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Carta del Editor

Estamos en las mismas

melillahoy.cibeles.net fotos 1044 el resplandor de liarte

“Liarte es, muy probablemente, el político más antipático del mundo. Y uno de los más petulantes y fatuos del universo. El rencor y la envidia son sus ideales políticos y emplea el dinero, el mucho dinero público que recibe, para intentar sofocar sus fobias personales. Yo soy el centro histórico de esas sus fobias. Se dedica, en vez de a intentar averiguar qué necesitan los ciudadanos melillenses, a intentar destruir todo lo que yo haga o todo aquello en lo que yo intervenga. Ahora le ha dado por el pobre Campo de Golf, y no para, obseso y dominado por sus personales odios”

Decía Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos (ocupó el cargo desde 1801 hasta 1809) y considerado como uno de los Padres Fundadores de la nación, que la historia sólo nos explica bien una cosa: en qué consisten los malos gobiernos.

Me envían unos párrafos de lo que uno de los más grandes escritores españoles de todos los tiempos, el canario Benito Pérez Galdós, escribió hace 101 años en su libro "La fe nacional y otros escritos sobre España". Es asombroso, porque parece que lo ha escrito hoy: "Los dos partidos que se han concordado para turnarse en el poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado los mueve; no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza…. y llevarán a España a un estado de consunción que ha de acabar con su muerte… No harán más que burocracia pura, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica…y tampoco debemos tener fe en la grey revolucionaria. No creo ni en los revolucionarios de nuevo cuño ni en los antediluvianos…Han de pasar años, tal vez lustros, antes de que este Régimen, atacado de tuberculosis ética, sea sustituido por otro que traiga nueva sangre y nuevos focos de lumbre mental".

Los que me lo envían acaban con un muy acertado corolario: "Pues ya han pasado 101 años, Don Benito, y estamos en las mismas". Y, aunque es cierto que toda regla tiene su excepción, no es menos cierto que tanto Jefferson con Pérez Galdós tenían razón y que, aunque no es nada fácil que España muera, se están dando pasos para que así sea y ya lo que hoy somos no se parece casi nada a lo que, hace no muchos años, llegamos a ser. Y lo que es aún más triste es que tengamos que elegir entre lo malo, más o menos lo que existe, y lo peor, aproximadamente lo que se avecina.

Una muestra más de que no hay ni nueva sangre ni nuevos focos de lumbre mental nos la describe, con la situación de Cataluña como fondo, Arcadi Espada en El Mundo: "Un Estado no puede observar pasivamente cómo en una parte sustancial de su territorio prenden activa carta de naturaleza las ideas malignas, las fábulas desintegradoras y los ideales antidemocráticos. Los españoles están a un paso de ver adónde lleva la contemporización con el nacionalismo. En realidad se trata de una experiencia inédita en su historia. Le correspondería una respuesta del Estado también inédita. La de decir a los ciudadanos que los nacionalistas no encarnan ni la verdad, ni la democracia, ni la modernidad, y que la única lección que pueden dar al resto de los españoles es la de la xenofobia y la deslealtad". La respuesta del Estado a la deslealtad separatista tiene como nota predominante la pasividad. La pasividad es un defecto, no una virtud. El miedo también es un defecto. La incomunicación de los políticos con los ciudadanos, en la que el PP de Mariano Rajoy es un lamentable experto, es otro gran defecto, como el de rendirse ante, por ejemplo, los nacionalistas o creer que, aparte de la xenofobia y la deslealtad, nos pueden dar alguna otra lección.

A pesar de todo, me aferro a la esperanza de que seamos capaces de salir de esta penosa situación en la que nos encontramos. Veo en la televisión a Paco Vázquez, el que fuera carismático alcalde, socialista, de La Coruña (obsérvese que yo, como él, no digo "A Coruña") y me satisface comprobar que también hay políticos, o expolíticos, inteligentes, con las ideas claras (como la de que el separatismo es el gran problema español del momento), con la capacidad de pensar por su cuenta y la valentía de exponer lo que piensan. Hablar del programa económico de Podemos es perder el tiempo, decía, con gran sentido común, Francisco Vázquez, quien contaba una anécdota, muy reveladora, de una conversación entre el líder de la revolución portuguesa de los claveles, Mario Soares, y el socialdemócrata líder sueco Olof Palme. Aquél le decía a éste que, como viene a decir Pablo Iglesias (el coletas) respecto a España, en Portugal "vamos a acabar con los ricos", a lo que Palme le contestó que en Suecia pretendían, sin embargo, "acabar con los pobres".

Claro que la esperanza de que personas de valía contribuyan a lograr que el gran cambio que España -y Melilla- necesita se oscurece cuando veo las andanzas cerriles de políticos como Julio Liarte, por ejemplo. Liarte es, muy probablemente, el político más antipático del mundo. Y uno de los más petulantes y fatuos del universo. El rencor y la envidia son sus ideales políticos y emplea el dinero, el mucho dinero público que recibe, para intentar sofocar sus fobias personales. Yo soy el centro histórico de esas sus fobias. Se dedica, en vez de a intentar averiguar qué necesitan los ciudadanos melillenses, a intentar destruir todo lo que yo haga o todo aquello en lo que yo intervenga. Ahora le ha dado por el pobre Campo de Golf, y no para, obseso y dominado por sus personales odios.

Ya he explicado varias veces que yo considero mi actividad en el golf como un servicio a la sociedad y que ni he cobrado un euro por ello ni pienso cobrarlo. A diferencia de mí, Liarte le cuesta al erario público unos 80.000 euros anuales, por asesorarse a sí mismo y por intentar satisfacer -con nulo éxito, por cierto- sus odios personales. Liarte le cuesta a la Ciudad Autónoma más de la mitad de lo que el Club Campo de Golf le cuesta, netos, a la misma Ciudad, incluyendo en esos costes los salarios de cinco personas que trabajan (menos uno) en esa sociedad. Liarte siempre ha vivido y cobrado -demasiado dinero, por cierto- de la administración pública, de los impuestos de los ciudadanos. Jamás ha creado un puesto de trabajo. Jamás ha empleado el dinero que recibe para hacer algo constructivo, diferente a su paranoica obsesión de intentar dañar a los que, como yo, odia. Liarte es un lastre político para Melilla, una muestra palpable de lo que un político no debe ser, un peso muerto en el difícil proyecto de que esta ciudad prospere. Lo mejor que le puede pasar a la Melilla política es que no vuelva a obtener representación política alguna en las próximas elecciones locales y que se tenga que pagar él, no nosotros los ciudadanos, un especialista que le intente eliminar sus odios y sus traumas.

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