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Carta del Editor

Legales, pero ilegítimos e ineficaces

Desesperación, tragedia, muertes, caos, bandazos, inseguridad jurídica; aumento de impuestos (robos) hasta 33.000 millones de euros más; medidas “sociales” del tipo de 5800 nuevos coches oficiales/ministeriales por valor de 400 millones de euros más de gasto público; sintagmas para redenominar la “nueva realidad”; Presupuestos Generales irreales e incumplibles, “progresistas”, llenos de agujeros negros; impulsos permanentes hacia una economía cautiva y subsidiada; la red secreta de George Soros en pleno cumplimiento de su objetivo de romper España, red de la que forma parte Pedro Sánchez (libro de Joaquín Abad, “La red secreta de Soros en España”); manifestaciones desesperadas -cada vez más violentas- pidiendo libertad. Eso es lo que leo un día cualquiera de esta horrible semana, una más a sumar a la pesadilla en la que han convertido a nuestra España y a nuestra Melilla.
“No existe cualidad objetiva alguna de la legitimidad política de un régimen o un gobernante, sino sólo el hecho de que el pueblo cree que tal cosa es legítima. Lo legítimo no se fundamenta en lo natural ni en lo justo del sistema de dominación; sólo en el convencimiento subjetivo de la mayoría de que la instancia dominante merece obediencia”, escribe Miguel Catalán en su libro “Mentira y poder político”. Y añade que el gobierno legítimo es más eficaz que el ilegítimo porque promueve el consenso, y este a su vez produce orden y facilita el gobierno.

Tanto el Gobierno de Pedro Sánchez como el de Eduardo de Castro son legales, pero son ilegítimos, nacieron de una perversión, de una manipulación de la Justicia en el caso de Sánchez, de un transfuguismo mal camuflado en el caso de De Castro. Esos dos gobiernos ilegítimos gobiernan porque el pueblo, acostumbrado a la sumisión y manipulado por la propaganda, cree que son legítimos, pero su ilegitimidad les lleva inevitablemente a la ineficacia, propia del mal gobierno. Por eso, y no sólo por el covid, padecemos lo que estamos padeciendo y nos sentimos tan mal como en el primer párrafo de esta Carta intento resumir.

Los presupuestos son la cuantificación de las intenciones. Todos hacemos presupuestos, en todos los ámbitos de la actividad humana. Todos, menos el Estado, procuramos gastar menos de lo que ingresamos, porque no disponemos de la capacidad coercitiva legal de imponer a otros que nos paguen lo que cobramos y lo que gastamos y porque endeudarse es, además de muy caro, algo imposible de conseguir y ampliar eternamente, excepto para el Estado, porque nos endeuda a nosotros, especialmente este Estado socialcomunista con tantos ministerios, asesores, coches aviones y demás dispendios, que es lo que hacen los gobiernos incompetentes, ineficaces -en cuanto que ilegítimos- como son los casos de los gobiernos español y melillense.

Los Presupuestos Generales del Estado para el ya muy próximo 2021 son una muestra más de esas incompetencias e ineficiencia, son -como escribió Francisco Bohórquez el jueves- “Los presupuestos de la miseria”. También los de la mentira, una más de la inmensa lista de “mentiras de Pedro Sánchez” que, efectivamente, ya no caben en un primer tomo de más de 5.000 páginas, como me hacen llegar en un correo ya viral. Los Presupuestos los presentaron, el dúo horribilis socialcomunista Sánchez-Iglesias, como “los de “el fin de la austeridad” y el comienzo de las políticas “sociales”. Pero -como recuerda Francisco- el gasto público alcanzó máximos históricos ya en el año 2018 y estos presupuestos no tienen nada de social -el 90% de lo recaudado se obtendrá de las clases media y baja- sino que son antisociales “y nos acabarán condenando a todos a un rescate -por la UE- que, si estas medidas se acaban llevando a cabo, será imposible de evitar”. Con 8 millones de parados, muy probablemente, una cifra demoledora. Por cierto, las declaraciones de la delegada del Gobierno en Melilla, la eternamente sonriente -sin razones para sonreír- Sabrina Moh, no son sino una vacuidad socialista propagandística más, sin contenido económico serio alguno.

Mientras, el Congreso acaba de aprobar lo que Rosa Díez califica, muy acertadamente, como “una dictadura prorrogable”, un estado de alarma de alta duración sin control parlamentario, una restricción de libertades en manos de un tirano falaz, como Pedro Sánchez. Cada vez nos parecemos más a la pobre Venezuela comunista del dictador Maduro.

Posdata
Mustafa Aberchán, el líder absoluto de Coalición por Melilla, ha reaparecido tras 27 días de aislamiento por el covid y con la mente más lúcida: ha declarado que en el seno del Ejecutivo melillense -en el que su grupo es predominante- “no tenemos ni la unidad, ni la conciencia, ni la disciplina, ni la capacidad suficiente para combatir la pandemia”. Es una evidencia, como que tampoco tienen ni la unidad, ni la conciencia, ni la disciplina ni la ¡capacidad! suficiente para gobernar Melilla. Pepe Megías dice que el Gobierno local es un barco a la deriva. La deriva es la distancia que recorre un barco por efecto de la corriente, pero ni la corriente mueve a este Gobierno local fallido, mal escudada su ineficiencia tras el corona virus, que en vez de una excusa tras de la cual camuflarse es una muestra cruel y mortal de esa ineficacia clamorosa que caracteriza al actual Gobierno melillense. Y lo triste, lo desesperante, es que -si la Justicia no ayuda con ciertas sentencias- no se vislumbra forma alguna de terminar con este drama político convertido en un drama melillense total.

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