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Moll de Alba: La muerte en un abrazo (y VIII)

… -Son los artilleros, mi capitán, mis artilleros, los que se han propuesto terminar con ellos. El teniente Moyano los anima y comprueba los datos de tiro de cada pieza. Aquella tarde del 20 de agosto, bajo un sol abrasador, el teniente Moyano se revela no sólo como un extraordinario oficial de Artillería, sino como un hombre valiente, que sabe transmitir a sus soldados la fe de la victoria y el optimismo necesario para despreciar el peligro de los proyectiles enemigos.
-¡Fuego, artilleros! En poco más de dos horas la batería del teniente Moyano hizo trescientos disparos y casi ninguno de ellos se perdió. -¡Fuego! Los cañones enemigos emplazados en Yebel Sel-lum y la Rocosa tratan de neutralizar las piezas del teniente Moyano que quedan ya reducidas a dos. El capitán Planell, cada vez más agotado por la herida, sigue de cerca el duelo artillero que hace retumbar a toda la bahía de Alhucemas y extiende por todo el Rif el preludio de próximos combates decisivos. El teniente Moyano sigue haciendo eficaz el tiro de sus dos piezas y más tarde en el parte que envía el capitán Planell dice de él: A pesar de las condiciones desfavorables en que se debatió la plaza, el teniente Moyano acreditó un distinguido comportamiento en el desempeño de las funciones que le fueron encomendadas en todo el cuso del combate, demostrando serenidad y elevado espíritu, así como acierto, firmeza y competencia técnica, no obstante la sorpresa provocada por el inesperado ataque del enemigo.
Los rebeldes rifeños acaban de sufrir uno de los más fuertes reveses con este duelo artillero. Por otra parte, se está ya perfilando una completa identificación de intereses entre Francia y España. Hasta este año Francia permaneció impasible ante las adversidades españolas y jamás había pensado en la necesidad de una colaboración.
Ignacio Moyano Araiztegui, nació el 13 de mayo de 1902 en Madrid, hijo de don Tomás Moyano Rodríguez del Toro y de doña María Teresa Araiztegui Echaniz.
A los dieciséis años ingresa en la Academia de Artillería y en 1922 termina 1os estudios en la misma y asciende a alférez. En diciembre asciende a teniente y se queda destinado en el campamento de Carabanchel en el regimiento de Artillería a caballo.
A primeros del año 23 sale con la 2ª batería para Melilla y se incorpora en Dar Driuch a las columnas de operaciones, con las que toma parte en los combates de Azib de Midar. Asiste en febrero de 1924 a diversos cursos que se celebran en Madrid relacionados con lo técnica artillera. Pide y obtiene autorización para participar en concursos hípicos, ya que es un consumado jinete. Nuevamente regresa a Melilla en agosto y asiste a los combates de Tizzi Assa, y en la mayor parte de las operaciones de aquel año en la zona oriental. Por las que se le otorga lo cruz del Mérito Militar con distintivo rojo. En febrero de 1925 es destinado a la Isla de Alhucemas y allí se hace cargo del mando de las baterías de San Miguel y San Agustín. Hombre de gran preparación técnica y de un acreditado valor, llegó a alcanzar la categoría de general de división.
Concesión de la Laureada
El teniente de Artillería don Ignacio Moyano Araiztegui, durante el bombardeo de la Isla de Alhucemas, el día 20 de agosto de 1925, mandaba los baterías de San Miguel y San Agustín, pertenecientes a la Comandancia Madrid de Artillería de Melilla. En ocasión en que las baterías de la isla se encontraban efectuando ejercicios de instrucción, el enemigo, inesperadamente y por sorpresa, rompió el fuego sobre la plaza.
