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Buzián, el primer musulmán marroquí laureado (y VIII)

… Más adelante el general Gómez Jodana prosigue su informe diciendo: “Claro es que la derrota de los alemanes ha debido influir mucho en su ánimo, pues esa nación era para el Raisuni una de las esperanzas en que cifraba el logro de sus soñadas grandezas; le he hecho comprender cuanto han cambiado las cosas para él y para nosotros, y la grave y dificilísima situación en que se colocaría si se separase de España, que hoy puede ser su única salvación y sostén; Pero hombre sagaz y que nos conoce muy a fondo, como conoce perfectamente el estado político de nuestro país, no ha mostrado hasta ahora la menor sensación ante los actuales acontecimientos mundiales, y su conducta continúa siendo la misma de siempre: la de imponer la ley, la de amenazar cuando quiere conseguir algo o cuando espera le pidamos alguna cosa justa.
¿Qué pretende con esto? A mi juicio, ver hasta donde llegamos en nuestras concesiones; porque claro es que su bello ideal sería seguir, como ahora, dueño y señor de toda la Yebala no ocupada, que es la mayor parte de la zona del Protectorado, y aún de la ocupada, pues en el territorio de Larache, que es donde tiene mayor ascendiente, hay muchos aduares que le son afecto, y en los que, según los pactos, sólo él ejerce jurisdicción, lo que da lugar al hecho anormal de que eluden el cumplimiento de las órdenes del Majzen y de nuestras autoridades, ocasionando constantemente graves incidentes, que de no resolverse a medida de sus deseos son causa de rompimiento”.
El Alto Comisario sigue puntualizando sobre el Raisuni:
“Creo muy digno de tener en cuenta que este hombre, acostumbrado a vivir siempre de la revuelta y de la intriga, sin más ideal ni freno que su propia conveniencia, no se ha de avenir facilmente a convertirse en fiel y dócil instrumento de nuestros intereses”.
Ante el nuevo rumbo que ha de tomar la política como consecuencia de la terminación de la guerra europea, que había de afectar grandemente a España y Marruecos, el Alto Comisario prosigue:
“Opino, pues, por cuanto precede, que si hasta ahora hemos logrado ir trampeando, al amparo de la guerra europea, de ninguna manera podremos seguir así, y que por modo más o menos amplio, pero decidido, debemos actuar con energía, actividad y prudencia, como indican las ideas que acabo de exponer respecto al particular.
Si para ello entiende el Gobierno que hace falta otro hombre que reúna condiciones de que yo carezco, inútil me parece decirle a usted que cuente con mi irrevocable dimisión, sin que ello implique para mí molestia alguna, pues sólo continuo y continuaré en este puesto por disciplina y mientras se crea que mis servicios pueden ser útiles a España.
A mi juicio, el problema de Marruecos se plantea para nosotros en el momento presente de tal modo, que no ofrece más que dos soluciones: afrontarlo con habilidad, pero resueltamente, lo que ha de hacerlo relativamente fácil, pues siempre he sostenido y seguiré sosteniendo que su principal dificultad estriba en la timidez con que se trata de resolver, o abandonarlo de una vez, aunque ello implique el desprestigio de España y la pérdida de las garantías de su integridad e independencia”.
Tal vez se le ocurra a usted preguntarme: ¿Y qué sacrificios se le han de exigir al País si se procede como usted indica?
Sólo los actuales o muy pocos más, pues a lo que a fuerzas se refiere me bastarían con las asignadas en la plantilla de rigor; pero a condición de que se me cubriera constantemente las bajas de hombres y ganados, cosa que hasta ahora no he conseguido, no obstante mis constantes exhortaciones en tal sentido, dándose el caso de que en la actualidad me faltan más de 5.000 hombres y 1.700 cabezas de ganado, lo que coloca a las unidades en pésimas condiciones para su empleo.
España optó por la primera solución y en el año 1919 dio comienzo una nueva etapa, en la que con voluntad firme y decidida, España planteó resueltamente el problema de su acción en Marruecos.

