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Buzián, el primer musulmán marroquí laureado (I)

Europa a sangre y fuego
En 1916 Europa se sobrecogía bajo el estruendo de los cañones. El 21 de febrero, , después de una preparación artillera de tres horas, en la que 2.000 piezas de artillería hacen fuego a la vez, oleadas sucesivas de alemanes se lanzan al ataque el la batalla de Verdún. Los franceses estudian la posibilidad de retirarse a la orilla derecha del Mosa, porque las cosas no les van bien.

El día 26 se hace cargo de la plaza el general Pétain, que manda construir con urgencia una línea continua de resistencia, ante las que se estrellan los alemanes, que habían conquistado ya Douaumont. Los alemanes persisten en la ofensiva, pero en octubre los franceses toman la iniciativa y recuperan los fuertes de Douaumont y de Vaux. La batalla de Verdún termina en dicienbre con el siguiente balance de bajas: 500.000 aliados y 350-000 alemanes.

Pero en este belicoso año de 1916 la sangre y el fuego se extendía por toda Europa. En el frente de Italia, el ejército se prepara para atacar Isonzo y los austriacos concentran 18 divisiones en la región de Trento, para descender a los valles del Adigio y del Brenta, con el fin de separar de sus bases a los ejércitos del Isonzo. Más rápido en separarse, los austriacos toman el 15 de mayo la ofensiva y obligan a retroceder a los italianos. Los rusos desencadenan sus ataques el 4 de junio u obligan a los austríacos a desistir de la operación que con tanto éxito habían iniciado.

Los rusos atacan el 18 de marzo en el lago Naroez, en la región de Vilna. Accediendo a los deseos francoitalianos, avanzan los rusos en dirección Galitzia el 4 de junio, , a las órdenes de Brusilov, y penetran hasta las regiones de Lutzk y de Czernovitz. Sólo la tenaz resistencia alemana en Tarnopol impide el avance por el centro. La situación llega a ser grave y a finales de julio los austriacos aceptan la unidad de mando sobre una gran parte del frente oriental, mando que recae en la persona de Hindemburg. Las intrigas en la corte rusa con las maquinaciones de Rasputín, hace que a mediados de agosto se paralice la ofensiva rusa.

El 28 de agosto Rumanía entra en guerra a favor de los aliados y a sus 600.000 soldados se les señala como objetivo Budapest. La intervención de Rusia fue una pesada carga para los aliados y permitió a Alemania un éxito moral sin mayores consecuencias

En 1917 la guerra sigue por todas las latitudes de Europa. Alemania había decidido intensificar la guerra submarina, evitando en todo lo posible comprometerse en nuevas batallas, sin descuidar los frentes establecidos.
La ejecución del repliegue alemán en marzo resultó perfecta y tal cual se había planeado por el Estado Mayor. Una serie de sucesos políticos y militares estaban llamados a ejercer decisiva influencia en la suerte de la ofensiva que en este momento preparaba el general Nivelle, sucesos muy destacado, entre los cuales es necesario mencionar la revolución rusa de marzo que derribó al Zar y al imperio, la ruptura de relaciones entre Alemania y Estados Unidos y un cambio de Gobierno en Francia, que daba la cartera de guerra a Painlevé. La interpretación de los cambios ocurridos en la situación no tardó en poner frente a frente a los altos mandos militares y al ministro de la Guerra, sosteniendo éste que era necesario aplazar la ofensiva, puesto que, debido a la revolución los rusos no iban a aportar la suficiente cooperación. El general Nivelle, jefe supremo a la sazón, sostenía la tesis contraria y entendía que era un error desperdiciar la momentanea superioridad que para los aliados representaba tener en Occidente 174 divisiones frente a las 143 de los alemanes. Después de muy largas consideraciones venció la tesis del general Nivelle, iniciándose la ofensiva el 9 de abril y que había de terminarse un mes más tarde. Aunque coronada por algunos éxitos, casi todos ellos son de carácter local y no pueden remediar el fracaso estratégico experimentado en una operación que costó 100.000 bajas.