Inmediatamente el capitán jefe de Artillería distribuyó los objetivos y se pasó de la instrucción al fuego real. Al teniente Moyano le fue asignado el cometido de batir las piezas del asentamiento enemigo de Yebel Sel-lum, en el desempeño de cuya orden puso de manifiesto gran serenidad, valor y gran espíritu, pues a pesar de tener que dirigir el fuego de la batería, atendió en todo momento a disponer la evacuación de los heridos al hospital, reemplazando las bajas más importantes por otros artilleros cuyos cometidos podría suprimir; ordenaba el municionamiento, y resolvía sobre los desperfectos que sufrían las piezas, todo lo cual le obligaba salir repetidas veces de su puesto de mando, el cual, si bien estaba protegido, el paso para él se encontraba enfilado, lo mismo que parte de la batería, por piezas enemigas situadas en la cuenca del Guis, exponiéndose a sus disparos y dando con ello un gran ejemplo de valor y serenidad. Al poco tiempo de inicia el fuego la batería, una de las piezas quedó inutilizada por impacto directo y fuera de combate seis de sus sirvientes. El fuego lo continuó en todo momento con las piezas y personal que iban quedando, pues además de tener inutilizada una pieza y desperfectos de importancia otra, con las bajas consiguientes, una vez que logró acallar a Yebel Sel-lum cambió de objetivo por orden superior contrabatiendo las cañoneras enemigas del Camino de los Prisioneros, logrando que éstas disminuyeran su intensidad de fuego; pero visto que Yebel Sel-lum nuevamente hacia fuego, tuvo que volver o combatirlo por indicación del capitán Planell, consiguiendo de nuevo su silencio. El combate de la artillería fue de una duración aproximada de cuatro horas y durante el cual el número de bajas que tuvo la batería fue más del tercio del personal de la misma.
De acuerdo con lo informado en el Consejo Director de las Ordenes Militares de San Fernando y Sm Hermenegildo, este Ministerio ha resuelto conceder la Cruz Laureada de San Fernando al teniente de Artillería don Ignacio Moyano Araiztegui.
Madrid, de junio de 1934. Diario Oficial nº 129 HIDALGO
… Pero ahora, cuando sus tropas fueron sorprendidas por un ataque a la línea del Uarga, las autoridades de la vecina nación comprendieron lo absurdo de la divergencia o la falta de una estrecha colaboración y para hacerla realidad, acudieron presurosos a la conferencia de Madrid en la que se fijaron las bases para una conjunta vigilancia marítima y terrestre v sobre todo, para la represión de manejos sospechosos que tanto habían entorpecido el desarrollo de la actuación del Ejército español.
Jalones importantes de este verano de 1925 son el nombramiento del mariscal Pétain, que sustituye a Lyautey. El 28 de julio se entrevistan en Tetuán el general Primo de Rivera y el mariscal Pétain, y ambos llegan a un cordial entendimiento para el desembarco de Alhucemas. Tres días antes de esta reunión, fue nombrado jalifa de la zona española Muley el Hassan Ben El Mehdi, asegurándose así una continuidad política necesaria para el desarrollo de las inminentes operaciones militares.
Los perros de Tikún
En el blocao de Tikún hay dos perros, dos chuchos vulgares que nadie sabe cómo llegaron allí. Son macho y hembra. Los soldados les llaman “Tikún” y “Palofa”. Ceda tres meses se releva lo guarnición de aquel picacho, pero los perros se quedan allí. Pertenecen como cosa propia al blocao y son cariñosos y agradecidos con los soldados, sobre todo a la hora del rancho. Un día “Tikún” y “Paloma” tuvieron descendencia y nacieron “Ramona””, “Chacal” y “Tanto”. Cada uno de estos cinco canes tenía una cualidad especial y todos ellos una común: distinguían a los moros de los cristianos no sólo por la indumentaria y el idioma sino, lo que es más importante, por el olor.
El primer día de asedio «Ramona», la perra joven, fue con los soldados al servicio de aguada y allí murió travesada por un balazo al no querer separarse del cabo Pellicer. Paloma era la más inteligente y la que mejor olfateaba.
