Son vitales las apuestas claras por la coeducación y las políticas que incidan en la corresponsabilidad y la conciliación de la vida laboral En una sociedad en la que todos tienen su jornada anual, ayer se conmemoraron en Melilla la de tres colectivos coincidentes en el tiempo. El Día Internacional de la Mujer, el de los Bomberos y el de Enfermería.
El primero, cada anualidad provoca multitud de reacciones, homenajes y solicitudes de igualdad de géneros. Unas reivindicaciones que van dando sus frutos, tal como reconocía en la mañana de ayer la capitana de Regulares, Teresa de Jesús Mañas, al recibir el IV Premio Lourdes Carballa, que lleva el nombre de la primera mujer concejala de la historia democrática melillense, y que señalaba que durante su carrera militar nunca se ha sentido discriminada por el hecho de ser mujer, al tiempo que aseguraba, que el Ejército español es uno de los más avanzados del mundo en cuanto a integración de la mujer. No obstante y a pesar de que casos de esta naturaleza son cada día más frecuentes, está claro que aún queda mucho camino por recorrer porque a nadie le puede parecer ni lógico ni justo, que en pleno siglo XXI una mujer reciba una remuneración salarial cifrada en una media de un 20% menor que la de un hombre por el mismo trabajo realizado y en el mismo tramo horario.
En esta ocasión, el acto institucional en honor a la mujer ha tenido como solemne marco la céntrica Plaza de España, donde se han concitado tanto particulares como representantes del gobierno central y local, así como de los grupos de la oposición. Todos tuvieron la oportunidad de escuchar el contenido del manifiesto que, en esta ocasión, leyó la capitana Mañas. Un documento, aprobado en Pleno, en el que quedaba patente el firme compromiso de la Ciudad Autónoma en la consecusión de una sociedad más justa e igualitaria para eliminar las importantes desigualdades existentes todavía en ámbitos participativos, laborales o familiares. Para lograrlo, son vitales las apuestas claras por la coeducación y las políticas que incidan en la corresponsabilidad y la conciliación de la vida laboral.
Cuando Melilla empieza a tranquilizarse y recuperarse de los efectos producidos por el terremoto de 6,3º en la escala de Ritcher del pasado lunes 25 de enero, ayer fueron muchos los residentes en la ciudad que recordaron la fecha, con motivo de la celebración del patrón del Cuerpo de Bomberos, que desde el año 1957 no es otro que San Juan de Dios, que ofreció su vida al sacar a enfermos del hospital granadino en el momento que sufría un aparatoso incendio tal como recordó ayer el cabo del Servicio de Prevención y Extinción de Incendios y Salvamentos (SPEIS) Antonio Creus durante el acto donde anualmente rinden homenaje a sus compañeros fallecidos en acto de servicio. Y es que los bomberos melillenses han tenido este año un especial protagonismo a raíz del fuerte temblor que sacudió la ciudad en la madrugada del recordado lunes cuando a partir del momento del seísmo, a las 5.22 horas, cientos de melillenses abandonaron sus casas inundando las calles para dirigir sus pasos fundamentalmente a zonas despobladas como los pinares de Rostrogordo. A partir de ese momento los bomberos melillenses se volcaban en un arduo trabajo realizado con gran profesionalidad y esmero, sin importarlers horarios ni esfuerzos adicionales y demostrando en todo momento una labor que ha contado con los reconocimientos públicos por parte de representantes públicos, como el presidente de la Ciudad, Juan José Imbroda o el delegado del Gobierno, Abdelmalik el Barkani, entre otros, así como el agradecimiento de organismos, instituciones y colectivos diversos y sobre todo y como más importante el de la ciudadanía melillense.
También ha celebrado su patronazgo la Facultad de Enfermería, una escuela que acoge un colectivo humano que realiza, tras su período formativo, una labor de una enorme y trascendental importancia en un tema tan delicado, a la vez que decisivo, en el devenir de las personas como es la salud. Unos sanitarios que al margen de lo estrictamente profesional, desarrollan, en la mayoría de los casos, una labor de ayuda psicológica y humanitaria con el enfermo realmente encomiable.
