ahora para detenerlo, puede costar mucha más sangre en el futuro.

FRASES

Es en la ‘percepción’ de lo que ocurrió y sigue ocurriendo en Ucrania, y de la razón para que se produjera la guerra, donde Rusia juega su mejor baza cara a su población y amigos occidentales.

Lo que realmente ha ocurrido es que el este, los países que habían estado subyugados por Rusia tras la segunda guerra mundial, se han movido geopolíticamente hacia el oeste, buscando la protección de la OTAN.

Las amenazas de Putin, contra todo y todos, no parecen tener límite. Lo que no se haga ahora para detenerlo, puede costar mucha más sangre en el futuro.

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Gonzalo Fernández

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