Ella delataba la presencia de los moros a gran distancia. En una ocasión en que los soldados hicieron una salida nocturno en busca de víveres, “Paloma” los supo guiar por donde no había enemigo. Durante el asedio, “Paloma” y “Chacal” vigilaban en el parapeto junto a los soldados de noche. “Tikún” y “Tonto” se habían adiestrado ellos solos a vigilar durante el día y delataban los movimientos de los moros entre los peñascos con una gran precisión. Un día que los harqueños atacaron furiosamente, “Tikún” murió en el parapeto de un tiro en el corazón y “Tonto” quedó mal herido y, sin dejar de aullar, murió cuatro horas después. Los soldados enterraron a ambos en el centro del blocao, rindiéndoles el homenaje que su lealtad y heroísmo merecían. Ya sólo quedan en Tikún “Paloma” la inteligente y “Chacal”. “Paloma” se especializo aún más en la vigilancia nocturna, y “Chacal” buscó empleo a su habilidad en una nueva misión. Cuando la aviación abastecía el blocao, recogía los sacos que arrojaban los aeroplanos cuando caían fuera del recinto y resultaba imposible recocerlos porque los moros tenían tomada la puntería.
“Chacal” se las ideó de tal forma que, sin que nadie se lo mondara, deslizaba su cuerpo famélico por entre las rocas, agazapado, y cogía en su hocico un saco o un pan y sin estropearlo ni mancharlo lo entregaba a sargento jefe de la posición.
La escena se repetía siempre que los aviones arrojaban víveres. A veces era tiroteado por el enemigo, pero entonces “Chacal” se escondía entre las peñas y permanecía allí hasta que desaparecía el peligro. Para los soldados, “Paloma” y “Chacal” eran como dos seres racionales. Un día había mucha niebla y los soldados vieron cómo “Paloma” iba a buscar a “Chacal” y ambos salieron fuera del parapeto. Los soldados se extrañaron y en seguida vieron cómo se perdían en la niebla…
Pronto oyeron unos ladridos recortados, de significación dudosa. Se prepararon los soldados creyendo que delataban al enemigo, pero los dos perros ladraban cada vez más apurados. Salieron dos soldados con el fusil cargado para observar cuanto pasaba. “Paloma” y “Chacal” tenían “prisioneras” a doce cabras que habían llegado hasta allí seguramente despistadas, Aquel día hubo banquete en el blocao porque las cabras, naturalmente, no se dejaron escapar. Esto ocurría el 22 de diciembre, vísperas de Nochebuena y Navidad. Cuando el 15 de enero de 1925 el blocao de Tikún fue evacuado, dos poblados discutían su posesión. Junto a los soldados estaban los dos perros. En la discusión: un moro exaltado gritó: El ¡quelab!, ¡el quelab¡ Los perros, los perros!
“Paloma” y “Chacal»”, que sabían árabe, quizá supusieron que aquel moro pronunciaba su sentencia de muerte y escaparon al bosque. Desde entonces, nunca más se supo de aquellos perros de Tikún. Ramón Touceda Fontenla
La isla de Alhucemas
En el rincón occidental de la bahía de Alhucemas, que se abre entre el cabo Quilates y Morro Nuevo, formando un arco circular de 8 kilómetros de abro y 14 de saco, existen tres islotes pertenecientes a España, y los que abarca, en general, el nombre de Alhucemas. El mayor de los tres y el único habitado y a medio kilómetro de tierra continental es el Peñón o Isla de Alhucemas propiamente dicha; los otros dos, más bajos, llevan los nombres de Isla de Mar e Isla de Tierra. Lo isla de Mar fue utilizada durante algún tiempo como cementerio de la población de Alhucemas. La más cercana al continente africano es la Isla de Tierra, que sólo dista 175 metros, y la Isla de Mar, 475.
Este grupo de isletas ero ya conocido por los romanos, que las situaron en el itinerario de Antonino con el nombre de “Ad Sex Ínsulas”, situándolas entre el “Promontorium” -punto Busicur- y el Promontorium Cannarumn -Quilates.
Los indígenas llaman a la isla de Alhucemas “Hayérat” en Nékor” -el peñasco o peñón del Nékor-. Antiguamente, cabileños y europeos la denominaban Busema, y los rifeños en su dialecto lo llaman “Tazrut Nekurs”.
Cedida o España la Isla de Alhucemas por el Sultán Sadita El Galib Bilah, en 1560, y tras diferentes tentativas extranjeras para ocuparla, España se posesionó de ella en 1673, sin resistencia enviando al efecto una expedición compuesta por los navíos “San Carlos” y “San Agustín”, a los órdenes del conde de Monte Sacro.
