Aunque algunos no lo crean todo lo que se está preparando tiene como objetivo las elecciones generales de Noviembre, vamos a cuestas con el vestuario, los saludos, los pactos, el sueño y la escenografía. El ansiado Palacio de la Moncloa espera, todos lo desean aunque uno será el elegido por los ciudadanos, bien a solas o con la compañía de otros, que serán extremos o extraños compañeros de cama.
Quien no quiera ver la realidad y regenerar o mejor aplicar una catarsis, perderá el Gobierno. Pedro Sánchez, se ha postulado, como candidato por aclamación a la presidencia del Ejecutivo no solo por el PSOE, sino por aquellos que quieran subirse luego a mayorías en el hemiciclo del Congreso, por los indecisos, por los del voto útil, y por los que variaran la papeleta de las últimas municipales y autonómicas. Una amplia base social, sin duda, por la que la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, le ha advertido al secretario general de su partido que hay que salir a ganar, no a pactar. Pero ya se sabe que Iglesias se pone a cantar por Pimpinela y puede ser el no de la margarita o el sí. ¡Como se hace querer y eso que ya se ha sentado en el sofá, ya inventado, a hacer escenas! Pero para estas la que montó el pasado domingo, en pleno Circo Price de Madrid, el secretario general del PSOE con una escenografía a la americana. La cosa estuvo entre aquel histórico discurso (Tengo un sueño) de Martin Luther King en las escaleras del Lincoln Memorial de Washington y Barack Obama. El color rojo corporativo se lucía en su corbata y en el traje de su mujer, Begoña Gómez. La cual subió al escenario y lució de cine por las tablas, tan bien que se seguirá contando con ella para futuras apariciones en escena. Y de fondo la Bandera nacional. Mucho se ha comentado estos días por lo bicolor, lo que se ha sabido es que Sánchez así lo quiso y a pesar que pueda ser un guiño ante el escoramiento a la extrema izquierda por los pactos a los que se ha llegado tras las elecciones de Mayo, debemos verlo como un ejercicio de normalidad el que todos los partidos de izquierda, centro o derecha, incluso nacionalistas, exhiban la Bandera de España, que por ser la constitucional es la de todos. El obstinamiento de la izquierda por sacar a la calle la Enseña republicana les sitúa no solo fuera del marco legal que los entonces electores nos dieron a los que aún ni votamos en 1.978 sino les ancla en un pasado de trágico recuerdo y de fracaso colectivo. Pedro Sánchez ha defendido el patriotismo cívico, menos mal que aunque tarde nos vamos adaptando a lo que en otros países de nuestro entorno es normal, que se luzca con orgullo los símbolos nacionales, sin el tabú que hasta ahora significaba la bandera, la cual sí se lucía por el PP y por Vox, así como por las asociaciones de víctimas del terrorismo y en los mundiales de futbol. Que sigamos así, pero sobre todo que no se convierta a la Enseña nacional en mero recurso o elemento decorativo sino que luzca como la normativa así establece en los ayuntamientos españoles más allá del signo político que rija el Consistorio. Quien bien que la exhibió fue Marujita Díaz que murió el pasado Lunes, la cual y para siempre pasara, entre otras, por ser quien popularizó Banderita, aquel pasodoble de las Corsarias.