Trayectoria histórica de la Policía Indígena
Año 1558. “Los mogataces” son el antecedente más remoto de la Policía Indígena. Organizados militarmente, en este año dan prueba de su lealtad en la retirada que costó la vida al conde de Alcaudete, prefiriendo sufrir la misma suerte que el resto de las tropas y rechazando la oportunidad de desertar que se les había presentado.
Año 1563. Se reivindica el prestigio de España con motivo del sitio que los turcos ponen a la plaza de Orán, y cuando más tarde se ocupan nuevos territorios, a las filas de “Los Mogataces” se suman muchos “moros de paz”.
Año 1667. Fue denegado un aumento de plantilla de estas especiales unidades militares de “Los Mogataces” que se había solicitado en vista de los magníficos resultados de su actuación.
Año 1735. El Gobernador de Orán, don José Vallejo, organiza la compañía de “Los Mogataces” como milicia regular. La nueva plantilla establecía que la compañía debía estar compuesta por: un capitán, dos sargentos, cuatro cabos y cien moros-soldados.
En la segunda conquista de Orán acreditó su valor y eficacia esta compañía, y el prestigio de ser mogataz se unió al de su fama.
Año 1972. Después de sesenta años de lucha y mucha sangre vertida, España, por decisión de Carlos IV, cede Orán y Mazalquivir. Con las tropas repatriadas vienen “Los Mogataces”, que prefirieron acogerse a la bandera española voluntariamente. Más tarde son enviados a Ceuta, pero el Gobierno considera ya innecesarios sus servicios y se declara la compañía de Mogataces a extinguir. Se les redujo el sueldo y cada vez fueron quedando menos. Trece años vivieron en precaria situación. Algunos de ellos consiguieron llegar ante el rey y le expusieron su situación y vicisitudes; el Rey, admirado de su lealtad, ordenó se aumentara la plantilla a cuarenta plazas y tres caballos, creándose una comisión para estudiar el aumento de sueldos.
La política africana de España sigue su curva descendente. Se intenta ceder los presidios a cambio de compensación económica, aparentemente ventajosa. “Los Mogataces” siguen olvidados y terminan por desaparecer como unidad militar. Los pocos soldados que quedaron fueron destinados a ejercer la función de intérpretes. Sus deseos de reorganizarse militarmente no se vieron logrados.
Año 1859. El Brigadir don Manuel Buceta, Gobernador de Melilla, crea la “Sección de moros Tiradores del Rif”, con treinta plazas de Infantería. Esta sección se forma inicialmente con moros de la cabila de Beni Sicar, refugiados todos ellos y que había solicitado la protección de España.
A los afiliados se les advertía que serían juzgados por leyes españolas. Tenían que ser naturales del Rif y prometer vasallaje a la Reina. Dependían directamente del Gobernador de Melilla para todo servicio. No solían ser empleados en servicios de armas en la ciudad. En algunas ocasiones vigilaban las costas del litoral desde una embarcación. Su vestuario consistía en una túnica blanca de lana, Chilaba con listas blancas y oscuras, zaragüelles de algodón, camisa blanca, turbante también blanco y zapatos en vez de babuchas. Cobraban 150 reales al mes, de los que 30 eran para el fondo de masita. Tenían derecho a una ración diaria de pan y asistencia a los hospitales. Los casados disfrutaban de una ración diaria de pan para su esposa, y no se les permitía tener más que una mujer. Sus servicios se realizaban especialmente en el campo, protegiendo trabajos de fortificación, etc., así como en la captura de desertores, cometido para el que tenían una especial habilidad.
Año 1860. El general O’Donnell intenta reorganizar en Ceuta “Los Mogataces”, dándose cuenta de que el proceso de la guerra en Marruecos hace preveer el empleo de “Tropas Indígenas”. El Gobierno no aprueba la idea de O’Donnell y este reclama entonces la presencia de algunos componentes de la “Sección de Tiradoes de Melilla”, que se incorporan a Tetuán y se funden con los viejos mogataces, de los que ya quedaban pocos.
