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Moll de Alba: La muerte en un abrazo (V)

… Y como réplica a este fracaso, aquella noche atacan con más medios y fuerza que nunca y logran llegar hasta las alambradas y arrancar los palos de la puerta. Los soldados, aquellos soldados hambrientos de Tikún, permanecen valientes y serenos y consiguen rechazarlos con granadas de mano. Al día siguiente le transmiten desde Harcha un telegrama del comandante don Fernando Lías, jefe del batallón de Chiclana, en el que le decía:

Federico Arteaga Pastor, nació el 18 de julio de 1895 en Linares, provincia de Jaén, siendo sus padres don Gumersindo Arteaga y doña Urbana Pastor.

Durante tres años hace el servicio militar como soldado. En 1919 termina los estudios de Medicina y aprueba las oposiciones en la Academia de Sanidad Militar. En 1920 es ya teniente médico y como tal es destinado al Grupo de Escuadrones de Las Palmas. Hasta 1922 permanece destacado en Agüero, Cabo Blanco y Cabo Jubi. Se identifica perfectamente con el desierto del Sáhara. Destinado a Melilla, desde Dar Driuch, opera con las Banderas del Tercio y Regulares en Azib de Midar, Kelat-Chas, Issen Lahsen y Tafersit. En 1923 opera en Larache y Mecherah con el regimiento de Infantería Ceuta nº 60. El 17 de febrero de 1923 asciende a capitán médico. Toma parte en las acciones de Serroma, Rio Martin, Uad Lau, Ain Yir y Zoco Telata. Es hecho prisionero el 13 de diciembre de 1924. Logra evadirse pocos días después y enfermo regreso o Madrid. En mayo de 1925 regresa de nuevo a Marruecos y asiste a los combates del Borgues, Ben Karrich, Rincón del Medik, Dar Raid y Hoffa el Duira. Asciende a comandante médico por méritos de guerra y de nuevo tiene que ser evacuado por enfermo. En 1936 se presenta en las filas nacionales el comandante Arteaga, evadido de lo zona roja, y desde entonces interviene en la campaña como médico de las tropas nacionales. En 1921 marcha a Rusia con la División Azul y paso a ser jefe de Sanidad de la misma. Se le nombra jefe de Sanidad del Ejecito en 1962. Dos años después muere el general Arteaga. La Sanidad Militar española se honra con este laureado, al que considera como a uno de sus miembros más distinguidos.

Concesión de la Laureada

El capitán médico Arteaga Pastor, en las operaciones efectuadas el día 13 de diciembre de 1924 paro socorrer a las fuerzas que ocupaban el Zoco de Telata de Anyera, formó parte del primer batallón del regimiento de Infantería de Ceuta nº 60, al mando del teniente coronel don Sebastián Moll, y al llegar la columna a seis kilómetros del blocao de Tuila, unos 500 moros atacaron violentamente a las fuerzas del batallón por el frente y flanco izquierdo, obligándolo a desplegarse. Ante el decidido avance del enemigo, que trataba de realizar un movimiento envolvente, agravada la situación por el número de bajas, que aumentaba considerablemente, y la dificultad de su evacuación, el teniente coronel ordenó la retirada, que empezó a llevarse a cabo ordenadamente.

El capitán Arteaga, que había ido en cabeza de las fuerzas, acudió desde los primeros momentos a la misma línea de guerrillas, atendiendo y curando de urgencia a los heridos y disponiendo su evacuación, que personalmente auxilió retirando algunos heridos que habían caído en sitios muy batidos. Herido también el teniente coronel y al negarse éste a ser curado por tener que continuar disponiendo la retirado, acudió a otros heridos, y una vez ordenado lo conveniente para que el teniente coronel fuera atendido y cuando, separándose del grupo, marchaba a auxiliar a un soldado que, aislado y al parecer herido, andaba vacilante, resbaló y cayó, encontrándose al levantarse rodeado de un grupo de 10 ó 12 moros enemigos, de los que solicitó y consiguió le permitieran asistir al teniente coronel para curarle, encontrándole muerto, así como a su hijo el ayudante del batallón y a tres o cuatro soldado más.

Conducido más tarde hacia el blocao de Tuila, que estaba sitiado, le intimidaron a que subiese y dijera al jefe de esta posición que era el capitán encargado de su evacuación, a la que se negó terminantemente aun cuando le maltrataron y amenazaron de muerte; y ante tan decidida actitud le llevaron al poblado de Amsot, donde pasó la noche. Al siguiente día fue conducido a la cabila de Anyera, donde permaneció hasta el 28 de enero siguiente.

