Cuando Jesús cumplió siete años, sus abuelos Joaquín y su esposa Ana, dieron una fiesta en su honor e invitaron a todos sus parientes más cercanos. Y su abuelo Joaquín le dijo:
- Hijo mío, hoy pasas la séptima piedra del camino de tu vida, pues has cumplido siete años, y en memoria de este día, te daremos lo que desees: pide lo que te de mayor alegría. Y Jesús dijo:
- No quiero ningún regalo, pues ya estoy satisfecho, pero si pudiera hacer que muchos niños fueran felices en este día, me sentiría muy contento. En Nazaret, hay muchos niños y niñas que pasan hambre, a ellos les gustaría comer con nosotros en esta fiesta y compartir la alegría de este día. El mayor regalo que me podéis dar, es vuestro permiso para salir y buscar a estos niños y traerlos aquí, para que puedan alegrarse con nosotros.
- Y su abuelo dijo: Esta bien. Sal y busca a esos niños y niñas necesitados y tráelos aquí. Habrá suficiente para todos.
Jesús no espero. Fue corriendo y entro en todas las chozas y antros sucios de la ciudad, y en poco tiempo ciento sesenta niños felices y harapientos le seguían. Los invitados les cedieron su lugar y la sala del banquete se lleno con los invitados de Jesús, y el y su madre ayudaban a servir.
Hubo suficiente comida para todos y todos se alegraron.
Y así celebro Jesús su séptimo cumpleaños. Más tarde cuando cumplió treinta, les contaba a la gente, la parábola del Hijo Prodigo. Tres años más tarde daba su vida, por todo lo que el protegía y quería con siete años y sentía, proclamaba y defendía con treinta. Y más cosas. Muchas más cosas, que no se cuentan porque suelen estar guardadas en el corazón de los hombres.
Buenos días y Buena Nueva.