La Isla de Alhucemas tiene una figura irregular, que En 1662, podría inscribirse en una semicircunferencia de 80 metros de radio. Su extensión es de unos 15.000 metros cuadrados. A causa de los arrostres de las corrientes marinas y de los ríos Guis y Nékor va disminuyendo el fondo de la bahía, entre la isla y continente, como si fuera iniciándose también lo formación de una tómbola. El fondeadero, al sur de la isla, tiene así calado y está además abierto o los vientos del Noreste. Este enorme peñasco está socavado por dos golpes de mar, con la curiosidad de que, en su vaciado interior, hay un peñasco suelto, desprendido del techo de la bóveda, llamado el “cascabel”, porque movido por la fuerza de los temporales, las olas le hacen sonar de modo constante y ronco contra las paredes internas de la isla. La cavidad interior tiene una chimenea o ventilación que sale a la superficie de la isla y que desemboca en un callejón que une entre sí dos trozos de la calle que circunvala al Peñón. Se denomina el “fuelle” porque por él escapa el aire comprimido del interior del peñasco al invadirle, sucesivamente, los golpes de mar.
Junto al Peñón o isla de Alhucemas hay una isleta, que también se utilizó durante algún tiempo como cementerio, y que se llama “La Pulpera”. Las une un estrecho istmo rocoso. La población de la isla llegó a alcanzar más de 300 habitantes, incluida la guarnición, distribuido en 32 casas, cuatro pequeños o cuarteles y algún otro edificio.
La iglesia de la isla tiene por patronos a San Carlos y San Agustín, en recuerdo de los dos barcos que envió España al ocuparla. El templo tiene una amplia nave y carece de toda ornamentación. El mejor edificio de la isla era la cosa del gobernador o comandante militar, en lo más alto de aquélla, que en sus tiempos tuvo un pequeño jardín. Delante de la casa hay una pequeña plaza enlosada, bajo lo cual hay unas bóvedas a prueba de bombas, utilizados en tiempos pasados como prisión, La isla está a tiro de fusil de la costa y durante le agresión rifeña sufrió grandes castigos.
La isla ha tenido siempre un tráfico comercial de cierta, intensidad con la costa y era anualmente visitada por unas 200 embarcaciones.
En 1662, dos comerciantes de Marsella, los hermanos Frejús, quisieron establecer en la isla una factoría comercial, y después, diez años más tarde, pretendieron crear un consulado; pero todo fracasó debido a las intrigas de un inglés, dos franceses y un holandés habían obtenido autorización para negociar allí. Francia pretendió nuevamente establecerse en la isla, en 1699, así como en Alborán, pero España lo impidió.
En 1838 había en la Isla de Alhucemas muchos confinados carlistas, y un día se sublevaran o favor del Pretendiente, convenciendo a parte de la guarnición, que se fue con ellos en dos buques mercantes hasta Orán. Como un foco encendido en la bahía de Alhucemas, la isla habla de la presencia y vecindad de España al vecino continente.
Joaquín Planell Riera
Nació en Vitoria el 22 de diciembre 1891, hijo de don Francisco Planell y doña Matilde Riera. Ingresa en el Ejército como educando de banda en 1906. Cuatro años después ingresa en la Academia de Artillería y en 1914 termina sus estudios, De primer teniente sirve en el regimiento de Montaña, y por sus extraordinarios conocimientos técnicos es requerido paro la Fábrica de Trubia, Asciende a capitán y se le comisiona en 1920 a Inglaterra para estudiar la industria militar de aquella nación.
En 1924 se incorpora a la Comandancia de Artillería de Melilla y mandando una batería de obuses actúo en Tafersit y Tizza Alma, etc. Da conferencias sobre material militar y perfecciona unas bombas de iperita que son utilizadas en la campaña. El 20 de agosto de 1925 manda la artillería de la Isla de Alhucemas, y resulta herido grave ese día, en que pone a prueba su capacidad de mando y sereno valor. En 1926 se le nombro vocal de la Dirección de industria Militar y en 1930 marcha a Washington como agregado militar o la Embajada de España. En 1936 fue encarcelado por los milicianos de la zona roja. En 1937 logro pasarse a la zona liberada y se le nombra jefe de del Cuartel General del Generalísimo. En 1941 se le designa vocal éstos del Consejo de Administración del INI. En 1951 se le nombra Ministro de Industria, cargo que desempeña con acierto durante siete años.