El Rey se ha dignado conceder al capitán médico don Federico Arteaga Pastor la Cruz Laureada de San Fernando.

Madrid, 11 de junio de 1929. ARDANAZ  Diario Oficial nº 125

… Al día siguiente de recibirse este telegrama, el diario de operaciones dice:

Gritan poseídos de una loca alegría y saludan a los aviadores, y éstos sacan el cuerpo fuera para contestar  al saludo. Se recogen 26 sacos, y en uno de ellos viene un papel escrito que dice así:

«Bravos defensores de Tikún:

Vuestros hermanos aviadores os admiran. Ningún ejemplo de heroísmo como el vuestro. Resistid unos días más y podréis recibir el tributo de admiración de España entera. El día de vuestra liberación se acerca, y para ayudaros a resistir contad con el esfuerzo de la Aviación española. ; “Viva España!»

El 22 de diciembre, gracias a un magnífico servicio de los perros que aún quedan vivos en el blocao, se recogen 12 cabras que, desorientadas, han llegado pastando hasta la alambrada. El día de Navidad vuelven los aviones a depositar sobre el blocao su carga de víveres, y las fiestas de tantos recuerdos familiares las pasan muy alegres los soldados de Tikún.

La evacuación de Tikún

El día 14 de enero de 1925 Harcha comunica a Tikún que tiene una orden del jefe de la circunscripción, cuyo texto es así:

Esta tarde, a las dos aproximadamente, será evacuado ese blocao, para lo cual irá un emisario con bandera blanca que se aproximara a esa posición llevando una carta de la Intervención. Tan pronto reciba ésta, empiecen a destruir municiones sobrantes después de quedarse con trescientos cartuchos por plaza. Los municiones, destruidas a golpes, serán enterradas para evitar sean vistas por enemigo.»

Los soldados se inquietan, pues después de tantos intentos de traición desconfían de cuanto en el parte se dice.

-Vosotros -les dice el sargento permaneced atentos. Yo os aseguro que no nos dejaremos engañar. -Pero ahí no dice a dónde nos llevan. ¿Y si terminamos prisioneros? Sería el colmo después de haberlas pasado canutas aquí…

-Veremos lo que dice la carta del Interventor. Si allí no nos dan seguridades ya pensaremos lo que hacemos.

A las dos llega el emisario anunciado, un moro con bandera blanca, a quien los harqueños dejan pasar tranquilamente. Sin más preámbulos va derecho al sargento y le entrega una carta del capitán don Tomás García Figueras, interventor de la cabila de Beni Gorfet. Los soldados se aglomeran en torno al sargento y preguntan todos a la vez:

-? Qué dice mi sargento? -El capitán García Figueras me dice que sigamos al guía y que nada tenemos que temer. Se ve que él prcpar6 la evacuación política y yo tengo plena confianza en su habilidad. Debemos hacer lo que aquí se nos ordena sin pensarlo más. ¿Estáis de acuerdo?

-Pero repito: ojo a cuantos se acerquen a nosotros, y a la menor señal mía disparar sin contemplación. Lleváis una bala en la recámara, por si las moscas. Poco a poco se acerca a la posición un numeroso grupo de moros. Son más de 100 y parecen dispuestos a seguir al guía y a ellos. El sargento pregunta a Harcha si eso es normal. Le contestan que él siga al guía por encima de todo y no se preocupe de los demás.

Los soldados no están muy alegres. No saben interpretar aquello; temen que los moros lo interpreten como una capitulación, cuando en la mente de todos está la decisión rotunda de resistencia hasta morir.

El sargento quiere salir al paso de aquella preocupación y les dice:

-Nosotros obedecemos a nuestros jefes. Si nos ordenan que evacuemos la posición es porque dentro de sus planes así conviene.

Se dirige al guía y le dice: -Podemos iniciar la marcha cuando quieras.

Detrás de ellos, en auténtico tropel, caminan los 500 moros casi en silencio.

Los soldados van prevenidos y atentos a las miradas de sus inesperados acompañantes. Después de caminar largo rato, llegan al poblado de Leharech y se disponen a cruzarlo para seguir su ruta. El guía va delante, callado, como si sólo prestara atención a su importante cometido.

