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Ventana al mundo

Gobierno de las economías europeas (I): Razones potenciales para la esperanza

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Voy a tratar de presentar algunos puntos de vista sobre mi querida Finlandia, un país que todos admiramos y que espero asuma un liderazgo cada vez mayor, tanto en asuntos europeos internacionales como en contribuir a hacer de la Unión Europea una región mundial (¿incluso una Federación Europea?), líder al servicio de la cooperación mundial, como meta global a corto y largo plazo así como en el contexto del actual mundo total e inexorablemente interdependiente.

El Norte y Sur de Europa – a saber, Finlandia y España como deseables pioneras – así como el Este y Oeste de Europa están llamados a llevar a cabo tareas de alcance histórico. Ello tanto más en nuestro muy crítico tiempo de profunda y larga crisis económica y financiera, mientras no tomemos ventaja de esta situación para promover una especie de Revolución Humana Global en respuesta de nuestra primordial responsabilidad de cara a las generaciones futuras. Una visión a largo plazo como ésta, de plena cooperación y respeto mutuo entre todos los seres humanos, requiere además el pleno respeto simultáneo hacia la Naturaleza, el medio ambiente global, de lo que depende plenamente nuestra supervivencia y bienestar.

En estos primeros años del tercer milenio, el mundo está imbuido de una sensación de inseguridad y ansiedad que abarca muchos grandes ámbitos, tales el terrorismo y fuerzas en busca del poder hegemónico, pero también se extiende a la creciente, escandalosa y vergonzosa, pobreza extrema en algunos países e incluso regiones. Esta sensación se refuerza por la gran crisis económica y financiera, además del grave y acelerado deterioro del medio ambiente y el conflicto entre culturas y creencias. Sin embargo, más grave y probablemente la verdadera principal crisis es el relativismo moral prevalente en nuestras sociedades, el cual denota una creciente inconsistencia entre los valores éticos frecuentemente proclamados, frente a las ambiciones que alimentan las actuaciones y comportamientos, incluida la muy extendida corrupción. Tal no es ciertamente el camino apropiado para hacer frente a los actuales gravísimos problemas y desafíos globales.

Más aún, las últimas décadas han sido testigo de una profunda y rápida transformación de la sociedad y de su entorno, lo cual nos está impactando a todos, global, individual, social y medioambientalmente. La Humanidad, cuando es orientada por una arrogancia e ignorancia egoísta, tiene la capacidad de destruir la Naturaleza, nuestro habitat, y puede poner fina nuestra propia herencia (patrimonio) y existencia. Por el contrario, cuando se guía por la solidaridad, la sabiduría y los principios de una vida comunitaria democrática, la Humanidad mejora la calidad de vida y conserva el medio ambiente, enriqueciendo así también nuestro conocimiento y herencia cultural, tal como se ha venido estudiando, debatiendo a fondo y proclamando por el Club de Roma desde hace ya más de 40 años.

Nuestra atención tiene que estar ahora ampliamente enraizada en el cambio profundo inherente de la transición hacia una sociedad global nueva. La globalización en todos los campos es un fenómeno natural inevitable que puede servir bien sea al interés egoísta de unos pocos explotadores o bien como marco para extender los bienes de derechos y deberes implícitos en democracia, libertad, justicia social y sostenibilidad de lo material, así como la justicia social y humana de hombres y mujeres por doquier.

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