Falleció siendo general Subinspector del C.I.A.C. a la edad de setenta y ocho AÑOS y por propia voluntad sus restos mortales descansan en el pueblo asturiano de Pola de Siero.
Concesión de la Laureada
El capitán Planell mandaba la artillería de la isla de Alhucemas el 20 de agosto de 1925. Encontrándose en instrucción las baterías comenzó inesperadamente sobre ellas, a las dieciséis horas cuarenta y cinco minutos, el bombardeo del enemigo desde catorce emplazamientos, por lo menos, empleando granadas rompedoras y de metralla de diversos calibres, además de ametralladoras y fusiles. El capitán Planell Riera situóse desde el primer momento en la torre de mando para dar sus órdenes, telefónicamente, a las distintas baterías. A la media hora de roto el fuego fue cortada la comunicación telefónica, o por lo menos interrumpida, y una granada rompedora penetró en la torre, haciendo explosión a corta distancia del piso de la habitación en que se hallaba el puesto de mando, hiriendo en la cabeza al capitán Planell, matando al artillero auxiliar y lesionando a un teniente y al telefonista. El capitán fue por su pie al hospital, pidiendo gasa para contener la hemorragia por sí mismo y marcharse acto seguido, a lo que no accedió el teniente médico a quien se dirigió, quien a la fuerza consiguió vendarle la herida, que consistía en una fractura de la bóveda craneal, con esquirlas e inclusión de un trozo de proyectil en las partes blandas del cerebro, producida por fragmentos de granada, no pudiendo hacerle una cura más porque el herido le recordaba el fuego intenso que había y su deber de volver al frente de las baterías, lo que hizo a pesar de que dicho teniente médico, al darse cuenta de la gravedad de la herida, intentó inútilmente retenerle con insistentes observaciones, no llegando a tres minutos el tiempo que estuvo el referido capitán en el hospital; más tarde, cuando el fuego parecía haberse acallado, volvió de nuevo el capitán Planell al hospital, tambaleándose y diciendo que quería aprovechar aquellos momentos de tranquilidad para cambiarse de vendaje, que estaba empapado en sangre, quejándose de que no veía bien; una ver más se le indicó la conveniencia de hospitalizarse y entregar el mando de las baterías, pero dicho capitán se opuso abiertamente a los ruegos del oficial médico, si bien prometiéndole hacerlo al día siguiente; más tarde, cuando cesó el fuego y la situación se normalizó, volvió el capitán Planell a curarse al hospital y viendo el referido oficial médico que las heridas se agravaban, se dirigió al Comandante Militar, rogándole le ordenase que se hospitalizase, pues de no hacerlo corría grave y próximo peligro la vida de aquél, y sólo después de esto consintió hospitalizarse el 21 de agosto al cesar el fuego. El capitán Planell recorrió las baterías con la cabeza vendada, tomando disposiciones para batir los numerosos emplazamientos enemigos; terminado el fuego de éstos, recibió el parte de los oficiales y trasladó el suyo por telefonía a su coronel, con las novedades ocurridas y municiones que se consumieron.
Según declaró el comandante médico don Enrique Fernández, la herida que sufrió el capitán Planell fue gravísima y agravada por haberse retardado su evacuación; habiéndose realizado a cura formal de la herida transcurridas más de cuarenta y ocho horas de recibirla, y que consistió en una trepanación del cráneo, la extracción de un trozo de rompedora incrustado en pleno lóbulo occipital, cuyo peso aproximado era de 7 gramos. El Rey se ha dignado conceder al capitán de Artillería don Joaquín Planell Riera la Cruz Laureada de San Fernando.
Madrid, 5 de mayo de 1927. DUQUE DE TETUAN Diario Oficial nº 100

Bibliografía consultada
España en su Héroes. Capítulo 34.; Editada por ORNIGRAF; Director de la obra José María Gárate Córdoba

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José Antonio Cano

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