A la entrada de Leharech, un grupo de moros armados parece esperarles y, cuando llegan a su altura, los detienen. -¡Mi sargento! ¿Qué hacemos? -Nada, por ahora. El grupo de musulmanes que espera en el poblado entabla diálogo con el grupo que le acompaña desde Tikún. Ni el sargento ni los soldados entienden lo que dicen, pero comprenden todos que discuten entre ellos. A veces la discusión se eleva de tono y ambos grupos se amenazan con los fusiles. Más de quince minutos llevan discutiendo. Los soldados empiezan a ponerse nerviosos; el sargento les calma con la mirada.

Al fin interviene el guía, el musulmán de la bandera blanca que ha traído la carta del capitán García Figueras. Se dirige a los cabecillas de ambos bandos y estos poco a poco deponen su intransigencia. -! Vamos! -dice de nuevo el guía.

Cruzan el poblado y en él se quedan los dos grupos de musulmanes. Poco después, los 15 soldados de Tikún, con su sargento manco al frente, llegan al zoco El Sebt de Beni Gorfet. Para ellos había terminado la pesadilla de un asedio de casi cuatro meses.

Los albores de 1925

La situación durante los primeros meses de 1925 presenta una serie de matices peculiares, alguno de los cuales han de repercutir en acontecimientos futuros.

En cuanto a la situación en el campo enemigo, el hecho más significativo es la prisión y derrota del Raisuni, llevada a cabo por las barcas de Abdelkrín en su cuartel general de Tazarut, durante las primeras semanas de enero.

En Melilla y en toda la zona oriental la actividad militar de estos primeros meses se limita a la harca de Varela. Las actividades son mayores en la zona accidental, sobre todo en las inmediaciones de Larache. En el mes de enero, mientras las columnas de González Carrasco, Boloix, Prats y González atienden a la seguridad del frente y a la evacuación de los puestas que quedan fuera de la línea, los rebeldes hacen una atrevida incursión en la zona sometida, estableciéndose en las proximidades del Jemas del Sáhel, a seis kilómetros de Larache, cortando la comunicación entre Tánger y la zona Francesa. Acuden rápidamente las columnas. y el enemigo, derrotado, repasa las líneas, dejando abandonados a numerosas bajas. Se evacua Beni Gorfet sin novedad y se establece una línea hasta el límite sur de la zona internacional.

En la zona de Larache la nueva 1inea tiene como principal objetivo cubrir el ferrocarril de Tánger a Fez.

En febrero hay un desagradable incidente en esta zona. La harca amiga traiciona a la guarnición de Saasa, en la cabila de Alh Serif y, dando muerte a la mayor parte de los hombres allí destacados, escapa a la zona rebelde.

Los aislados y diarios incidentes que se producen a partir de este momento no modifican en lo más mínimo la idea de conjunto. Las comunicaciones están aseguradas por los servicios, el enemigo da seriales de vida, unas veces en forma de partidas, otras intentando la sorpresa de algún servicio, etc…

Se restablece la situación al llegar la columna del coronel Boloix, que con este fin sale de Alcazarquivir. Pero no se atreve a cosas de mayor importancia. A esas acciones aisladas se opone la firmeza de la línea. el bloqueo riguroso y la acción de las harcas de Muñoz Grandes, de López Bravo, de Rodríguez Bescansa, de Castello, de Zabalza y otras, que cortan de noche los caminos,  hacen incursiones de castigo en zona insumisa y contestan a la agresión con la agresión. Más allá de la línea establecida se siente el cansancio. Algunos poblados entablan relaciones con las oficinas de Intervención y muestran deseos de vivir en el régimen de paz que disfrutan los sometidos. A retaguardia de la línea se inicia un desarme riguroso.

Durante esta relativa calma, el Ejército se reorganiza, cubriendo y reponiendo sus efectivos. El 16 de febrero se reforman las fuerzas legionarias, dándoles definitivamente el nombre de El Tercio. Comprende ahora una plana mayor, un escuadrón y dos legiones, a cuatro banderas cada una.

El día 19 se concede el mando del Tercio al coronel Francisco Franco. Las fuerzas de Regulares se reagrupan también, el 19 de febrero. Los grupos de Tetuán nº l,  Melilla nº 2, Ceuta nº3 y Alhucemas nº 5 quedan a tres tabores de infantería y uno de caballería, y el de Larache nº 4, con cuatro tabores de infantería y uno de caballería.

