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Carta del Editor

La actualidad de San Francisco de Asís

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“Discutir ahora sobre qué hubiera pasado si un gobierno con holgada mayoría absoluta, como el del PP de Mariano Rajoy, hubiera cambiado la ley electoral para que, como en Francia, hubieran podido gobernar en autonomías y municipios los partidos más votados, o por qué, al menos, no se ha establecido el sistema de la doble vuelta a la que sólo acudieran los dos partidos más votados, para evitar los fantasmas de la ingobernabilidad y la inestabilidad, ahora tan presentes, discutir ahora, a toro pasado, sobre todo eso es ineficaz”

Es curioso que los anglicanos consideren como la oración ecuménica por excelencia una oración de San Francisco de Asís, la conocida como "Oración simple", que, más o menos, dice así: "Donde haya discordia, que lleve yo la Unión/ Donde haya duda, que lleve yo la Fe/ Donde haya error, que lleve yo la Verdad/ Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría/ Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz".
Los antídotos contra la discordia, la duda, el error, la desesperación y las tinieblas, son, con mayúsculas, la Unión, la Fe, la Verdad, la Alegría y la Luz. Y esos antídotos que recomendaba San Francisco nos van a hacer mucha falta a los españoles en estos tiempos convulsos, en el umbral de una nueva etapa, de una nueva era, más bien.
La Unión en España vendría a ser el convencimiento de que todos somos españoles. De Madrid, de Barcelona, de Vigo, de Granada, de Melilla, de donde sea, pero españoles. Europeos, occidentales, herederos de unas tradiciones greco-romanas, sí, y también españoles. Nuestra Unión es nuestra fuerza y la separación, la discordia como norma, nuestra debilidad.
La Fe es la confianza, el buen concepto que se tiene de una persona o cosa. La duda no es mala, pero vivir sumidos en dudas eternas es una pesadilla paralizante. Nuestra confianza en nuestras capacidades como pueblo, nuestra Fe, nos permitiría lograr metas que se antojan imposibles, aunque no lo son.
La Verdad, la conformidad de lo que se dice con lo que se siente o piensa, nos hará libres y sólo con libertad se puede prosperar y evitar la repetición de errores. La mentira conduce al error, la Verdad nos libra de ello.
La Alegría es un movimiento positivo del ánimo, la desesperación es un movimiento negativo. Tal y como están las cosas es ahora aún más necesario el buscar, y encontrar, motivos de Alegría, que también los hay. Sólo hay que intentar buscarlos.
La Luz nos ilumina y disipa las tinieblas. Nos permite distinguir entre lo bueno y lo malo, nos aclara los contornos, nos avisa del peligro. Luz y taquígrafos, se recomendaba a los políticos en los umbrales de los medios de comunicación de masas. Más Luz sobre los asuntos públicos se necesita, hoy como ayer, imperiosamente.
Las últimas elecciones que se han celebrado en España, las autonómicas y municipales del 24 de mayo, han vuelto a poner de manifiesto que a la mayoría de los españoles les hace falta más unión, más confianza, mas verdades, más alegría, más luz. Y, como en el caso del huevo y la gallina, en el que no se sabe qué es antes, el resultado de las elecciones no se sabe si ha sido la manifestación de un descontento popular o el resultado de un fallo político generalizado. Ambas cosas son inseparables, puesto que es imposible discernir cual es la causa y cual el efecto, pero el hecho es que todo, hasta el voto, ha cambiado y que lo pasado, pasado está, para no volver.
Por eso, discutir ahora sobre qué hubiera pasado si un gobierno con holgada mayoría absoluta, como el del PP de Mariano Rajoy, hubiera cambiado la ley electoral para que, como en Francia, hubieran podido gobernar en autonomías y municipios los partidos más votados, o por qué, al menos, no se ha establecido el sistema de la doble vuelta a la que sólo acudieran los dos partidos más votados, para evitar los fantasmas de la ingobernabilidad y la inestabilidad, ahora tan presentes, discutir ahora, a toro pasado, sobre todo eso es ineficaz. Lo hecho, hecho está, y nos va a ser ahora muy necesario, yo diría que hasta absolutamente imprescindible, volver a lo que el gran y bueno de San Francisco de Asís nos recomendaba. Nos hacen falta muchos españoles como él.
Posdata. He reproducido la Carta del Editor que escribí para nuestra revista Arte de Vivir el martes pasado. Lo que observo en Madrid, referido a toda España, se puede resumir en una especie de terror por lo que nos puede pasar tras las últimas elecciones, una repetida pregunta de cómo hemos podido (o podemos) haber llegado a esto. A base de social democracias en todos los partidos, convertidas finalmente en comunismo radical, quizás. Y Melilla tampoco está muy lejos del caos, al que ha contribuido no poco una forma de gobernar, con mayoría absoluta, que parecía minoría no menos absoluta, del gobierno anterior. Lo bueno es que ha desaparecido de la política un tipo como Julio Liarte, que ha demostrado su "valía" renunciando al escaño un par de minutos después de darse cuenta de que no podría seguir cobrando la monstruosidad de dinero público que recibía por asesorarse a sí mismo. Después de hacer tanto daño a la vida política local, apoyado en la sombra por Ignacio Velázquez (que le dio la cínica puñalada final, como era de esperar), Liarte ha dejado patente lo mucho, dicho sea con toda ironía, que le preocupaban los ciudadanos melillenses. Y hemos de tener en cuenta el panorama judicial en el que se encuentran varios líderes políticos melillenses, porque, además, se van a conocer en pocos días más cosas importantes dentro de ese ámbito y que afectan a políticos y monopolistas financiadores de movimientos antidemocráticos y destructivos.
Otra. Como decía Richard Nixon en su libro "Líderes": " No basta con que el líder político conozca la forma adecuada de proceder. Ha de ser, además, capaz de actuar". Pues eso.

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