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LA SEMANA: Urdangarín, la infanta y el político no político

España es un Estado cuya forma política es una monarquía parlamentaria. El sistema de gobierno se basa en la soberanía nacional, la división de poderes y un sistema parlamentario. Es un sistema parlamentario por el papel central que tiene el poder legislativo o Parlamento.

La monarquía parlamentaria es una forma de gobierno con sistema representativo en la que el rey ejerce la función de jefe de Estado bajo el control del poder legislativo y del poder ejecutivo. En palabras de Adolphe Thiers: El rey reina pero no gobierna.​

La soberanía nacional corresponde al pueblo español (aunque Sánchez y compañía crean otra cosa), es decir, todos los ciudadanos son titulares del poder público y de él derivan los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.

La división de poderes implica atribuir el ejercicio de las distintas formas del poder político – legislativo, ejecutivo y judicial- a distintas instituciones. Esta división no es absoluta, hay relaciones, equilibrios y controles recíprocos entre las distintas instituciones. Otra cosa es cómo se hacen, en la práctica, esos controles. Casi todos los gobiernos han intentado controlar el poder judicial y es evidente, para muchos, que éste no es totalmente independiente y que nuestro actual gobierno ha destacado (debe ser en lo poco en que lo hace) en intentar controlarlo (con el control de la Fiscalía como ejemplo más claro;  En una entrevista se jactó Sánchez de tenerlo controlado: «¿De quién depende la Fiscalía? Del Gobierno. Pues eso»)

La Constitución Española de 1978 establece la organización institucional de España y encabeza nuestro sistema legal. Las demás normas legales la desarrollan. Fue un gran logro de consenso y convivencia. Un consenso y una convivencia que nuestro actual gobierno ha dinamitado con acuerdos con partidos anti-sistema anti-constitucionalistas, con pactos y alianzas con nacionalistas y pro-etarras o con la constante búsqueda de enemigos contra los que convencernos de hacer un frente común; y también, sobre todo, con una cínica postura: “Si no estás con lo que yo digo no eres progresista y quieres hundir España”.

El papel del rey dentro de una monarquía parlamentaria no es tan importante por lo que hace como por lo que no hace. El papel del rey Juan Carlos fue importante por lo que  no hizo (apoyar un golpe de estado) e igualmente es importante la no intervención (pese a los ataques constantes a la monarquía y a la Constitución de los socios nacionalistas y podemitas de Sánchez), en cuestiones que no son de su competencia, del rey Felipe.

Por otro lado, cansan los privilegios y la importancia que se le está dando a la ruptura/cese temporal de la convivencia, o lo que sea que han acordado Iñaki Urdangarin y la Infanta Cristina. Partiendo de la base de que cualquier ciudadano español tiene la misma importancia y que la Infanta o Urdangarin no son más ni menos que cualquier otro, no se entienden los privilegios de los llamados “familia del rey”. Si no hacen servicios para la Casa Real (lo que, consecuentemente, quiere decir para nuestro país) no deben tener escolta, no deben tener privilegios y deben “buscarse la vida” como cualquier otro español. Pero también se les debe dejar tranquilos porque, salvo a cotillas varios, ¿a quién le importa con quién se acuestan, dónde viven o qué hacen?

El político no político (antes llamado “el coletas”)

Tiene gracia que Pablo Iglesias diga que “ahora puedo decir la verdad” o que ya no es un político. Pese a sus múltiples intentos de convencernos de que fue él quien dejó la política, la realidad es que la política ya le había dejado antes a él. Su relación con Sánchez estaba a punto de explotar y, con su legendaria soberbia, pensó que ganaría a Ayuso en la carrera por ocupar el sillón de la presidencia de la Comunidad de Madrid y resucitaría cual zombi. Pero Ayuso le arrasó y “dejó” la política. Al menos ahora, según afirma, puede decir la verdad que antes, al parecer, no decía.

Es evidente que no ha dejado la política, lo que ha dejado son los cargos (antes de que lo botaran). Sigue haciendo política a todas horas y parece, demasiado a menudo, mejor informado que los miembros del gobierno. Es vergonzoso que un “no político”, que no ostenta ningún cargo en el gobierno, conozca, por ejemplo, los datos del CIS (la cocina particular de Tezanos para Sánchez) antes de que sean publicados… En las dictaduras que tanto admira (Venezuela es el espejo en el que se mira) debe ser normal que personas “importantes” se salten las leyes…

Por cierto, Nadal es un orgullo para España. Probablemente el mejor deportista del mundo y de la historia.

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