La reorganización afecta también a las fuerzas de infantería de Marruecos, suprimiéndose los regimientos de San Fernando y Ceriñola y formando 18 batallones de Cazadores, con los que se constituyen tres brigadas en Tetuán, Melilla y Larache, a seis batallones cada una. Una serie de actos van afirmando en estos primeros meses de 1925 los cimientos para una futura cooperación; entre ellos, la solemne entrega de las banderas de España y del Majzén a los Regulares de Ceuta y a la Mehal-la Jalifiana, banderas que fueran costeadas por suscripción popular entre los habitantes de Tetuán, en el acto, presidido por el general Primo de Rivera, pronunció un elocuente discurso el Gran Visir, ensalzando la lealtad y el heroísmo de estas fuerzas, «a quienes los oficiales españoles -dijo- han inspirado tan altas virtudes».

La harca da golpes de ciego

En las inmediaciones de Larache hay un pequeño puesto que guardan 15 hombres, bajo el mando de un sargento. El puesto se llama Estigua y depende de Guezula, donde está la cabecera de la compañia que manda el capitán Martin. En Estigua está destacado el sargento don José de la Torre, que tiene a García y a Rapela como cabos.

El destacamento es tranquilo. Su principal misión consiste en hacer cada mañana la descubierta para comprobar si hay señales de incursiones o actividades del enemigo. Según una costumbre que se inició sin que nadie la estableciera, el cabo que hace el último cuarto de ronda nocturna se encarga al amanecer de mandar el servicio de descubierta. Para tal misión se le asignan cinco hombres, esto es, un tercio de la tropa existente, que se nombra por riguroso turno. La noche del 13 al 14 de marzo de 1925 corresponde el último cuarto de ronda nocturna al cabo Manuel Rapela Rodríguez. Después de la cena del día 13 quedan designados los soldados Blanco, Fernández, Mayo, Cuadra y Vázquez para la descubierta. Cuando se va a dormir, el cabo Rapela le advierte a uno de ellos:

-¡Eh, tú. Fernández! Que no tenga que llamaros mañana dos veces.

-Descuida, hombre, que antes del amanecer ya estaremos listos.

Poco después del amanecer salen los seis hombres de la posición y reconocen primero la parte del este de la misma y, al no ver nada anormal, se dirigen por una vaguada hacia la parte norte, llegando hasta unos parapetos hechos por el enemigo…

(Continuará)

Federico Arteaga Pastor, nació el 18 de julio de 1895 en Linares, provincia de Jaén, siendo sus padres don Gumersindo Arteaga y doña Urbana Pastor.

Durante tres años hace el servicio militar como soldado. En 1919 termina los estudios de Medicina y aprueba las oposiciones en la Academia de Sanidad Militar. En 1920 es ya teniente médico y como tal es destinado al Grupo de Escuadrones de Las Palmas. Hasta 1922 permanece destacado en Agüero, Cabo Blanco y Cabo Jubi. Se identifica perfectamente con el desierto del Sáhara. Destinado a Melilla, desde Dar Driuch, opera con las Banderas del Tercio y Regulares en Azib de Midar, Kelat-Chas, Issen Lahsen y Tafersit. En 1923 opera en Larache y Mecherah con el regimiento de Infantería Ceuta nº 60. El 17 de febrero de 1923 asciende a capitán médico. Toma parte en las acciones de Serroma, Rio Martin, Uad Lau, Ain Yir y Zoco Telata. Es hecho prisionero el 13 de diciembre de 1924. Logra evadirse pocos días después y enfermo regreso o Madrid. En mayo de 1925 regresa de nuevo a Marruecos y asiste a los combates del Borgues, Ben Karrich, Rincón del Medik, Dar Raid y Hoffa el Duira. Asciende a comandante médico por méritos de guerra y de nuevo tiene que ser evacuado por enfermo. En 1936 se presenta en las filas nacionales el comandante Arteaga, evadido de lo zona roja, y desde entonces interviene en la campaña como médico de las tropas nacionales. En 1921 marcha a Rusia con la División Azul y paso a ser jefe de Sanidad de la misma. Se le nombra jefe de Sanidad del Ejecito en 1962. Dos años después muere el general Arteaga. La Sanidad Militar española se honra con este laureado, al que considera como a uno de sus miembros más distinguidos.

