El comercio atípico hace ya mucho tiempo que se fue de las manos, y las consecuencias las hemos estado pagando a diario. De no tomar medidas como la limitación que se ha adoptado, el problema habría sido de enormes dimensiones durante la Operación Paso del Estrecho. Pero una vez pasado el verano, hay que seguir ahondando en esa redimensión del tránsito comercial Llevamos tiempo escuchando hablar a la Ciudad Autónoma y la Delegación del Gobierno de la necesidad de redimensionar el comercio atípico a la capacidad real que tiene nuestra frontera con Marruecos si de verdad queremos una frontera ágil y beneficiosa para todo el mundo, en vez de lo que es ahora: una frontera problemática y peligrosa para los usuarios y los funcionarios que trabajan en ella. A principios de esta semana se dio el primer paso en ese objetivo limitando el comercio atípico en el paso de Beni Enzar a cuatro horas por la mañana, de siete a once, igual que ocurre en Barrio Chino.
La medida, lógicamente, no ha gustado al sector que estaba monopolizando la frontera, ya que un grupo de porteadores se ha estado concentrando en tierra de nadie para protestar, y los comerciantes fronterizos también se han quejado de que ya notan esta restricción en sus ventas. Lo curioso es que el colectivo de comerciantes vaticinaba problemas con esta limitación porque los porteadores en cuatro horas tendrían que hacer el trabajo que antes hacían en ocho. Con esta teoría se puede comprobar cómo comerciantes y porteadores no se han dado cuenta de la necesidad de aminorar esta actividad comercial, que se ha multiplicado por tres o por cuatro en cuestión de muy poco tiempo, porque nuestra frontera no puede seguir absorbiendo tanto tránsito comercial. Por muy bien que le vaya a este sector, en detrimento del resto, ciudadanos y empresarios, que tienen el mismo derecho que los comerciantes a utilizar la frontera porque también pagan impuestos para mantener y mejoras esas infraestructuras fronterizas.
Porque más allá de la frontera en sí, el aumento desproporcionado del comercio atípico lleva ya un tiempo afectando al resto de la ciudad. Lo saben bien los vecinos del Real, Príncipe de Asturias y naves del Sepes, que están cerca del paso fronterizo de Beni Enzar. Pero también los conductores que quieren circular por la carretera de circunvalación, parte de la cual está cortada porque está ocupada por los coches del comercio atípico. Si alguien quiere ir desde el Real hasta los Pinos, por ejemplo, se encuentra con que a la altura del cruce con la Carretera de Farhana, y hasta la rotonda de Mariguari, está cortado y reservado para los coches que guardan cola para pasar la frontera. ¿Es normal que también este sector monopolice una carretera nacional y el resto, que paga impuestos igual que ellos, deba dar una gran vuelta por el casco urbano o atajar por el camino lleno de baches que pasa junto al campo de fútbol de la Cañada?
El comercio atípico hace ya mucho tiempo que se fue de las manos, y las consecuencias las hemos estado pagando a diario. De no tomar medidas como la limitación que se ha adoptado, el problema habría sido de enormes dimensiones durante la Operación Paso del Estrecho. Pero una vez pasado el verano, hay que seguir ahondando en esa redimensión del tránsito comercial. Es necesaria una solución a un problema en el que hay tantísimo en juego, no sólo los ingresos que el comercio atípico reporta a las arcas municipales y a muchas familias que viven de esto a ambos lados de la frontera, sino fundamentalmente, la integridad de todas las personas que pasan la frontera y los agentes que prestan servicio en ella.
En Melilla no queremos una frontera monopolizada por las aglomeraciones, empujones, o agresiones entre porteadores o incluso contra los propios agentes a causa de la mayor competencia y desesperación que provoca ese aumento sin control del comercio atípico. Nos merecemos una frontera ágil, segura y que podamos utilizar todos y no sólo una parte.