El entronque de unos y otros dan magníficos resultados. Cooperan eficazmente con las tropas españolas, sirven de expertos guías en las marchas, pelean con ardor en los combates, son intérpretes, confidentes y fieles colaboradores.
Año 1862. El Comandante General de Ceuta informa al Gobierno de no poder sostener los gastos de la “Sección de Moros Tiradores” y propone su disolución.
Este mismo año el Gobernador Militar de Melilla solicita la reorganización de dicha unidad en vista de los acontecimientos que allí ocurrían. La propuesta fue aprobada y rápidamente se cubrió la plantilla con los refugiados de la plaza. Sus servicios fueron excelentes, pero intrigas de los cabileños lograron, por mediación del embajador de España ante el Sultán, que la Sección fuese desarmada y trasladada a Ceuta, en donde el general Maldonado logra que no llegue a disolverse, engrosando con los componentes de la misma la que allí estaba a extinguir.
Año 1872. Se intenta aumentar la plantilla de la Sección, y a pesar de la oposición de la Junta consultiva, se logra éste propósito.
Año 1875. Se solicita nuevamente la disolución de la “Sección de Tiradores del Rif”.
Año 1887. Se amplió la sección de Ceuta y toma la nueva denominación de “Compañía de Moros Tiradores del Rif”. Más tarde se unió con el escuadrón de Cazadores de Ceuta y la “Compañía de Mar” y se llamó a la nueva unidad “Milicia Voluntaria de Ceuta”, dedicada a guardias de honor, servicio de guías y pequeños núcleos fueron destinados a la representación diplomática de Tánger.
Año 1907. Con motivo del asesinato de unos obreros españoles en Casablanca, fuerzas españolas y francesas desembarcaron en aquel puerto. Entre las tropas españolas está la “Sección de Tiradores del Rif”, que habría de servir de base para la organización del Tabor que bajo el mando del comandante Santa Olalla se organizó en aquella ciudad.
Año 1908. Los habitantes de la cabila de Quebdana, amenazados por el Rogui, piden protección a España. El general Marina Gobernador de Melilla, ordena al coronel Larrea, el 12 de mayo, establecerse en Cabo de Agua con un pequeño grupo de indígenas armados, al que denominó “Policía Indígena”.
Año 1909
Se disuelve el Tabor de Policía de Casablanca, y la mator parte de los componentes sobrantes regresan a Ceuta.
Año 1911. Durante la campaña del Kert actúan las unidades de la Policía Indígena en vanguardia, con magníficos resultados.
Año 1912. Los efectivos de la Policía Indígena alcanza la cifra de 866 hombres, encuadrados en seis compañías de Infantería y dos escuadrones de Caballería.
Año 1913. Ocupado Tetuán el 9 de febrero, la rebeldia del raisuni obligó a emplear tropas de la Policía Indígena, haciéndose necesario ampliar la plantilla. Este año Melilla cuenta con nueve Mías, Ceuta con dos, Larache tres. En total, 14 Mías.
Año 1917. Dada su eficacia, las fuerzas de Policía Indígena se aumentan hasta 19 Mías.
Año 1921. Este año son 30 las Mías de Policía, con más de 3.000 hombres.
Año 1922. Por un Real Decreto dajan de existir con esa denominación las fuerzas de Policía Indígena, que se integran en las Mehal-las Jalifianas.
Año 1925. Al establecerse las Intervenciones Militares como órganos políticos de la zona del Protectorado, se crean las “idalas”, cuyos elementostenían carácter de somatén.
Año 1927. Se crean las Fuerzas de Intervenciones Militares o éscaris de las Intervenciones, que desempeñan las funciones de la antigua Policía Indígena.
Año 1934. Se crea la Mejasnía Armada, última heredera de la Policía Indígena, y que es la encargada del orden público hasta el año 1956, fecha en que se concede a Marruecos la independencia.

Bibliografía consultada

España en sus Héroes. Ornigraf, S.L. Direstor José María Gárate Córdoba

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José Antonio Cano

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