El fracaso de la ofensiva determina una crisis en el mando francés y fue nombrado el general Petain, a quien se tenía entonces como el más destacado organizador militar.
El mando británico ocupó los puertos de Ostende y Zeebrugge, que servía de base y refugio a los submarinos alemanes y las consecuencias de esta operación duran desde junio a diciembre, siendo muy numerosas las bajas por ambas partes. Petain concibió nuevas operaciones, con las cules se proponía elevar el espñiritu de las tropas a la vez que desgastar los efectivos alemanes. Con esta finalidad realizó la primera ofensiva local de Verdún y luego otra en Malmaison, obligando a los alemanes a evacuar Chemin des Dames, momento que aprovecharon los ingleses para la ofensiva de Cambray, el 20 de noviembre, al amparo de la niebla y de una barrera de proyectiles de artillería y una masa de ataque en la que intervienen 476 carros de combate que hacen huir a los alemanes.

A primero de julio los rusos inician una serie de ataques que se estrellaron ante la dureza de las defensas alemanas, cuyas fuerzas contraatacan y logran recuperar los territorios perdidos. El golpe final lo da el VII Ejército alemán al apoderarse de Riga, sobre el Báltico. Complemento de esta operación fue el desembarco y ocupación de las islas Dagoe y Oesel. La intranquilidad de la opivión, hábilemente explotada por los elementos pacifistas, facilitó el advenimiento al poder del partido comunista, cuyos jefes, Lenin Trotsky, prpusieron inmediatamente un armisticio, que fue aceptado por los alemanes el 3 de diciembre y al que tuvieron que adhirse los rumanos, imposibiliatados ya para poder seguir luchando en Berasabia.
En el frente de Italia los alemanes presionan fuertemente y obligan a una retirada, poniendo fuera de combate a 300.000 italianos y apoderándose de 3.000 cañones. Se cierra así el año 1917 con la victoria que representa para los alemanes la batalla defensiva de Occidente, ganada con grnades pérdidas humanas. La guerra submarina había logrado destruir desde abril la enorme cifra de 874.000 toneladas, colocando en situación muy crítica a Inglaterra. No obvstante, el poderío marítimo declinaba para Alemania y ahora nada iba a impedir que desde Estados Unidos llegaran sin peligro alguno las 42 divisiones que allí estaban preparadas para embarcar, con un total de un millón doscientos mil hombres.
Es lógico que la cruel guerra que se desarrollaba en los campos de Europa acaparara la atención del mundo Durante los años 16 y 17 aún no estaba la victoria final definida y la política de todos los países neutrales había de estar supeditada a esa incognita.
Las consecuencias derivadas de la terminación del conflicto afectaban directamente o indirectamente a todos los continentes y a todos los pueblos, aun a los más apartados y olvidados, pues también a ellos, si no el estruendo de los cañones ni el dolor de la sangre, llegaba el eco de las pasiones y el hilo de la intriga, tras el cual se escondía muchas veces, una ambición desmedida y descarada.
Los agitadores
La guerra europea llevó la calma a Marruecos durante los años 1916 y 1917. Una calma relariva, caracterizada por dos cosas visibles y palpables: la marejada de agitaciones impulsadas y sostenidas por unos hilos invisibles y la consabida y reiterada red de agresiones con las que sólo se buscaba el botín de las víctimas la mayoría de las veces.
Ambas cosas estaban intimamente relacionadas y durante esta calma impuesta a las armas por la neutralidad y la política seguida por España, se vivía en Marruecos una especie de guerra nueva, una fase especial de la contienda a la que puede calificarse con bastante propiedad de guerra fría aceptando la terminología actual.
Las agitaciones encuentran siempre un terreno propicio y abonado en el hombre marroquí, tan dado a la sugestión y a su facilidad para aceptar por líder a quien sepa tocar la sensibilidad de sus instintos guerreros y religiosos.
