Y tú, Daniel, hijo mío,
nacido de amor sincero,
juraste la misma bandera
que juró aquel artillero.
Heredaste de tus padres
la enseña de tus abuelos,
la bandera roja y gualda
la grandeza de tu pueblo,
y… el cañón que rompe
el silencio y hace temblar
nuestro suelo.
La Santa de Artillería,
joven mártir de los cielos,
virgen del trueno y el rayo
que brilla entre los luceros,
os bendiga, os proteja,
a tí y a tus compañeros;
y a nuestra hacienda artillera,
En los años venideros.