Concesión de la Laureada

El capitán médico Arteaga Pastor, en las operaciones efectuadas el día 13 de diciembre de 1924 paro socorrer a las fuerzas que ocupaban el Zoco de Telata de Anyera, formó parte del primer batallón del regimiento de Infantería de Ceuta nº 60, al mando del teniente coronel don Sebastián Moll, y al llegar la columna a seis kilómetros del blocao de Tuila, unos 500 moros atacaron violentamente a las fuerzas del batallón por el frente y flanco izquierdo, obligándolo a desplegarse. Ante el decidido avance del enemigo, que trataba de realizar un movimiento envolvente, agravada la situación por el número de bajas, que aumentaba considerablemente, y la dificultad de su evacuación, el teniente coronel ordenó la retirada, que empezó a llevarse a cabo ordenadamente.

El capitán Arteaga, que había ido en cabeza de las fuerzas, acudió desde los primeros momentos a la misma línea de guerrillas, atendiendo y curando de urgencia a los heridos y disponiendo su evacuación, que personalmente auxilió retirando algunos heridos que habían caído en sitios muy batidos. Herido también el teniente coronel y al negarse éste a ser curado por tener que continuar disponiendo la retirado, acudió a otros heridos, y una vez ordenado lo conveniente para que el teniente coronel fuera atendido y cuando, separándose del grupo, marchaba a auxiliar a un soldado que, aislado y al parecer herido, andaba vacilante, resbaló y cayó, encontrándose al levantarse rodeado de un grupo de 10 ó 12 moros enemigos, de los que solicitó y consiguió le permitieran asistir al teniente coronel para curarle, encontrándole muerto, así como a su hijo el ayudante del batallón y a tres o cuatro soldado más.

Conducido más tarde hacia el blocao de Tuila, que estaba sitiado, le intimidaron a que subiese y dijera al jefe de esta posición que era el capitán encargado de su evacuación, a la que se negó terminantemente aun cuando le maltrataron y amenazaron de muerte; y ante tan decidida actitud le llevaron al poblado de Amsot, donde pasó la noche. Al siguiente día fue conducido a la cabila de Anyera, donde permaneció hasta el 28 de enero siguiente.

El Rey se ha dignado conceder al capitán médico don Federico Arteaga Pastor la Cruz Laureada de San Fernando.

Madrid, 11 de junio de 1929. ARDANAZ  Diario Oficial nº 125

… Al día siguiente de recibirse este telegrama, el diario de operaciones dice:

Gritan poseídos de una loca alegría y saludan a los aviadores, y éstos sacan el cuerpo fuera para contestar  al saludo. Se recogen 26 sacos, y en uno de ellos viene un papel escrito que dice así:

«Bravos defensores de Tikún:

Vuestros hermanos aviadores os admiran. Ningún ejemplo de heroísmo como el vuestro. Resistid unos días más y podréis recibir el tributo de admiración de España entera. El día de vuestra liberación se acerca, y para ayudaros a resistir contad con el esfuerzo de la Aviación española. ; “Viva España!»

El 22 de diciembre, gracias a un magnífico servicio de los perros que aún quedan vivos en el blocao, se recogen 12 cabras que, desorientadas, han llegado pastando hasta la alambrada. El día de Navidad vuelven los aviones a depositar sobre el blocao su carga de víveres, y las fiestas de tantos recuerdos familiares las pasan muy alegres los soldados de Tikún.

La evacuación de Tikún

El día 14 de enero de 1925 Harcha comunica a Tikún que tiene una orden del jefe de la circunscripción, cuyo texto es así:

Esta tarde, a las dos aproximadamente, será evacuado ese blocao, para lo cual irá un emisario con bandera blanca que se aproximara a esa posición llevando una carta de la Intervención. Tan pronto reciba ésta, empiecen a destruir municiones sobrantes después de quedarse con trescientos cartuchos por plaza. Los municiones, destruidas a golpes, serán enterradas para evitar sean vistas por enemigo.»

Los soldados se inquietan, pues después de tantos intentos de traición desconfían de cuanto en el parte se dice.

-Vosotros -les dice el sargento permaneced atentos. Yo os aseguro que no nos dejaremos engañar. -Pero ahí no dice a dónde nos llevan. ¿Y si terminamos prisioneros? Sería el colmo después de haberlas pasado canutas aquí…

-Veremos lo que dice la carta del Interventor. Si allí no nos dan seguridades ya pensaremos lo que hacemos.