Entre los agitadores más destacados de este bienio merecen una atención especial los siguientes: El Chenguiti, que se mostraba como agente turco-alemán; Muley Mohameb Buchuaf, curiosísimo personaje de tendencias francófilas; Abd El Malek, furibundo antifrancés y enemigo del anterior; Ka-dur Amar, agitador profesional de bandería indefinida; Uld Si El Hassen el Arosi, anticristiano, antiespañol; Sidi Hamido el Uazani, agitador moderado; Sid Amín Ben Laherach, antiraisunista, y, por último, el Cherif Rausuni, germanófilo, cabecilla destacado durante los años que estamos considerando.
Cada uno de estos personajes petendían influir sobre sus correligionarios y paisanos, utilizando para ello los más diversos métodos y los más inverosímiles procedimientos. Todos ellos eran, ciertamente, un típico producto de esta calma impuesta por las circuntancias de la guerra europea, que, como ya se dijo, dio origen a una guerra de nervios, con sus ribetes y remedos de guerra psicológica, que llevó la intranquilidad a muchas cabilas y aduares, sembrando la confusión y la duda en la ya de por sí turbada mentalidad del indígena, a la vez que planteaban serios problemas a la misión que a España se le había confiado.
Las ambiciones y los propósitos de los agitadores expuestos siempre a media luz, cubrieron gran parte de la crónica de estos años; sus hechos, pasajeros y efímeros, merecen, no obstante, que se le dediquen algunas líneas para fijar mejor el contorno de su figura dentro de este intrigante mar de las agitaciones políticas a que se vio expuesta la zona del Protectorado español.
El Chenguiti, que ya se había anunciado como un nuevo sultán en años anteriores, poniendo a la ciudad de Taza como testigo de su proclamación era el principal instigador de la mayor parte de los actos de terrorismo que por entonces se cometían en la zona del Kert. Pretendía ahora establecer un campamento en Ermila, punto estratégico y central y observatorio para vigilar los movimientos de las tropas españolas, asegurándose así el éxito del factor sorpresa que le permitía caer sobre ellas con algaradas y emboscadas.
El establecimiento del proyectado campamento no fue bien visto por los habitantes de los aduares de la fracción del Hach Amar, quienes contaban con muchos adeptos en la fracción de Ulad Alí, impidiéndole entre todos al Chenguiti sus propósitos.
Este agitador-bandolero, que en tiempos había sido amigo del Hach Amar, trató de vengar esta contrariedad y envió a varios de sus más fieles seguidores a los poblados de Beni Buyahi y Metalza con la misión de minar su prestigio a base de acusaciones graves que relataban en tono confidencial para que surtieran más rápido efecto. El Hach Amar era amigo de España en aquel momento.
Decían los emisarios del Chenguiti:
Los alemanes entregaron grandes cantidades de dinero al Hach Amar, porque él se lo pidió para vosotros para que podáis comprar grano y remediar vuestra vida en este año de tan malas cosechas. Alemania le entregó cuanto el Hach Amar le pidió, pero a vosotros nada os dio. ¿Qué hizo con vuestro dinero?¿Por qué no se lo exigís? Mientras vosotros pasáis hambre, el Hach Amar se hace amigo de España para protegerse de vustras iras el día que le pidáis cuenta. El Cherif Chenguiti sabe bien cuanto dinero recibió de los alemanes para vosotros el Hach Amar, porque él estaba delante cuando se lo entregaron. Dicen que ya compró una casa en Nador…
Con esta preparación psicológica urdida sobre una hipotética posibilidad, consiguió el Chenguiti que Beni Buyahi y Metalza se levantaran contra el Hach Amar, quien, ya prevenido, buscó el apoyo de los Ulad Abd el Dain y varias fracciones más de la izquierda del Kert, con quien le combatió duramente para desprestigiarlo, tratando de hacer comprender a la gente que el único que había recibido dinero de los agentes alemanes era el Chenguiti, que lo distributó caprichosamente entre algunos poblados para atraerlos a su causa.
