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De aquellos polvos vienen estos lodos

Lo que ahora ha sucedido es la consecuencia de que España se haya quedado como una vaca mirando al tren cada vez que Marruecos ha decidido ignorar la buena vecindad, sobre todo en lo que respecta a Ceuta y Melilla, pero también en Canarias A nadie debería sorprender lo que, lamentablemente, hemos tenido que presenciar en Ceuta al inicio de esta semana. Es cierto que, de todos los desencuentros que han tenido España y Marruecos a lo largo de la historia, este último ha sido uno de los más graves y, probablemente, nadie esperaba una reacción tan desmedida como la que ha tenido el país vecino. Hasta ahora, las represalias habían llegado en forma de oleada de pateras o saltos a la valla. Eran reacciones puntuales para apretar un poco las tuercas y ahí quedaba la cosa. Pero intentar reeditar una Marcha Verde en Ceuta, como muchos han interpretado en el aluvión de miles de marroquíes a los que, literalmente, se les abrió la puerta de la frontera en su país, supone un paso más allá que da nuestro vecino ante la ausencia de respuesta que se ha ido encontrando por parte de España a cada pisotón que nos han ido dando en el pie durante los últimos años.
Por eso titulamos este Editorial con el refrán “De aquellos polvos vienen estos lodos”, porque lo que ahora ha sucedido es la consecuencia de que España se haya quedado como una vaca mirando al tren cada vez que Marruecos ha decidido ignorar la buena vecindad, sobre todo en lo que respecta a Ceuta y Melilla, pero también en Canarias.
En Melilla nos hizo mucho daño el cierre de la aduana comercial el 1 de agosto de 2018, cuando Pedro Sánchez estaba apenas estrenando colchón en el Palacio de La Moncloa tras su exitosa moción de censura. Fue una decisión unilateral de Marruecos por la que el Gobierno de España no levantó la voz y optó por el paripé de crear una comisión que, probablemente, ya ni exista. Después vinieron otros capítulos con similar proceder del país vecino, como fue poner fin al comercio atípico en Ceuta, anunciar que para Melilla tenía planes similares, delimitar aguas canarias como marroquíes, negarse a aceptar a sus menores y las repatriaciones a la carta durante la pandemia, según el deseo del país vecino, que fue intransigente para permitir el regreso de cientos de melillenses que se encontraban en la misma situación al otro lado de la valla.
Son solo unos cuantos ejemplos de los muchos desencuentros que han tenido España y Marruecos en la historia más reciente, ante los que el Gobierno de Pedro Sánchez no ha plantado cara. No se trataba tampoco de llegar a las manos, pero sí de hacerse respetar acudiendo a nuestro mayor salvavidas, como es nuestra pertenencia a la Unión Europea, máxime cuando se trata de problemas que tienen que ver con la frontera porque, como hemos dicho muchas veces, esta frontera no es solo de España, sino también de Europa. Y Marruecos, ante Europa, seguro que se lo piensa dos veces por la cantidad de intereses que tiene en este campo.
La debilidad del Gobierno de Melilla también tiene mucho que ver en esa falta de respuesta del Gobierno de Sánchez, que no ha sentido, ni de lejos, la presión que desde aquí se tenía que haber hecho para reivindicar una solución a nuestros grandes problemas. El presidente podrá decir que él siempre defiende esa vía europea, pero el caso que le han hecho es nulo, quizá por tener un escaño que ahora ni se sabe de qué color político es, y el hecho de estar aupado por un partido que a veces se muestra tibio cuando se trata de problemas que tienen que ver con Marruecos, y por otro partido que gobierna en España y no quiere, ni por un segundo, molestar a su jefe.
Por eso decíamos al inicio de estas líneas que a nadie debe sorprender lo sucedido, y que incluso podemos darnos con un canto en los dientes de que aquí no nos hemos visto con el problemón que han sufrido en Ceuta, aunque lo hayamos vivido con la misma angustia por lo que nos une y la incertidumbre de no saber los planes que el vecino tenía para Melilla. Si desde el Gobierno se hubiera aplicado una buena política diplomática desde el principio, otro gallo nos cantaría y, seguramente, ni se habría dado oportunidad a capítulos como los de esta semana, que tantas alas dan a populistas y afincados en los extremos.

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