He leído el discurso que Putin dirigió al pueblo ruso en la víspera de la invasión a Ucrania. Entre otras muchas afirmaciones, destaca lo que parece una creencia firme de que el pueblo ucraniano iba a recibir a los invasores, al menos en su mayoría, con los brazos abiertos.
La terca realidad se ha encargado de demostrar lo contrario y, cada día que pasa, el odio hacia el invasor está creciendo entre buena parte de la población que, antes del ataque ruso, apreciaban su independencia, pero no odiaban al vecino del norte.
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