No fue fácil para el Hach Amar conjurar el peligro que sobre él había recaído después de la campaña levantada y movida por su enemigo. Fue obra de paciencia, de constancia y también de generosa ayuda y colaboración de España, quien buscando un pretexto adecuado, llevó a cabo algunas pequeñas operaciones de policía que pronto hicieron olvidar las acusaciones contra él.
Después de este fracaso, el Chenguiti, el agitador que presentaba bandera turco-alemana, se vio obligado a buscar refugio en Beni Said, abandonando, no sólo la idea de su campamento en Ermila, sino toda aquella comarca en la que ya contaba con bastantes amigos y seguidores.
En la mentalidad del hombre de la zona del Kert quedó la duda y ya nadie sabía responder en cuanto tan cacareado dinero de los alemanes: ¿Lo habría recibido el Hach Amar o el Chenguiti? ¿Qué se hizo con ese dinero y para quién fue entregado en realidad? ¿Sería cierto cuanto sobre este asunto se contaba?
El agitador había cumplido a las mil maravillas su plan y propósito de inquietar a los aduares, de mover los hilos de la intriga, adornando los detalles con el mayor derroche posible de fantasía, que así conviene mejor a la credulidad del fanático marroquí.
El talisman misterioso
El Cherif Muley Mohamed Buchuaf, el cabecilla al servicio de los agentes franceses, merece un trato especial en el relato de sus hazañas.
Este agitador que se hacía llamar ostensiblemente Cherif, título mágico que le ayudaba grandemente a abrir las puertas a su prestigio entre los cabileños, se instaló en Sidi Aisa, en plena cabila de Metalza, montando allí un campamento en el que dio cobijo a una “harca” compuesta por mil hombres en edad de combatir. En honor de la verdad hay que decir que esa unidad combatiente en torno a él reunida, tuvo un rápido proceso de organización, cuto éxito hay que atribuir al Cherif, que él basó en estos tres argumentos seguro que no le fallaban: ataque y desprestigio a los partidarios de los turcos-alemanes seguidores del Chenguiti; ataque a cuantos trataban de desprestigiar la acción francesa por ser partidarios de Abd El Malek y, por último, reparto de abundante dinero, puesto en sus manos por los agentes franceses.
Su fama de agitador se consolidó ante las autoridades españolas, porque en su meticuloso plan de atacar a cuantos no cantaran las magnificencias de Francia, había incluido a los habitantes de los aduares que eran sumisos a España.
Quizá el secreto del éxito inicial para reclutar a esos mil hombres que se apresuraron a formar en su “harca” se deba al tacto psicológico con que obró. Buchuaf hizo circular el bulo, que a fuerza de rodar, se convirtió en un bulo creíble, de que él, por su calidad de Cherif, poseía la “baraca”, esto es: una especie de carisma o talismaán milagroso que protege a sus hombres contra las balas y los proyectiles. resulta difícil comprender el alcance que allí ha tenido esta vulgar patraña y el gran efecto que produjo en la mentalidad de unos hombres que en su mayoría hacían la guerra con viejas espingardas, exponiéndose a ser víctimas de los fusiles modernos, de perfecto funcionamiento, que manejaban los enemigos contra los que habían de luchar.
Ya se sabe la eficacia de un bulo lanzado a tiempo y en momento propicio y sobre todo en una época de tanta tensión y nerviosismo en la zona como esta de la guerra europea. En el territorio no se habló durante bastantes días de otra cosa y los dialogos, siempre cargados con sorna y reticencia, ponían acento de asombro o de maliciosa intención según se tratase de partidarios de los alemanes o de los franceses.
Un antiguo amigo de Abd El Málek, hombre serio, dueño de una gran red comercial que se extendía hasta Uxda, discutía un día con un fakif de Metalsa… (Continuará)
Bibliografía
Al final del último capítulo

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José Antonio Cano

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