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Las sanciones como arma

Cuando la diplomacia falla y la intervención militar es imposible o muy desaconsejable, tan solo queda el recurso de las sanciones económicas para tratar de influir en un conflicto.

La invasión rusa a Ucrania es una de esas situaciones en las que solo se ha podido utilizar ese último recurso. La diplomacia ha fallado y una confrontación directa con Rusia es imposible por ser un fuerte poder nuclear. Rusia está jugando esa baza, la de la “destrucción mutua asegurada”, para mantener a los países de la OTAN, con Estados Unidos a la cabeza como gran potencia nuclear, alejados de una intervención directa. Putin se ha encargado de dejar claro que se podría llegar a una situación en que se utilizaran esas armas.

Nadie lo cree posible, pero tampoco nadie hubiera pensado que Rusia trataría de invadir la totalidad de Ucrania y estuviera dispuesta a utilizar los bombardeos masivos, con muertes de civiles, tan pronto como se dio cuenta de que el pueblo ucraniano no se iba a rendir fácilmente. Y si cometió ese error de cálculo ¿Quién puede asegurar que no cometerá otros?

Las sanciones, como arma geopolítica

Con carácter general, los objetivos de las sanciones suelen ser una combinación de varios de los siguientes: obligar a los gobiernos a cambiar su comportamiento a nivel internacional o doméstico; proyectar poder; tranquilizar a los electores nacionales y grupos de interés sobre el compromiso de sus líderes; alcanzar objetivos políticos pacíficamente.

Los resultados que se obtengan de las sanciones en principio y generalmente dependen del entorno estratégico en el que operan los que las imponen y los que las sufren. Entre otras consideraciones se contempla el régimen político, el nivel de desarrollo económico, el tipo de instituciones nacionales, la exposición al comercio exterior y la inversión.

En última instancia, el éxito o el fracaso de las sanciones depende del balance entre los beneficios que generan a los gobiernos que las imponen y de los costos que les generan.

La historia de las sanciones

La historia reciente ya ha visto la imposición de sanciones económicas, mucho más frecuentemente en los últimos años y con resultados dispares.

Las sanciones a Cuba, con más de 60 años de antigüedad, no han conseguido sus objetivos tal y como los expresamos con anterioridad, habiendo solo causado la permanencia en la pobreza de buena parte de la población y, con frecuencia, la adherencia al régimen político que se pretendía derribar.

Las sanciones a Irán tampoco parece que hayan conseguido evitar que este país siguiera enriqueciendo uranio.

En el caso de Corea del Norte, las sanciones han fracasado totalmente, ya que sigue desarrollando armas nucleares.

La misma Rusia sufre sanciones desde que invadió en 2014 la Península de Crimea, pero no le han impedido atacar ahora a la totalidad de Ucrania.

El caso de la invasión rusa a Ucrania

Si tenemos que aprender de la historia, parece que las sanciones tienen poco recorrido y no consiguen los objetivos para los que fueron impuestas. Quizás el único objetivo que normalmente consiguen es tranquilizar, a los electores nacionales y grupos de interés, sobre el compromiso de sus líderes.

Los países de la OTAN, en una inesperada decisión unificada y solidaria, han impuesto sanciones a Rusia y a sus dirigentes de extrema gravedad. Pero ¿van a tener consecuencias a corto plazo? ¿o las tendrán cuanto Rusia ya haya alcanzado sus objetivos? No contemplamos ahora la posibilidad, incierta pero cada día que pasa menos imposible, de que Ucrania logre resistir el ataque ruso, hasta un punto en que Putin desista de continuarlo.

A corto plazo, las sanciones impuestas a Rusia por los países OTAN, han sido totalmente ineficaces. Tan solo la ayuda directa a Ucrania en armamento, material y equipo, parece estar teniendo una influencia cierta, al aumentar las posibilidades de defensa de Ucrania y su extensión en el tiempo.

A medio y largo plazo, creemos que la influencia de las sanciones sobre la economía rusa va a ser muy importante, pero no tan devastadora como algunos expertos pronostican, sobre todo considerando que China -un mercado enorme y sediento de petróleo y gas, así como de tecnología militar- vaya a dar la espalda a Rusia.

La población rusa más necesitada es posible que sea la peor parada, pero en el futuro previsible no se contempla una situación que pueda ocasionar la salida forzada de Putin del poder.

En el aspecto financiero es donde los efectos se harán sentir antes y con mayor intensidad, a medida que las sanciones económicas occidentales ahoguen el acceso de Rusia a dólares y otras monedas globales, para pagar sus deudas, lo que podría llevar a un impago soberano.

En cuanto la OTAN, los costes actuales para los países miembros están siendo entre leves y moderados. Los beneficios inmediatos, escasos o nulos. Pero a medio y probablemente a largo plazo, los beneficios para la OTAN, para sus países, van a ser muy importantes, ya que la OTAN se ha transformado de una institución que estaba desunida, con objetivos no claramente definidos, con inversión en defensa en retirada, con peligro de desaparecer, a reencontrar su primera y más importante misión: la defensa conjunta de los países miembros ante las agresiones exteriores.

Como ejemplo de este cambio, hay que observar el renacido deseo de Suecia y Finlandia en estrechar sus lazos con la OTAN y, quizás, de unirse a ella de pleno derecho. Esta nueva situación es muy importante para Europa, además de por lo ya expuesto, porque la pertenencia a OTAN ha abierto lazos de diálogo y de influencia mutua entre sus miembros, que han permitido garantizar la paz entre ellos durante bastante más de medio siglo.

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Gonzalo Fernández

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