A las dos llega el emisario anunciado, un moro con bandera blanca, a quien los harqueños dejan pasar tranquilamente. Sin más preámbulos va derecho al sargento y le entrega una carta del capitán don Tomás García Figueras, interventor de la cabila de Beni Gorfet. Los soldados se aglomeran en torno al sargento y preguntan todos a la vez:

-? Qué dice mi sargento? -El capitán García Figueras me dice que sigamos al guía y que nada tenemos que temer. Se ve que él prcpar6 la evacuación política y yo tengo plena confianza en su habilidad. Debemos hacer lo que aquí se nos ordena sin pensarlo más. ¿Estáis de acuerdo?

-Pero repito: ojo a cuantos se acerquen a nosotros, y a la menor señal mía disparar sin contemplación. Lleváis una bala en la recámara, por si las moscas. Poco a poco se acerca a la posición un numeroso grupo de moros. Son más de 100 y parecen dispuestos a seguir al guía y a ellos. El sargento pregunta a Harcha si eso es normal. Le contestan que él siga al guía por encima de todo y no se preocupe de los demás.

Los soldados no están muy alegres. No saben interpretar aquello; temen que los moros lo interpreten como una capitulación, cuando en la mente de todos está la decisión rotunda de resistencia hasta morir.

El sargento quiere salir al paso de aquella preocupación y les dice:

-Nosotros obedecemos a nuestros jefes. Si nos ordenan que evacuemos la posición es porque dentro de sus planes así conviene.

Se dirige al guía y le dice: -Podemos iniciar la marcha cuando quieras.

Detrás de ellos, en auténtico tropel, caminan los 500 moros casi en silencio.

Los soldados van prevenidos y atentos a las miradas de sus inesperados acompañantes. Después de caminar largo rato, llegan al poblado de Leharech y se disponen a cruzarlo para seguir su ruta. El guía va delante, callado, como si sólo prestara atención a su importante cometido.

A la entrada de Leharech, un grupo de moros armados parece esperarles y, cuando llegan a su altura, los detienen. -¡Mi sargento! ¿Qué hacemos? -Nada, por ahora. El grupo de musulmanes que espera en el poblado entabla diálogo con el grupo que le acompaña desde Tikún. Ni el sargento ni los soldados entienden lo que dicen, pero comprenden todos que discuten entre ellos. A veces la discusión se eleva de tono y ambos grupos se amenazan con los fusiles. Más de quince minutos llevan discutiendo. Los soldados empiezan a ponerse nerviosos; el sargento les calma con la mirada.

Al fin interviene el guía, el musulmán de la bandera blanca que ha traído la carta del capitán García Figueras. Se dirige a los cabecillas de ambos bandos y estos poco a poco deponen su intransigencia. -! Vamos! -dice de nuevo el guía.

Cruzan el poblado y en él se quedan los dos grupos de musulmanes. Poco después, los 15 soldados de Tikún, con su sargento manco al frente, llegan al zoco El Sebt de Beni Gorfet. Para ellos había terminado la pesadilla de un asedio de casi cuatro meses.

Los albores de 1925

La situación durante los primeros meses de 1925 presenta una serie de matices peculiares, alguno de los cuales han de repercutir en acontecimientos futuros.

En cuanto a la situación en el campo enemigo, el hecho más significativo es la prisión y derrota del Raisuni, llevada a cabo por las barcas de Abdelkrín en su cuartel general de Tazarut, durante las primeras semanas de enero.

En Melilla y en toda la zona oriental la actividad militar de estos primeros meses se limita a la harca de Varela. Las actividades son mayores en la zona accidental, sobre todo en las inmediaciones de Larache. En el mes de enero, mientras las columnas de González Carrasco, Boloix, Prats y González atienden a la seguridad del frente y a la evacuación de los puestas que quedan fuera de la línea, los rebeldes hacen una atrevida incursión en la zona sometida, estableciéndose en las proximidades del Jemas del Sáhel, a seis kilómetros de Larache, cortando la comunicación entre Tánger y la zona Francesa. Acuden rápidamente las columnas. y el enemigo, derrotado, repasa las líneas, dejando abandonados a numerosas bajas. Se evacua Beni Gorfet sin novedad y se establece una línea hasta el límite sur de la zona internacional.

En la zona de Larache la nueva 1inea tiene como principal objetivo cubrir el ferrocarril de Tánger a Fez.

