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Carta del Editor

Clamoroso desastre gubernamental

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“Con la actual estructura política en Melilla, ya es más que evidente, no hay posibilidad de cambio y sin cambio Melilla no puede sobrevivir. La pelota está en la sociedad civil. O nos organizamos, o desapareceremos. Ahora estamos sumidos en un clamoroso desastre”.

Nadie, o al menos nadie con un mínimo de conocimiento, niega que Alemania es el líder, sobre todo económico, de la Comunidad Europea. Será que ha hecho muchas cosas bien, supongo. Alemania es un país de 80,9 millones de habitantes. Está gobernada por un gobierno compuesto de 16 miembros, incluyendo a la singular Canciller Federal, Angela Merkel.

Los Estados Unidos de América son la primera potencia mundial. Podrá gustar o disgustar, pero eso es un hecho evidente y, en cierto modo, envidiable. El país tiene 318,9 millones de habitantes y la rama ejecutiva del gobierno está formada por 15 miembros: 13 Secretarios de Estado, un presidente y un vicepresidente.

La Comunidad Autónoma de Madrid es la más próspera de España, la que más aporta al Estado. En la Comunidad viven 6,5 millones de personas. Su gobierno está formado por 7 consejerías.

Melilla tiene, a duras penas, 80.000 habitantes (probablemente menos que en realidad vivan aquí) y es uno de los sitios más pobres de España. Si en España, como en Japón, hay una administración pública hipertrofiada, en Melilla no es que sea hipertrofiada, es que es el Gran Hermano de Orwell, es que está en todo y en todas partes se mete, no para enseñar a pescar al pescador, sino para ni siquiera dejarle intentar pescar. Dispone la Ciudad Autónoma de un enorme presupuesto de 250 millones de euros anuales, pero se nota poco, porque gran parte de ese presupuesto se gasta en esa administración pública mal gobernada y descontenta que nos asfixia.

Había una gran expectación por lo que iba a hacer el presidente Imbroda con el nuevo gobierno de la ciudad. Se esperaba que, tras 15 años de ejercicio de la presidencia absoluta y al borde de dejarla (probablemente antes de que terminen los próximos cuatro años de su quinto mandato), Juan José Imbroda atendiera al clamor, silencioso pero evidente, de un cambio profundo en Melilla. Un cambio que debería de empezar, ineludiblemente, por un profundo cambio de su gobierno y un adelgazamiento drástico del número de sus componentes.

Ya fue muy mala señal, para la anhelada llegada del cambio profundo que Melilla necesita de una manera casi vital, ver la lista que Imbroda presentó de su partido para las elecciones locales de mayo. Era más de lo mismo. Los mismos viejos criterios de elección, el mismo tipo de personas. Pero lo que ha llegado al límite ha sido la composición del gobierno local que fue presentada el lunes pasado.

El gobierno de Melilla, ya de por sí absurda e injustificadamente gigantesco y desproporcionado para lo que la ciudad necesita, tiene ahora, entre consejeros y viceconsejeros, más colocados que antes. Veinticuatro personas lo forman, nada menos. Más que el gobierno alemán, mucho más que el estadounidense, tres veces más que el de la gran Comunidad de Madrid. Si no fuera tan patético para los intereses de nuestra ciudad, sería hasta ridículo.

Cuando dije, en una de mis Cartas anteriores, que en Melilla bastaba, y probablemente sobraba, con tres consejerías, bien coordinadas y con personas bien formadas al frente, ya advertí que no se me iba a hacer caso alguno. Pero ni en mis peores pesadillas podía imaginar que se llegara a un dislate tan enorme como al que se ha llegado con este nuevo gobierno "de coalición". Un dislate cuantitativo y hasta, en gran medida, cualitativo, porque el concepto del mérito por la tarea bien hecha o el de la capacidad y la formación para gobernar bien brillan, con honrosas excepciones, por su esplendorosa ausencia.

Sabemos que la potestad de nombrar a los miembros del gobierno local recae en el presidente, pero lo normal en cualquier democracia es que el proceso de elección de cargos públicos sea al menos relativamente abierto a los ciudadanos, que se explique a estos, los ciudadanos, las bases y las razones por las que se ha elegido a unos miembros del gobierno que van a recibir directamente un buen porcentaje de esos 250 millones de euros del presupuesto municipal. Las "razones" que Imbroda ha dado para intentar justificar el inmenso error de un gobierno inflado e innecesario son patéticas y, en esta ocasión, tiene toda la razón la oposición (que, no lo olvidemos, tiene 12 de los 25 diputados de la Asamblea de Melilla) para criticar lo que el presidente ha hecho y que no obedece a la búsqueda de eficacia, sino a la simple, inocultable y burda colocación de muchos, no todos, los consejeros y viceconsejeros nombrados.

Con la actual estructura política en Melilla, ya es más que evidente, no hay posibilidad de cambio y sin cambio Melilla no puede sobrevivir. La pelota está en la sociedad civil. O nos organizamos, o desapareceremos. Ahora estamos sumidos en un clamoroso desastre.

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