En febrero hay un desagradable incidente en esta zona. La harca amiga traiciona a la guarnición de Saasa, en la cabila de Alh Serif y, dando muerte a la mayor parte de los hombres allí destacados, escapa a la zona rebelde.

Los aislados y diarios incidentes que se producen a partir de este momento no modifican en lo más mínimo la idea de conjunto. Las comunicaciones están aseguradas por los servicios, el enemigo da seriales de vida, unas veces en forma de partidas, otras intentando la sorpresa de algún servicio, etc…

Se restablece la situación al llegar la columna del coronel Boloix, que con este fin sale de Alcazarquivir. Pero no se atreve a cosas de mayor importancia. A esas acciones aisladas se opone la firmeza de la línea. el bloqueo riguroso y la acción de las harcas de Muñoz Grandes, de López Bravo, de Rodríguez Bescansa, de Castello, de Zabalza y otras, que cortan de noche los caminos,  hacen incursiones de castigo en zona insumisa y contestan a la agresión con la agresión. Más allá de la línea establecida se siente el cansancio. Algunos poblados entablan relaciones con las oficinas de Intervención y muestran deseos de vivir en el régimen de paz que disfrutan los sometidos. A retaguardia de la línea se inicia un desarme riguroso.

Durante esta relativa calma, el Ejército se reorganiza, cubriendo y reponiendo sus efectivos. El 16 de febrero se reforman las fuerzas legionarias, dándoles definitivamente el nombre de El Tercio. Comprende ahora una plana mayor, un escuadrón y dos legiones, a cuatro banderas cada una.

El día 19 se concede el mando del Tercio al coronel Francisco Franco. Las fuerzas de Regulares se reagrupan también, el 19 de febrero. Los grupos de Tetuán nº l,  Melilla nº 2, Ceuta nº3 y Alhucemas nº 5 quedan a tres tabores de infantería y uno de caballería, y el de Larache nº 4, con cuatro tabores de infantería y uno de caballería.

La reorganización afecta también a las fuerzas de infantería de Marruecos, suprimiéndose los regimientos de San Fernando y Ceriñola y formando 18 batallones de Cazadores, con los que se constituyen tres brigadas en Tetuán, Melilla y Larache, a seis batallones cada una. Una serie de actos van afirmando en estos primeros meses de 1925 los cimientos para una futura cooperación; entre ellos, la solemne entrega de las banderas de España y del Majzén a los Regulares de Ceuta y a la Mehal-la Jalifiana, banderas que fueran costeadas por suscripción popular entre los habitantes de Tetuán, en el acto, presidido por el general Primo de Rivera, pronunció un elocuente discurso el Gran Visir, ensalzando la lealtad y el heroísmo de estas fuerzas, «a quienes los oficiales españoles -dijo- han inspirado tan altas virtudes».

La harca da golpes de ciego

En las inmediaciones de Larache hay un pequeño puesto que guardan 15 hombres, bajo el mando de un sargento. El puesto se llama Estigua y depende de Guezula, donde está la cabecera de la compañia que manda el capitán Martin. En Estigua está destacado el sargento don José de la Torre, que tiene a García y a Rapela como cabos.

El destacamento es tranquilo. Su principal misión consiste en hacer cada mañana la descubierta para comprobar si hay señales de incursiones o actividades del enemigo. Según una costumbre que se inició sin que nadie la estableciera, el cabo que hace el último cuarto de ronda nocturna se encarga al amanecer de mandar el servicio de descubierta. Para tal misión se le asignan cinco hombres, esto es, un tercio de la tropa existente, que se nombra por riguroso turno. La noche del 13 al 14 de marzo de 1925 corresponde el último cuarto de ronda nocturna al cabo Manuel Rapela Rodríguez. Después de la cena del día 13 quedan designados los soldados Blanco, Fernández, Mayo, Cuadra y Vázquez para la descubierta. Cuando se va a dormir, el cabo Rapela le advierte a uno de ellos:

-¡Eh, tú. Fernández! Que no tenga que llamaros mañana dos veces.

-Descuida, hombre, que antes del amanecer ya estaremos listos.

Poco después del amanecer salen los seis hombres de la posición y reconocen primero la parte del este de la misma y, al no ver nada anormal, se dirigen por una vaguada hacia la parte norte, llegando hasta unos parapetos hechos por el enemigo…

(Continuará)

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José Antonio Cano

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